Los demócratas perdieron el estado ante Glenn Youngkin, un republicano de corte moderado nada parecido a Donald Trump.
El avance republicano en las elecciones del pasado
martes, con la victoria en Virginia y casi un empate, contra todo pronóstico,
en Nueva Jersey, ha dejado claro que los vientos políticos en Estados Unidos
soplan desde la derecha. Hace justo un año, Joe Biden ganó en ambos estados con
una ventaja de 10 y 16 puntos, respectivamente. Un margen que se ha evaporado
tan rápido como su popularidad, 15 puntos más baja que al principio de su
mandato. Pero los demócratas no son los únicos perdedores de los comicios.
Desde el banquillo, cierto expresidente reaccionaba de manera extrañamente
airada a las victorias de su propio partido.
“Sin MAGA [acrónimo del Make America Great Again: el
movimiento político trumpista], él habría perdido por 15 puntos o más”, dijo
Donald Trump del gobernador electo de Virginia, Glenn Youngkin, durante una
entrevista de radio. “En lugar de darnos crédito, dicen, ‘Oh, él es más popular
que Trump’. Es increíble”.
Lo cierto es que Glenn Youngkin evitó en lo posible la
asociación con Donald Trump. El expresidente no había apoyado públicamente a
Youngkin hasta que este consiguió la nominación del partido a las elecciones.
Ni siquiera se conocían. Una vez en campaña, Trump tampoco fue a dar un mitin
en Virginia. Aun así, cuando Youngkin ganó los comicios, Trump dio las gracias
a sus propias bases por hacerlo posible.
El mensaje de Youngkin, si bien tocó algunos de los temas
favoritos del trumpismo, adquirió un cariz más suave y trató de apelar a los
votantes moderados de las periferias. Su estrategia funcionó, y no porque los
demócratas se descalabrasen. El candidato demócrata, Terry McAuliffe, recibió
más votos que el actual gobernador, Ralph Northam, en 2017. Pero Youngkin sumó
todavía más y se llevó el premio.
Como apunta David A. Graham en 'The Atlantic', el secreto
parece haber estado en esos votantes que viven a las afueras de las ciudades,
los clásicos “republicanos de club de campo”, conservadores, pero más
adinerados y urbanitas que el clásico seguidor de Trump. Votantes que, en 2020,
según datos de la CNN, habrían migrado significativamente a las filas
demócratas. En Virginia, Biden ganó este segmento con una proporción del 53% de
los votos contra el 45% de Trump. Youngkin, el martes, dio la vuelta a los
números: 53% contra el 47% de McAuliffe.
“Youngkin se parece al nominado presidencial republicano
de 2012, Mitt Romney, más que a Trump”, escribe Graham, “y en las primarias
derrotó a un candidato más trumpiano, Pete Snyder. Elevar a candidatos más extremistas
podría poner los intereses de Trump en contra de los intereses del partido”.
La pregunta es si el ejemplo de Virginia es una excepción
o podría reproducirse, en las legislativas de 2022 y las presidenciales de
2024, en otros estados. Una hipótesis a la que invita el hecho de que se trata
de un estado bisagra, en el que las fuerzas políticas nacionales están bien representadas
y que suele considerarse un termómetro de hacia dónde se va a inclinar la
balanza del Congreso.
Y una pregunta aún más candente, que no deja de sonar
allí donde se habla de política, es ¿qué planea Donald Trump con todos estos
comentarios? Más concretamente: ¿se volverá a presentar en 2024? Hay dos grupos
enfrentados al respecto.
Trump no volverá
En contra juega el hecho fundamental de que Donald Trump
carece de sus clásicos instrumentos para hacer campaña y modelar a golpes la
opinión pública. Especialmente, su joya de la corona, Twitter. El expresidente
fue defenestrado de las principales redes sociales después de incitar a la
rebelión contra los resultados de 2020 y acabar viendo cómo una turba de sus
seguidores asaltaba el Congreso. Ahora, sus intervenciones se reducen a
entrevistas puntuales que apenas generan algún titular, a algunos mítines y a
esas andanadas de 'e-mails' enfadados en que arremete contra todo.
Además, los tiempos han cambiado. No estamos en 2016.
Donald Trump ya no es una novedad en política y fue precisamente su rol de
novedad, de candidato fresco, 'antiestablishment', políticamente incorrecto, lo
que le permitió vencer a la que por entonces era el epítome del sistema,
Hillary Clinton. El populismo hace cinco años era, también, algo nuevo y los
periodistas no podíamos dejar de examinarlo como si fuese una nueva especie
animal. Un poder de fascinación que ha sido visiblemente reducido, lo cual no
ayudaría a la marca rebelde del magnate.
