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18/03/2018 | Opinión - Europa : El declive del socialismo europeo

Jaume Masdeu

Sólo cinco primeros ministros de la UE son socialistas, ninguno de los grandes.

 

En el jardín europeo las rosas socialistas se están marchitando. Con dificultad para adaptarse a una sociedad cambiante y frente a la competencia de nuevas fuerzas políticas, el símbolo de la socialdemocracia pierde hojas en cada convocatoria electoral. Si el socialismo fue, junto con la democracia cristiana, uno de los pilares sobre los que se construyó la democracia europea después de la Segunda Guerra Mundial, hoy ha entrado en declive en un continente zarandeado por las fuerzas populistas. El 2017 fue un annus horribilis para la socialdemocracia, que perdió elección tras elección, y el 2018 se estrenó con un duro varapalo, el fracaso del Partido Demócrata italiano en las elecciones del 4 de marzo.

El informe de daños del socialismo europeo puede desanimar al militante más convencido. La pérdida de poder es patente tanto a escala nacional como de la Unión Europea. De 28 países de la UE, sólo en cinco el primer ministro pertenece a fuerzas socialdemócratas: Portugal, Suecia, Malta, Eslovaquia y Rumanía. Son pocos países, periféricos y de tamaño e influencia modestos. Girando el foco hacia las instituciones comunitarias, aparecen tres presidentes del Partido Popular Europeo. Donald Tusk en el Consejo, Jean-Claude Juncker en la Comisión y Antonio Tajani en el Parlamento. El premio de consolación para los socialdemócratas se reduce a la Alta Representante para la Política Exterior, Federica Mogherini. En número de eurodiputados son la segunda fuerza política, con 188, pero a distancia de los populares, que suman 219, y en las próximas elecciones, ya post Brexit, no contarán con los laboristas, que ahora les aportan 20 escaños.

La caída de Italia, el último gran bastión socialdemócrata, fue una crónica anunciada. “Son tiempos difíciles para nuestra familia política”, reconoce Serguéi Stanishev, presidente del Partido de los Socialistas Europeos (PES), que reúne a 34 formaciones de esta ideología. En poco más de un año han perdido los gobiernos de la República Checa, Austria, Francia y Holanda, y no fueron simples derrotas, sino grandes fracasos. Es el caso de los socialistas franceses, que pasaron de tener la presidencia a situar su candidato en quinta posición, con un 6% de los votos. En Holanda, los socialdemócratas también cayeron a porcentajes similares, un 5,7%. En Alemania, la gran coalición castigó al SPD, que obtuvo su peor resultado en casi medio siglo. “En tiempos de crisis, que no cunda el pánico”. Es la receta de Stanishev, que considera que la urgencia de los socialdemócratas es fijar una identidad clara. Cree que uno de los grandes problemas es que no han conseguido diferenciarse de la derecha, que se les ha asociado con las políticas de -austeridad.

Es tentador culpar a la crisis económica del declive socialista, pero según muchos analistas, es erróneo. La crisis puede haber actuado como factor de aceleración, pero las raíces son profundas y vienen de más lejos. Todo arrancaría de la dificultad de los socialdemócratas para adaptarse a los cambios estructurales y tecnológicos de las sociedades europeas. Además, hay que añadir su dificultad para marcar perfil propio y diferenciarse de la derecha mientras tienen que competir con nuevas fuerzas políticas.

“En tiempos de crisis, que no cunda el pánico”, recomienda el presidente del PES

Algunos colocan el inicio del retroceso a finales de los noventa, cuando triunfó la tercera vía en las filas socialdemócratas. Son los tiempos de Tony Blair en el Reino Unido y de Gerhard Schröder en Alemania. Para unos era la renovación de la socialdemocracia, para otros, fue una traición en toda regla. Stanishev, del PES, considera que la crisis actual tiene sus raíces en aquella época, “cuando se impusieron unos eslóganes que proclamaban que el mercado lo era todo, que era capaz de autorregularse, pero después quedó bien patente que sin regulaciones lo que se creó fue una gran burbuja”.

Maria Freitas, del FEPS, un think tank socialista, reconoce que “no estamos poniendo nuestra agenda al día tan rápidamente como se mueve la realidad”. Afirma que el gran problema de los socialdemócratas es que no se les identifica como alternativa y propone que “la coalición hacia la izquierda es una solución potencial para reconectar con nuestras bases y aportar políticas progresistas”. Cita el caso de Portugal, la estrella ascendente en el firmamento socialdemócrata. Su primer ministro, António Costa, participó esta semana en el pleno del Parlamento Europeo, donde ofreció un mensaje en positivo: “No podemos esperar más de Europa sin ofrecer más a cambio… Portugal está preparado para aumentar su contribución al presupuesto”. En estos días, Portugal es aplaudido por todos en Europa. Por los fiscalmente conservadores, que lo colocan como ejemplo de país rescatado que ha sabido salir de la crisis y volver a la senda del crecimiento, y por los socialdemócratas, que ven en él uno de los escasos ejemplos de gobierno socialista de éxito.

Maria João Rodrigues, presidenta interina del grupo socialista en el Parlamento Europeo, defiende que hay que adaptarse a cada escenario, que en Portugal era necesaria la alianza de las izquierdas, pero en Alemania la integración del SPD en la coalición de gobierno da un peso a los valores socialdemócratas a escala europea. Unos valores, dice Rodrigues, más necesarios que nunca en el mundo de la Rusia de Putin, la China de Xi Jinping y los Estados Unidos de Trump. La alternativa que plantea para los socialistas es actualizar su agenda para incluir a los millones de jóvenes que trabajan en un entorno digital y ser capaces de controlar al poderoso sistema financiero .

Los socialdemócratas se ven obligados a competir en la escena electoral con nuevas fuerzas políticas con más capacidad de comunicación y que llegan mejor al público. “Los socialdemócratas no conectamos con los trabajadores de hoy en día –afirma Maria Freitas, del think tank socialista–, proponemos unas políticas que vienen del pasado”. Ahí es donde los nuevos movimientos les roban discurso y electores. “Hay una identificación del votante con el líder, más que con la idea –dice Freitas–, Macron es atractivo para la izquierda y para la derecha. Está secuestrando la agenda política de los dos lados. Es el chico más listo de la ciudad”.

También Iratxe García, jefa de la delegación del PSOE en el Parlamento Europeo, critica el fenómeno Macron: “Funciona copiando discursos y proyectos que algunos defendemos desde hace mucho tiempo”. Lo cierto es que Macron ha sabido abrirse camino y pescar en electorados de derecha e izquierda, y con la osadía, muy rara en estos días, de pedir el voto con un mensaje abiertamente favorable a la Unión Europea. La apuesta le salió bien. En cambio, los socialdemócratas siguen en su laberinto. ¿Cómo salir de él? Según Iratxe García, se trata de reivindicar un espacio propio, centrarse más en decidir primero dónde colocarse y sólo después plantearse con quién aliarse: “Fuimos capaces de remontar, y ahora tenemos que reivindicar que somos una izquierda europeísta que construye”.

***Jaume Masdeu, Bruselas, Corresponsal

La Vanguardia (España)

 



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