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28/03/2006 | ¿Irán? Ni de lejos problema de Israel exclusivamente

Amir Taheri

Mientras el mundo sopesa qué hacer a propósito de las ambiciones nucleares de Irán, algunos expertos afirman haber encontrado la solución perfecta.

 

Está "solución perfecta" es simple: Israel ataca a la República Islámica, destruye tanto de su infraestructura nuclear como sea posible, y retrasa el proyecto de la bomba iraní cerca de una década, durante la cual emerge un régimen más responsable en Teherán. Esta solución perfecta complacería a los europeos porque eliminaría el foco de atención de su política de apaciguamiento que es, en parte al menos, responsable de la crisis. Serían capaces de sacudirse la cabeza en un gesto de "te lo dije" hacia los mulás, predicar las bondades de "la mano izquierda" y sentirse orgullosos de su capacidad de permanecer al margen de juegos sucios jugados por "potencias inmaduras" tales como Israel o la República Islámica.

Los americanos también estarían encantados. Está claro que, no sólo carecen de una política hacia Irán, sino que también son incapaces de ponerse deacuerdo en el diagnóstico del problema. Con Irak aún un "trabajo en progreso", la administración Bush evita sugerir a toda costa otro cambio de régimen, especialmente en mitad del año electoral. El club de los encantados también incluiría a los estados árabes que, aunque sacudiendo sus sandalias ante la perspectiva de un Irán con armamento nuclear, practican el kitman (disimulo) con el fin de esconder sus verdaderos sentimientos o, peor aún, extienden la alfombra roja en forma de propuestas para "un Oriente Medio libre de armas de destrucción masiva". ¿Quién más estará encantado? Bien, Rusia ciertamente no estaría descontenta.

Hacia mitad de este siglo Irán tendrá una población mayor que Rusia. Irán también alberga una profunda hostilidad hacia a su vecino del otro lado del Mar Caspio, generada por medio de guerras amargas con Rusia y pérdida de territorios frente a los zares. Un Irán islámico armado nuclearmente surgiría como un jugador aún más fuerte en la nueva versión del "Gran Tablero" de Asia Central y el Cáucaso.

En palabras de Hassán Abbasi, el gurú estratégico del presidente Mahmoud Ahmadinejad, Rusia es una "potencia en decadencia", al tiempo que la República Islámica es una potencia "ascendente". La lista podría continuar. Todo esto significa que una gran cantidad de países tienen un interés directo en evitar que Irán sea nuclear. También significa que nadie está dispuesto a ensuciarse las manos con el fin de garantizar que Irán no obtiene la bomba.

De ahí todo el parloteo acerca de que Israel lleve a cabo "acciones quirúrgicas" en representación de "la comunidad internacional". La verdad, sin embargo, es que en cualquier lista de países que puedan ser objeto de la intimidación nuclear iraní, por no decir del ataque, Israel aparecería a la cabeza.

El motivo para esto es simple. Israel tiene un espacio aéreo pequeño que defender y está bien equipado, gracias en parte a sus anti misiles Arrow 2, para destruir los misiles lanzados desde Irán. Teherán podría, por supuesto, suministrar un dispositivo nuclear a sus agentes terroristas en el Líbano y el West Bank. Pero la naturaleza del terreno y el hecho de que la mayor parte de los palestinos y de los libaneses vivan en estrecha proximidad con los israelíes significarían matar a grandes cifras de personas en el Líbano y en los territorios palestinos también.

Desde que los mulás llegaran al poder hace 27 años, han desarrollado un discurso anti israelí tan virulento como el de Hamas y otros grupos radicales palestinos. Ese discurso, sin embargo, está promovido en parte por el deseo del régimen de esconder su identidad chi´í, con el fin de poder reclamar la dirección del islam radical, tanto chi´í como sunní. De hecho, Israel e Irán, sin importar quién gobierne en Teherán, tienen intereses estratégicos comunes. Imagine que Israel no hubiera aparecido en el mapa en 1947-48.

