El colapso del sueño socialista encabezado por la Unión Soviética generó acomodos de quienes militaban en ese bloque. Las metamorfosis y reinvenciones produjeron híbridos imaginativos como el chino y el vietnamita, travestismos ideológicos inconclusos en Europa del este y esfuerzos tenaces de varios regímenes por mantener el statu quo revolucionario. En dos décadas, Rusia se reencontró con el catecismo autoritario combinado con usos del capitalismo salvaje.
Los cubanos intentaron con poco éxito ajustar su modelo económico al mundo unipolar, en buena medida porque la potencia hegemónica nunca ha abandonado las prácticas hostiles del embargo y el aislamiento político. En los últimos años la realidad ha mostrado que los candados ideológicos estadounidenses, propios de la guerra fría, se han vuelto obsoletos ante las evidencias que reclaman el fin del enfrentamiento para establecer el diálogo con la isla.
Se debe recordar que Estados Unidos es el primer socio comercial de Cuba, aclarando que la mayor parte del flujo se realiza en forma disfrazada. El senador Obama conoció a través de sus colegas de estados agrícolas los detalles de esta realidad.
En ese contexto es relevante destacar la publicación de “Una política de Estados Unidos hacia Cuba”, documento elaborado por 19 personalidades bajo el patrocinio de Brookings, institución académica de Washington. El resumen ejecutivo será entregado a la Casa Blanca como una aportación oportuna en la preparación de la posición presidencial en la Cumbre de las Américas que se celebrará en Trinidad y Tobago el mes próximo.
Con lucidez, el texto firmado también por miembros de la comunidad cubano-estadounidense escoge como interlocutor a Obama, sin condicionar en ningún momento a las autoridades cubanas. Las 36 propuestas responden con pragmatismo a lo que es factible construir en forma paulatina.
A guisa de ejemplo, en el corto plazo proponen, entre otras cosas, el diálogo bilateral en migración, narcotráfico y seguridad. Posteriormente, iniciar pláticas sobre el destino de Guantánamo, para concluir con la normalización de relaciones, pasando por el retorno cubano a la Organización de los Estados Americanos (OEA). Es de esperar una repuesta positiva del gobierno a esta iniciativa, aprovechando las fórmulas realistas de acercamiento que contiene el documento.
La reciente visita de 10 presidentes latinoamericanos a La Habana, la participación de Raúl Castro en las reuniones regionales, así como sus giras por Europa y Asia, permiten suponer la existencia de un clima de inclusión que debe entenderse en toda su dimensión en el Potomac. En los próximos días, es viable la visita de Sarkozy, lo cual significaría un puente con la Unión Europea que ha dado señales conciliadoras. La presencia del Presidente de México en Cuba, antes de la cumbre, compensaría el protagonismo brasileño, recuperando nuestros espacios históricos en el diálogo cercano con Cuba.
Es innegable que existen condiciones favorables en Estados Unidos para resolver el conflicto. La buena recepción que tuvo en Miami la presentación del reporte de Brookings confirma el agotamiento de las líneas ideológicas tradicionales. Internamente, la explicación de los cambios de funcionarios anunciados por Raúl Castro inciden en un mensaje inequívoco de flexibilización.
No hay que confundirse con distorsiones superadas. El reacomodo político pretende conducir a la apertura, lo cual no se debe ignorar por el bien de la región.
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Analista político