Hay que recordar, también, que Trump siempre dependió de
una base de votantes muy reducida. Una base especialmente rural, blanca y
masculina, que resultó determinante a la hora de llevarse un puñado de estados
clave, pero que electoralmente es frágil. Ha sido, con diferencia, el
presidente más establemente impopular de la historia. Sus índices nacionales
jamás llegaron al aprobado del 50%.
Las vicisitudes de Virginia, que podrían indicar un
retorno de los republicanos algo más moderados, se sumarían a este bloque de
razones. Añadamos una última, la de la edad. Donald Trump se presentaría a las
presidenciales con 78 años. Es la misma edad actual de Joe Biden, pero Trump,
si nos ceñimos a su historial, tiene una manera mucho más feroz, incansable y
personalista de hacer campaña, él solo, sin necesidad de asesores ni
estrategias sofisticadas. Son él, su micrófono y su (ya no) Twitter. ¿Tendrá
los mismos ímpetus, y las ganas, otra vez, de presidencia con casi 80 años?
Trump sí volverá
Pero luego están las razones que favorecen la hipótesis
de su vuelta. La primera de ellas, sus leales votantes. Una encuesta de Yahoo
News/YouGov indica que el 66% de los votantes republicanos sigue creyendo, pese
a las toneladas de evidencias en contra, que a Trump le robaron las elecciones.
Es más, otro sondeo, este de Qunnipiac University, dice que la ratio de
simpatía hacia Trump entre los electores republicanos es del 86%. Su desafío
histórico a la transición pacífica de poder no parece haber hecho mella en la
lealtad de sus seguidores.
Si miramos a 2024, el potencial candidato con más
posibilidades de ganar las primarias sigue siendo Donald Trump. Un 47% de los
votantes republicanos sigue queriendo que sea presidente. Ninguno de los otros
nombres que más suenan, como el del gobernador de Florida, Rick DeSantis,
supera el 13% de apoyos.
Quizá con la cita electoral en mente, Donald Trump está
de campaña. Desde el pasado junio, ha dado seis mítines, el último de ellos en
Iowa, donde estuvo acompañado de la flor y nata del Partido Republicano local.
Junto a él estaba el senador del estado, Chuck Grassley, que el pasado 6 de
enero tuvo que ser escoltado a un lugar seguro del Congreso para salvar su vida
de las hordas trumpianas. En aquel entonces se le veía muy enfadado,
describiendo el asalto como “un ataque contra la mismísima democracia
estadounidense”. En octubre, se subió al escenario con Trump, en mangas de
camisa y con una gran sonrisa campechana en el rostro.
Y luego están los cofres. La campaña de Trump no ha
dejado de pedir y recaudar dinero. El pasado abril, según CNBC, el principal
'superpac' de Trump contaba con 85 millones de dólares, 10 veces más dinero que
el que tenía en la primavera de 2017, cuando ya era presidente. Un tesoro
electoral muy superior al de cualquier otro potencial candidato republicano.
Cinco años, además, no han pasado en balde. Si bien
Donald Trump perdió las elecciones, durante su mandato hizo lo posible por
elevar al Congreso y a los gobiernos estatales figuras afines a su ideología y
su estilo de gobernar. Con representantes como Marjorie Taylor-Greene, Madison
Crawthorn o Laure Boebert, el Congreso es hoy más trumpiano que en 2017.
Recordemos que, a principios de este año, solo 10 de los 211 republicanos de la
Cámara de Representantes votaron a favor del 'impeachment' a Trump por el
ataque al Capitolio. Diez republicanos que, desde entonces, o han sido víctimas
del ostracismo o han vuelto al redil.
Hay un par de razones más, que señala el columnista David
Frum. Una, que Trump aprovechará el resentimiento electoral de 2020 como
combustible de campaña, así como la “nostalgia prepandemia”, con aquella
economía poderosa que hundió el virus. Dos, Trump ha pasado cuatro años en la
Casa Blanca. Ha aprendido. Tiene más experiencia. La puede usar. Y una última:
si hay algo constante en toda la vida y obra del demagogo, es su deseo de
venganza, de igualar las cuentas. Y, desde su punto de vista, tiene una enorme
cuenta pendiente con Estados Unidos.
https://www.elconfidencial.com/mundo/2021-11-08/derrota-democrata-virginia-victoria-problemas-trump_3319650/