Las acusaciones sobre espionaje que involucraron a Norteamérica y que coparon titulares en todo el mundo, no impidieron el avance de las negociaciones de este Tratado.

Este documento integraría a más de setecientos millones de consumidores cuya renta per cápita supera los 30 mil dólares, constituyendo un mercado nada desdeñable. Además, según la OCDE, se prevé que este acuerdo elevaría el PIB en un 3 por ciento para los estadounidenses y en 3.5 por ciento dentro del bloque europeo. El intercambio comercial alcanzaría 2 mil millones diarios, posibilitando el levante o eliminación de barreras decisivas al momento de importar o exportar mercaderías. Los más favorecidos en crecimiento en su renta per cápita serían: Estados Unidos, el Reino Unido y Suecia.

Aunque Norteamérica apuesta por la liberalización del comercio exterior, en la práctica aplica una serie de restricciones, en lo referente al tema sanitario y fitosanitario. Entre los productos europeos vetados estarían la carne de vacuno europea, frutas y hortalizas, igualmente la industria agroalimentaria, que debe enfrentarse a normativas y exigencia de autorizaciones que pueden demorar años para acceder a su mercado.

Tradicionalmente los acuerdos negocian aranceles que en la Unión Europea oscilan entre el 4, 25 al 30 por ciento cuando se trata de productos pesqueros, agrícolas, textiles o industriales, etc. Pero existe un abanico de temas por establecer como la restricción a la prestación por extranjeros de servicios, la homologación de títulos académicos, apostando los europeos por el reconocimiento mutuo de reglas y estándares técnicos, dada la importancia de la tecnología.

Estados Unidos ha mantenido un perfil favorable a la inversión extranjera, ofreciendo al inversor diversos beneficios fiscales y financieros, pero según UNTAD durante el primer semestre del año 2012 China le arrebató el primer lugar con 59,100 millones de dólares al atraer más inversionistas, mientras Estados Unidos sólo alcanzó 57,400 millones de dólares. Y si nos referimos al ranking mundial del movimiento de contenedores, los puertos asiáticos se apoderaron del 57% del total. Pese a estos resultados, el año 2012 los norteamericanos ocuparon el primer puesto como importadores y el segundo en exportación de mercancías en todo el orbe y es líder indiscutible en servicios comerciales.

Europeos y norteamericanos desean unirse para generar empleos, que este acuerdo les reporte beneficios a ambos lados del Atlántico, los mueven intereses comunes, proteger el futuro de nuevas generaciones y lograr que el trato y respeto de los derechos de sus ciudadanos sea recíproco. Sus gobernantes usan esta arma diplomática para defender su crecimiento económico; es un momento estratégico si consideramos que ambos continentes han sido castigados por la crisis financiera, que el mapa de la economía se ha redimensionado con otros actores. La globalización del comercio ha impulsado el auge de los países asiáticos, el BRIC y América Latina pese a sus desniveles, ya no pertenecen al tercer mundo.

El representante europeo Ignacio García Bercero y por los estadounidenses, Dan Mullaney, tienen un reto que trascenderá a la historia, pero tendrán que limar muchas asperezas, pues aunque estas economías estén obligadas a ponerse de acuerdo, es evidente que Estados Unidos ha usado para negociar estrategias poco ortodoxas mientras los europeos se han alineado con lo establecido por sus normas.

Juntos tendrán que negociar acerca de temas altamente sensibles que aún están pendientes, como la propuesta de protección de datos, que implica intercambio de información reservada entre europeos y norteamericanos, pero que dadas las actuales circunstancias puede generar grandes incertidumbres si antes no se presentan explicaciones e informes convincentes en Washington. La economía moviliza al mundo y todos se inclinan ante ella, a eso hay que agregarle ingredientes indispensables: ética y respeto por los derechos humanos.

Periodista peruana.