Concluida la reunión, los jefes de Estado hicieron una síntesis de lo conversado, así como de los acuerdos logrados. Lo relevante fue que se aceptó iniciar el proceso de aprobación por los congresos de los tres países.
Ahí apareció la primera dama, quien, ignorando lo informado, irrumpió con preguntas acerca del sistema de seguridad social mexicano. Era evidente que Hillary Clinton asumía la posición de enfriar la inversión de capital político en una empresa repudiada por los aliados del presidente electo. Durante ocho meses, logró que en Washington la discusión se centrara en ampliar los sistemas de salud para favorecer a los más necesitados. Los poderosos intereses que resultaban dañados por esta reforma “socialistoide” reaccionaron con virulencia, permitiendo contra sus deseos que los afanes presidenciales se concentraran en lograr una votación mayoritaria a favor del acuerdo tripartito.
Durante las elecciones primarias de 2008 en que contendió con gran apoyo popular, contaminó el debate al insertar la demanda sindical de repudio al tratado. Sus contendientes, incluyendo a Barack Obama, también adoptaron posiciones negativas que amenazaban con denunciar su vigencia en caso de acceder a la Casa Blanca. Paradójicamente se salvó por la crisis mundial y el repudio canadiense-mexicano a los intentos de revisión. Para congraciarse con los laboralistas, cuyo apoyo económico y político fue determinante en su campaña, el tema migratorio tampoco mereció su apoyo. Como senadora de Nueva York fue ambivalente, a fin de atender a simpatizantes que existen en ese estado.
La secretaria de Estado Hillary Clinton ha mostrado nuevamente su capacidad de reciclarse, aceptando que a pesar de los 18 millones de votos obtenidos, la posición que se le encomendó reclama rectificaciones profundas después de dos periodos de George Bush. Desde que asumió el cargo, reconoció con declaraciones inequívocas la necesidad de que su gobierno apoyara prioritariamente el embate mexicano contra el crimen organizado, la seguridad de las fronteras, así como los méritos de atender los reclamos regionales de apoyo. Estas aspiraciones se han truncado por los efectos políticos de una crisis económica sin precedentes, que los electores han cargado a la cuenta de Obama, nublando las posibilidades de reelegirse.
A pesar de las lecciones de realismo mundial de las wikifiltraciones, seguimos sin comprender la complejidad de la relación bilateral, misma que se concibe en el marco de reclamos, de imposiciones y de los malos modales. Nos negamos a leer entre líneas y, por lo tanto, a aceptar que reuniones como la del lunes en Guanajuato requieren de una planeación larga y delicada.
Reducir a una ocurrencia imperial la discusión de temas incluso multilaterales como cambio climático y consejo de seguridad, equivale a desconocer la importancia en el contexto mundial.
Ciertamente el encuentro reflejó las limitaciones políticas de los demócratas copados por un congreso fundamentalista orientado a impedir su reelección. Esta realidad no impidió reiterar exigencias como la prohibición de armas de asalto y solución al transporte de carga. Las revisiones anuales de agenda se justifican en la medida que haya resultados en temas urgentes. Es lo menos que podemos esperar, a fin de que los elogios se apoyen con compromisos y no con retórica.
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Internacionalista