En México, con más de 40 mil muertos, la vida no vale nada. La cercanía a Norteamérica, que antaño significó prosperidad como socio comercial, actualmente representa una salida para quienes pueden escapar de la violencia que han sembrado los narcos. Centroamérica también se desangra. Droga y pobreza, el coctel letal para el desarrollo. Ni Brasil, el gigante exitoso, se salva de esta lacra. Sus 14,600 kilómetros de frontera con 10 países, tres de ellos productores de cocaína, Colombia, Perú y Bolivia, le han pasado factura.

En Perú la captura del camarada “Artemio” Florindo Flores Hala, cabecilla del grupo terrorista Sendero Luminoso, incluido en la lista negra de narcos por el Departamento de Estado norteamericano, constituyó un logro importante. Empezaron protegiéndolos, luego pidiendo cupos y finalmente pasaron a negociar juntos. Pero la producción de coca en este país amazónico no se detiene: según Naciones Unidas, llega a 300 toneladas de clorhidrato de cocaína anual. Es decir, habría superado a Colombia en la producción de cocaína. Además se dan casos que demostrarían que los narcotraficantes son apoyados por pobladores de la selva en zonas alejadas desatendidas por el estado, en áreas limítrofes con otras naciones productoras, donde la gente subsiste laborando en pozas de maceración y transporte de la droga o en actividades generadas por el lavado de dinero.

 
Trascendió que en Cachicoto, Huánuco, una turba de campesinos quemó una camioneta policial para rescatar al dirigente cocalero Eduardo Ticerán Salazar. Un narcotraficante se fugó en Lima del penal de Lurigancho, en una jaba de aves. Otro narco español huyó en un taxi del aeropuerto Jorge Chávez, ante la inoperancia de los agentes de seguridad.
Según publicación de Macroconsult, el narcotráfico lava 3,250 millones de dólares al año en el Perú y usarían más de 32 mil toneladas de insumos químicos para elaborar la droga.

Y aunque las actividades ilegales no se pueden cuantificar, recientemente Carmen Masías, presidenta de la Comisión Nacional para el Desarrollo y Vida sin Drogas (DEVIDA) declaró que desde la minería ilegal se desvían insumos químicos para el narcotráfico.

En Perú, al igual que en Colombia, la geografía y la espesura de su vegetación propician el cultivo de la coca. Por otro lado, las comunidades nativas selváticas peruanas también han sido afectadas por el narcotráfico. El líder de la tribu Machiguenga declaró que prefiere evitar problemas con los narcos, cuya presencia ha aumentado con la nueva carretera que une el valle de los ríos Apurimac y Ene (VRAE) con Kepashiato. Algunos miembros de esas comunidades han sido acusados de transportar la droga, que generalmente sale por los puertos, rumbo a Norteamérica y Europa.

En Colombia, Perú, México, Guatemala y Honduras, las fuerzas armadas combaten el narcotráfico, especialmente en lugares inaccesibles, donde la presencia del estado es invisible, aunque Estados Unidos apoya con personal y equipos como helicópteros en el desmantelamiento de estas organizaciones delictivas. En la actualidad ante la presión de varios mandatarios latinoamericanos, partidarios de la despenalización de la producción, el presidente Obama habría abordado el tema en la Cumbre de América del Norte y aunque todos saben que es un tema políticamente sensible, ignorarlo es como pretender tapar la luz del sol con un solo dedo.

El autor de La Hora, Raúl Rivera Andueza, comentaba que a raíz de una conversación con la DEA, supo que el 90% del valor de la industria cocalera se genera en la distribución en Estados Unidos y Europa, por lo cual se deberían investigar los cárteles de Washington, San Francisco y Londres. Muchos preguntan: ¿Alguien tendrá la voluntad política para hacerlo?

Periodista peruana.