Solucionar los problemas del mundo es sencillo, bastaría con ser coherentes, sobretodo ejerciendo la virtud moral de la humildad para aceptar aquellas ideas que van contra nuestros intereses creados, y la sencillez para ver lo que la realidad, y el sentido común, nos muestra aunque sea contra nuestras ideas pre concebidas.
Siendo que la moral
no es un ridículo listado de normas represivas dictadas por alguna “autoridad
competente”, sino la adecuación del hombre a la naturaleza, al orden del
cosmos, al orden natural, como ya lo sabían los griegos. Así, todo lo que es
“pecado” (inmoral) es delito y, la inversa, aquello que no es “pecado” no es
delito sencillamente porque la ley moral y la natural coinciden.
Hoy la mayor incoherencia se da en la idea de violencia, sobre la que se basa
la idea de “autoridad”. Un intelectual católico me aseguraba que podía
“explicar las relaciones del poder político legítimo con la coacción y el uso
de la fuerza, que no es violencia”. El “uso de la fuerza” y la violencia serían
cosas distintas. Insólito y, por cierto, desmentido por la filosofía “clásica”,
griega y escolástica. Santo Tomás de Aquino copia de Aristóteles que "La
violencia se opone directamente a lo voluntario como también a lo natural, por
cuanto es común a lo voluntario y a lo natural el que uno y otro vengan de un
principio intrínseco, y lo violento emana de principio extrínseco", en la
Suma de Teología, I-II, q. 6, a. 5.
Así, Etienne Gilson asegura, en el Capítulo VIII de la Segunda Parte de “El
Tomismo”, que para el Aquinate "Lo natural y lo violento se excluyen…
". Para redondear recordemos que Aristóteles en 'La Gran Moral' (I, XIII)
señala que "… por ejemplo, se puede obligar a un caballo a que se separe
de la línea recta por donde corre, haciéndole que cambie la dirección… Y así,
siempre que fuera de los seres existe una causa que los obliga a ejecutar lo
que contraría su naturaleza o su voluntad, se dice que estos seres hacen por
fuerza lo que hacen... Esta será, pues, para nosotros la definición de la
violencia y de la coacción: hay violencia siempre que la causa que obliga a los
seres a hacer lo que hacen es exterior a ellos; y no hay violencia desde el
momento que la causa es interior y que está en los seres mismos que
obran".
O sea, hacer una distinción entre “uso de la fuerza” y violencia es una burda
incoherencia y, si es católico, además desdice a la más profunda teología
cristiana que reafirma la Infinita Misericordia de Dios, esto es, que Dios
perdona absolutamente y a ninguna falta penaliza ni memoriza. Esto termina con
la idea del “uso de la fuerza” (la violencia) como castigo y queda por
analizarla en el caso de prevención delictiva. Solo el hecho de que esto supone
prejuzgar ya invalida el argumento, pero suponiendo que el prejuzgar la
comisión de un delito fuera “justo” o necesario, “el fin no justifica” los
medios, no puede cometerse un acto inmoral (la violencia) para evitar otro.
Se dirá que un mundo así de coherente sería utópico, pues no lo sería porque
hasta en los casos de defensa propia y urgente los métodos no violentos son los
eficaces. Por el contrario la “autoridad” que se basa en el “uso de la fuerza”
siempre destruye, como toda violencia, y por esto y no por otra cosa cuanto más
estatista (cuanto más se abusa del monopolio estatal de la violencia para
imponer “autoridad”) más destruido y pobre queda cualquier país.
Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland
(California). Galardonado con el Premio a la Libertad, otorgado por Fundación
Atlas para una Sociedad Libre.