La energía generada por el movimiento nacionalista pan árabe, que dominó la política árabe en la era de posguerra, se habría dirigido contra otros dos vecinos: Turquía e Irán. En cierta medida, lo hizo, ocurrió realmente, a pesar del hecho de que Israel se convirtió en el principal objetivo de la ira nacionalista árabe. Aún hoy, la Liga Árabe afirma que la provincia turca de Iskanderún es, en realidad, "territorio árabe usurpado".

La liga también clasifica la provincia iraní de Juzestán como "tierra árabe ocupada", e insiste en reetiquetar el Golfo Pérsico como "Golfo Arábigo". Los miembros de la Liga también están comprometidos con "liberar" tres islas iraníes, ubicadas en el Estrecho de Ormuz, que son reclamadas por los Emiratos Árabes Unidos.

El nacionalismo pan árabe no es la única amenaza que afronta Irán. Una amenaza más mortal - existencial - por utilizar un término de moda, viene del islamismo árabe sunní. Fue el islamismo árabe sunní el que destruyó enclaves sagrados chi´íes en Irak en 1802, y volvió a hacerlo el mes pasado en Samarra.

El mismo movimiento está detrás del asesinato a sangre fría de miles de varones, mujeres y niños chi´íes iraquíes desde el 2004. Para los islamistas árabes sunníes, los iraníes son gabrs (zoroastros) mientras que los chi´íes, árabes incluidos, son rafidis (herejes) que tienen que ser "reconvertidos" o asesinados.

Tanto el nacionalismo pan árabe como el islamismo pan árabe sunní son enemigos mucho más mortales para Irán de lo que lo son para Israel. Ni Israel ni Irán estarán seguros a menos que los monstruos gemelos sean derrotados y los estados árabes democratizados. Si Irán "destruyese" Israel, a un elevado precio humano por su parte, sólo estaría cumpliendo el sueño de sus propios enemigos mortales. Muchos en Israel pueden no apreciar todo esto.

En Irán, sin embargo, existe un entendimiento profundo de la naturaleza de las rivalidades y animadversiones históricas y religiosas regionales. Esto es por lo que virtualmente no existe apoyo popular en Irán a una política anti israelí que vaya más allá de la retórica o el apoyo limitado a los clientes de Irán en el Líbano, Siria y los territorios palestinos. No hay motivo por el que Israel debiera asumir la responsabilidad que otros, incluyendo potencias mucho más fuertes, no quieren afrontar. De hecho, parte de los problemas de Israel se derivan del fallo de sus sucesivos líderes al meter al país en veredas de otra gente.

En 1956, Israel fue arrastrado a la Guerra de Suez porque Gran Bretaña y Francia carecían de la voluntad para librarla por su cuenta. Y cuando Londres y París cedieron a la presión de Washington, ni siquiera mostraron la decencia de tener en cuenta los intereses de Israel. Durante la Guerra Fría, Israel pagó del precio de su alianza con Estados Unidos, y, en sucesivas guerras, destruyó arsenales levantados por el bloque soviético en varios países árabes.

Y eso ayudó a proteger a los aliados árabes de Washington frente a la agresión de potencias árabes pro soviéticas. Y eso, a su vez, significaba que los soviéticos no pudieron hacerse con el control de los recursos petroleros vitales de la región a través de gobiernos a distancia. Israel, sin embargo, fue recompensado no dejando que sus victorias militares se tradujesen en un acuerdo político que reflejase sus intereses nacionales.

En 1980 Israel tumbó el centro de armamento nuclear iraquí de Osirak, de fabricación francesa, incluso aunque la bomba que Saddam Hussein estaba fabricando iba a ser lanzada sobre Teherán. La acción israelí ayudó a potencias importantes, Estados Unidos incluido, a evitar una situación catastrófica en una región vital para sus intereses.

La recompensa de Israel fue ser descrito por Jacques Chirac, entonces alcalde de París, como "un estado criminal". Cierto, Israel debería dejar claro a través de los canales que siempre ha mantenido con Teherán que de ser atacado respondería con el doble de la fuerza. Pero también debería recordar a aquellos que le animan a actuar que las políticas de la República Islámica, incluyendo su búsqueda de armamento nuclear, no sólo representan una amenaza para Israel, sino para otras muchas naciones en Oriente Medio y más allá.

Diario Exterior (España)

 


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