Como entidad política con personalidad propia, la Comunidad Sudamericana de Naciones es un proyecto en construcción, iniciado por iniciativa del Brasil en el año 2000 con la Primera Cumbre de Brasilia, que creó el proyecto de integración de la infraestructura física de América del Sur.
En la reunión de Guayaquil en 2002, los presidentes sudamericanos adoptaron una declaración política, que no avanzó mucho más de lo acordado previamente. Es en realidad en la Cumbre del Cuzco en diciembre del 2004 que se visualiza una meta más ambiciosa, consistente en la integración física, energética, comercial y política, no obstante que ya en ese momento se hicieron evidentes las diferencias en las visiones y los estilos presidenciales. Las pugnas de liderazgo se pusieron plenamente de manifiesto en la última reunión de Brasilia en septiembre del año pasado.
Conviene recordar que el mandato inicial consistió en acelerar la convergencia de la CAN y el Mercosur, lo que ha cambiado ciertamente desde que Venezuela decidió abandonar la CAN, decretando su defunción, e incorporarse como miembro pleno del Mercosur.
Estos cambios en las circunstancias sudamericanas no son datos menores en cuanto al diseño de la política exterior del país. Bolivia necesita en efecto un clima de cooperación creciente entre los países sudamericanos. En un contexto de confrontación, rivalidades y tensiones, se nos dificulta por cierto la realización de nuestros intereses nacionales y el cumplimiento de nuestros objetivos fundamentales en materia de relacionamiento internacional.
Con una superficie cercana a la mitad de todo el continente americano, una población superior a los 360 millones de habitantes y los mayores recursos de biodiversidad y agua dulce del planeta, América del Sur tendría que ocupar un lugar más destacado en el concierto internacional de naciones. Se trata, sin embargo, de una de las regiones que más ha retrocedido en su gravitación global, cualesquier indicador que se utilice para comparar la presencia de la región desde mediados del siglo pasado hasta el presente.
Para recuperar el lugar perdido, América del Sur necesita construir una plataforma económica y establecer mecanismos eficaces de consulta y coordinación política, y a estos efectos es imprescindible superar las fuerzas centrífugas que han aparecido en la región y que se suman a los antiguos conflictos imperantes entre varios pares de países. El mayor esfuerzo tendría que orientarse a concertar algunas reglas básicas aceptadas por todos con miras a evitar la conformación de dos grupos contrapuestos con alineamientos automáticos en ambos lados, con características de guerra fría, como ya se ha anticipado.
Toca a Bolivia proporcionar la sede de la próxima Cumbre Sudamericana hacia fines de año, lo cual demanda de por sí un esfuerzo sustantivo de parte del país, tanto en términos de la logística y la seguridad que exigen estos encuentros, así como en lo que atañe a la agenda y los resultados esperados del evento.
Los desafíos para nuestra Cancillería son mayores aún en vista de que el país preside la Comunidad Andina de Naciones, lo que constituye un compromiso sustantivo con dicho mecanismo, al mismo tiempo que tiene obligaciones derivadas de su calidad de anfitrión y, por último, también resulta comprensible que busque avanzar en sus objetivos propios. La diferenciación y coordinación entre tales objetivos será sin duda la primera condición para una reunión exitosa.
*Horst Grebe L. es economista.