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27/08/2006 | La seguridad energética copa la agenda

Amir Taheri

En cuestión de semanas, se espera que el gobierno británico desvele su plan energético estratégico para el próximo cuarto de siglo. Según aquellos familiares con el borrador, el plan se levanta sobre un único lema: seguridad energética.

 

El Reino Unido no es la primera potencia industrial en poner la seguridad energética a la cabeza de su agenda nacional. En los Estados Unidos, el Presidente George W. Bush convertía eso en una prioridad de su administración hace más de dos años. Desde entonces, Francia, Alemania y Japón también han comenzado a sopesar sus estrategias energéticas a largo plazo.

En todos los casos, la estrategia adoptada se encamina a reducir la dependencia del petróleo y el gas natural importados desarrollando fuentes de energía alternativas, sobre todo la nuclear. No fue ningún accidente que la última cumbre del G-8, celebrada por Rusia en San Petersburgo, se ingeniase entorno al debate acerca de la seguridad energética, con el Presidente Vladimir Putin proponiéndose a sí mismo como suministrador fiable en el incierto mercado energético global.

También presente en San Petersburgo estaba el Presidente de Brasil, Lula da Silva, con propuestas para vender su gigante latinoamericano como principal exportador de bío-energía, la alternativa ecológicamente amistosa a los combustibles fósiles.

La búsqueda de fuentes alternativas de energía no se limita a los gobiernos. Casi todas las compañías petroleras importantes han creado nuevas unidades para buscar combustibles no fósiles, al tiempo que varios fabricantes de automóviles planean invertir en desarrollar motores que utilicen fuentes de energía alternativas. Incluso hasta hace un par de años, los expertos creían que el petróleo continuaría siendo la principal forma de energía al menos hasta mediados del presente siglo.

Hoy, sin embargo, muchos expertos avistan una media de vida más corta. Un ministro de un importante productor árabe me decía recientemente que ahora está seguro de que el petróleo perderá su posición dominante en cuestión de las tres próximas décadas en el mejor de los casos.

¿Por qué esos que una vez buscaban petróleo tan ansiosamente intentan hoy huir de él tan rápidamente como pueden?

La respuesta obvia puede ser el súbito incremento en los precios del crudo a lo largo de los tres últimos años. El dinero pagado por las naciones importadoras a las exportadoras a lo largo de la última década parece la mayor transferencia de riqueza de una parte del mundo a otra.

Esa respuesta, sin embargo, puede ser engañosa. Porque incluso a 75 dólares el barril, el crudo es hoy más barato que a mediados de los años 70 en dólares ajustados a la inflación. De hecho, en comparación con los últimos incrementos de precio de las materias primas en el mercado, el ascenso de los precios del crudo se encuentra holgadamente por debajo de la media.

La tentativa de alejarse del petróleo puede estar motivada por otras consideraciones.

Destacada entre éstas se encuentra el descubrimiento de que con la llegada de cientos de millones de consumidores nuevos al mercado energético, especialmente en China y la India, simplemente no va a haber suficiente petróleo para seguir adelante. No hay petróleo fácil.

Todo esto significa que la era del acceso fácil al crudo puede haber terminado. Aquellos que quieran petróleo pronto tendrán que luchar por él. El demagógico eslogan "No más sangre por petróleo" ya es popular en Occidente.

Otra consideración de la tentativa de abandonar el petróleo es la creciente popularidad de los escenarios apocalípticos basados en un cambio climático real o imaginado.

Incluso la administración Bush, considerada como el último bastión de cordura contra los agoreros del clima, admite ahora que el calentamiento global puede ser algo más que una locura de la imaginación científica, después de todo.

Muchos consumidores, especialmente en los principales mercados occidentales, también están preocupados a causa de algunos de los regímenes que controlan los recursos petroleros del mundo.

Por fin, está la premisa popular en algunos de los países importadores de que el dinero dedicado al petróleo apoya a regímenes antidemocráticos e incluso despóticos de estados exportadores, algunos de los cuales incluso patrocinan el terrorismo internacional.

La situación, tal como es vista por muchos en las mayores naciones consumidoras, es como sigue: uno paga un elevado precio por un recurso que es finito, apuntala a regímenes desagradables, financia el terrorismo, y, por último pero no menos importante, destruye el medio ambiente.

La energía nuclear bien puede cubrir parte de las preocupaciones con respecto a la dependencia de suministros finitos inseguros.

Sin embargo, esta nueva varita mágica plantea todo un abanico de cuestiones adicionales, quizá más graves, ante las que no hay respuestas obvias.

Amir Taheri es periodista iraní formado en Teherán. Era el editor jefe del principal diario de Iran, el Kayhán, hasta la llegada de Jomeini en 1979. Después ha trabajado en Jeune Afrique, el London Sunday Times, el Times, el Daily Telegraph, The Guardian, Daily Mail, el International Herald Tribune, The Wall Street Journal, The New York Times, The Los Angeles Times, Newsday y el The Washington Post, entre otros. Actualmente trabaja en el semanario alemán Focus, ha publicado más de una veintena de libros traducidos a 20 idiomas, es miembro de Benador Associates y dirige la revista francesa Politique Internationale.

Grupo de Estudios Estratégicos (España)

 



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