Rossana Reguillo, investigadora de Estudios Socioculturales de la Universidad Iteso de Guadalajara y especializada en temas sobre la juventud, cree que la falta de oportunidades para los jóvenes ha creado un terreno fértil para la violencia y para que el narcotráfico aumente su base. "El vacío social no existe, cuando una fuerza se repliega –en este caso el Estado– otras tienden a ocupar su lugar, ahí es donde el narco ha hecho de los jóvenes carne de cañón, un botín para alimentar las filas de los más sacrificables". Aunque, en rigor, no es lo que el Estado deja sino lo que hace demás.

                    Un 50% de los jóvenes mexicanos vive en condiciones de miseria, mientras más del 24% ni estudian, ni trabajan. Ahora, ¿por qué no trabajan en un país donde naturalmente hay muchísimo por hacer: viviendas, escuelas, etc.? Porque alguien, de manera coactiva, lo está impidiendo y quién sino el Estado, que tiene el monopolio de la violencia e impone leyes laborales como la del salario mínimo, que impide que trabajen los que ganarían menos. Y la miseria tiene el mismo origen: la carga impositiva, y demás gastos coactivos estatales, terminan siendo derivados hacia abajo por medio de precios, baja de salarios o disminución de la inversión.  

                    Para colmo, los gobiernos "amigos" cierran las fronteras impidiendo mayores remesas que, aunque vienen cayendo, representan un importante ingreso para familias pobres. Han caído 11.09% en febrero con respecto al mismo mes del 2012, según el Banco de México, sumando US$ 1.589 millones en operaciones principalmente desde EEUU. Este descenso se reflejará en el crecimiento del país que crecerá un 0,2% menos, según estiman los economistas. Desde 2007, las remesas en México –que representan un 2% del PIB y en 2012 sumaron US$ 22.446 millones– cayeron 14% por el descenso de la inmigración de mexicanos hacia EEUU y por la desaceleración de la economía estadounidense.

                     Pero el Estado no solo utiliza sus fuerzas para impedir el trabajo sino que criminaliza a la sociedad. Mientras está claro que los problemas sólo se empeoran con violencia o coacciones, muchos gobiernos han decidido prohibir y declararle la guerra a algunas drogas que son muy dañinas. El resultado, lejos de ser beneficioso porque, no solo no disminuye el consumo de drogas ni mejora la prevención y el tratamiento de los adictos, sino que el nivel de corrupción (de otro modo el tráfico difícilmente existiría) y, sobre todo, la violencia y la criminalización está superando la mera cuestión callejera para convertirse en una cuasi invasión o toma de territorio. 

                      El crimen organizado en México ha mutado y ha pasado del mero tráfico de droga a la explotación mafiosa del territorio incluido el secuestro, el tráfico de migrantes, la trata de personas, contrabando, robo de combustible, etc., según Antonio Luigi Mazzitelli, jefe de la oficina contra la droga y el delito de la ONU para Centroamérica, México y el Caribe, un contrapoder que en 2013 ha provocado la aparición, en zonas rurales, de grupos civiles armados que se arrogan la legitimidad de imponer orden. "El cambio se verifica cuando entran dentro del mundo criminal grupos... que vienen de mandos militares". Mazzitelli cita, por ejemplo, a Los Zetas, una mafia fundada por ex soldados de elite.
                            
Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland, California