Los factores de producción y consumo dan a los países en vías de desarrollo nuevas opciones.
Nunca los poderosos
habían abdicado de manera tan miope su poder, como lo ha hecho el mundo
desarrollado en relación al mundo en desarrollo en los últimos lustros. En su
búsqueda de mayores ganancias, los primeros han transferido o están
transfiriendo masivamente a los segundos, sus empleos de cuello azul y de cuello
blanco, así como su tecnología. Al hacerlo han colocado un inmenso superávit
comercial en manos de las naciones en vías de desarrollo, y en particular de
China. Este superávit no sólo ha permitido comprar inmensas porciones de la
deuda pública norteamericana y europea, sino que brinda capacidad inversora
suficiente para adquirir activos estratégicos en Occidente.
De esta
manera, el mundo en desarrollo va acumulando control porcentual sobre las
industrias, servicios, tecnología y la deuda pública occidental, así como
capacidad para adquirir activos estratégicos en los países ricos. Si a eso
unimos el dominio incuestionable de los países del Sur en el campo de las
materias primas y de los mercados emergentes, no quedan dudas sobre la dirección
que está tomando la historia.
Excepción hecha de algunos rubros
alimenticios donde el mundo desarrollado es fuerte, el grueso de las materias
primas está en los países en desarrollo. De su lado, los mercados mundiales
sobre los que descansa la demanda agregada se encuentran en estos últimos. Es
allí donde hay que mirar a la hora de buscar nuevos consumidores. El caso de
China e India da buena idea de las magnitudes involucradas.
A China le
bastaría con que el ingreso per cápita de sus habitantes llegase a ser
una cuarta parte del de Estados Unidos, para superar en tamaño al PIB
norteamericano. De allí en adelante su dimensión poblacional le permitiría
garantizarse varias décadas adicionales de crecimiento económico sostenido, a
tasas elevadas. Algo similar puede decirse de India. No en balde se ha estimado
que para la década del 2040, ambos países representarán el 40% de la demanda
global (Gupta y Wang, Getting China and India Right, San Francisco,
2009).
En apoyo a lo anterior es importante citar un par de estudios de
las firmas Euromonitor International y McKinsey. De acuerdo a la primera, la
clase media china llegará a 700 millones de personas en 2020, representando el
48% de la población total del país (People's Daily, 19 julio, 2010). De
acuerdo a la segunda, la clase media india alcanzará 583 millones de personas en
2025, es decir, 41% de su población total (Business Week, 19 mayo, 2007).
En otras palabras, un mercado combinado emergente de 1.283 millones de personas.
Pero la demanda en el mundo en desarrollo no se limita a las dos economías
anteriores. Brasil, Indonesia, Turquía, México y una larga cola, vienen detrás,
sumando cientos de millones de nuevos consumidores.
En definitiva, la
acumulación de factores de producción y consumo en manos de los países en vías
de desarrollo está brindando a estos últimos un poder extraordinario. Sin
embargo, ello no se ha traducido en una participación proporcional a su fuerza
en los organismos económicos globales, donde europeos y norteamericanos siguen
mandando a su antojo. El FMI es buena prueba de ello.
altohar@hotmail.com