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26/08/2013 | La guerra del averno

Alejandro Travaglini

Averno era el nombre, entre griegos y romanos, de un cráter cerca de Cumas, Campania. Según la mitología, era la entrada al inframundo… donde hoy está la "guerra contra las drogas".

 

Despiadada, inhumana y cruel como pocas, desde que comenzó con Nixon fueron encarceladas 40 millones de personas y solo en México desde 2006 murieron más de 60,000.

Esta guerra es la consecuente represión al establecerse la prohibición, que es solo un negocio de políticos y burócratas que, en realidad, pretenden el monopolio y permiten el tráfico a las mafias, que los sobornan adecuadamente. De otro modo, sin estos sobornos, el tráfico “ilegal” sería imposible.

La disyuntiva es: monopolio de los funcionarios o regulación natural a través del mercado o un sistema mixto como el aprobado por parte del Congreso uruguayo para regular el cultivo y la venta de marihuana siendo que su consumo ya es “legal”.

Farmacias habilitadas por el Gobierno la comercializarían y se permitirían hasta 40 gramos por mes por persona, límite que, seguramente, provocará tráfico de reventa ilegal. Según el presidente uruguayo: “la plata que gastamos para contrarrestarlo y los efectos que logramos… es la empresa más desastrosa del mundo”.

El costo de esta guerra, en Estados Unidos, superaría los US$ 50,000 millones anuales, según estimaciones, cifra astronómica que debería servir para paliar la marginalidad.

Además, ¿es lícito utilizar la violencia para evitar que alguien se suicide? No lo es, no es lícita la teoría del mal menor como claramente lo dejó establecido Juan Pablo II en su Encíclica “Veritatis Splendor”. Pero lo interesante del asunto es que no es lícito por la simple razón de que, para evitar cualquier acto negativo, lo más eficiente son los métodos no violentos como prevención, disuasión, etc.

Por tanto: no es lícito utilizar el monopolio estatal de la violencia (su poder de policía) para evitar que las personas ingieran drogas altamente nocivas. Y, además, ¿son tan nocivas? Sin dudas, pero curiosamente otras que son “legales” están causando más daño.

La sobredosis de fármacos recetados causa más muertes que la heroína y la cocaína. La nicotina es una de las drogas adictivas de mayor uso y el hábito de fumar es responsable del 90% de los casos de cáncer de pulmón y la inhalación pasiva del humo causa 50,000 muertes al año. Beber alcohol en exceso ocasiona 80,000 muertes anuales en Estados Unidos.

Las muertes atribuidas a sobredosis con medicinas recetadas para el dolor llegan a 15,000 por año, cifra que supera al número de personas que fallecen por sobredosis con heroína y cocaína, según el Centro para el Control y Prevención de Enfermedades.

Otro argumento es que la guerra se trataría del derecho a la legítima defensa ya que los drogadictos serían personas muy peligrosas para la sociedad.

En primer lugar, no está claro que sean de suyo peligrosos (salvo cuando consumen mezclas tóxicas debido a la mala calidad de lo ilegal), más parecen disminuidos físicos y mentales, en cambio sí es creíble que, una vez criminalizados por el Estado (en lugar de quedar visibles para ayudarlos), se conviertan en feroces delincuentes ante la imposibilidad de conseguir calmar su adicción por vías normales y a precios no monopólicos.

Pero, de nuevo, aun en el caso de la legítima defensa, los métodos moralmente aceptables son los pacíficos sencillamente porque son los eficientes.

El Heraldo (Honduras)

 



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