Esos papeles son emitidos con el propósito de financiar el ya muy grande déficit en las finanzas públicas causado por un excesivo gasto estadounidense durante los últimos años.

Adquiridos por muchos países del mundo, tales documentos financieros exigibles a la vista sumaron 2 billones 135 mil millones de dólares. De ellos, 639 mil forman parte de las reservas monetarias japonesas (30%).

China por su lado ha invertido en pocos años 350 mil millones en esos títulos como parte de sus activos internacionales. Y la cifra aumentará. Tan monumental magnitud podría equipararse a la del producto bruto de no pocos países. Las inversiones chinas en esos bonos superan, por ejemplo, al valor total de las exportaciones mexicanas durante 2006.

La adquisición china de esa cuantiosa parte de la deuda pública estadounidense empezó con montos relativamente pequeños. Creció hasta llegar a las escalas hoy conocidas. Ello ha ocurrido así en la medida del enorme déficit comercial y presupuestal estadounidense y su constante incremento como consecuencia de las fracasadas aventuras militares de EU en el Medio Oriente.

El concepto de la seguridad nacional se ha modificado en el curso de los años postreros del siglo XX y en los iniciales del XXI. En épocas no muy remotas, las reflexiones en su torno se constreñían sólo a la cuantificación del armamento, la tecnología militar, la disponibilidad de cohetes intercontinentales convencionales y atómicos, el número de soldados y marinos, pilotos, aviones y barcos. Recordemos la bautizada por Reagan "guerra de las galaxias" y también el sistema de defensa antibalística impulsado por el mismo presidente y sus sucesores.

A las concepciones tradicionales desarrolladas para describir la idea ortodoxa de la seguridad nacional han venido añadiéndoseles otras dotadas de carácter puramente económico. Y ello es así como resultado, entre muchas causas, de la imparable emergencia de China como factor decisivo en el planeta. Al invadir los mercados mundiales y, en esa arremetida, a los muy internos de Estados Unidos, los chinos han comprado un "seguro" apto para actuar contra las no del todo descartables acciones procedentes de la belicista oligarquía estadounidense.

Al adquirir de manera continua y acelerada esa ingente cantidad de bonos lanzados por el gobierno washingtoniano, los chinos se han convertido en inesperados y poderosos acreedores de la más grande economía del orbe.Si estallara un conflicto mayúsculo, a resultas del cual corrieran peligro su economía o sus aspiraciones encaminadas a erguirse -en muchos sentidos ya lo son- como descollante potencia mundial, los chinos podrían responder con una represalia incontestable: la drástica liquidación de los bonos de marras. Ello causaría disturbios inmensos en los mercados internacionales, en especial en los de Estados Unidos. Y, por ende, en la seguridad y en el equilibrio comercial y financiero de muchos países.

Tan superabundante oferta de bonos ocasionaría el inmediato desplome de su precio y la simultánea alza -a límites incontrolables- de las tasas de interés norteamericanas. Las hipotecas, los créditos para la inversión y el consumo, así como una buena cantidad de financiamientos públicos y privados destinados a bienes y servicios, ascenderían a costos siderales. Ello frenaría de manera violenta al proceso económico de Estados Unidos. Y eso no sólo sería catastrófico para los yanquis sino, también, para México, América Latina y un crecido número de países europeos: sobrevendría la recesión mundial. Los comunistas chinos entendieron muy bien la sustancia, la mecánica y las tripas del capitalismo.

Analista político