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04/07/2007 | Turquía - El poder de la mafia

Ricardo Ginés

Estaba enamorado de las armas y de un Chevrolet del 59, barnizado en negro. Su nombre: Necdet Elmas, según fichas policiales. Un hombre alto, mujeriego, con mirada de determinación y de profesión bien remunerada: asaltante de bancos.

 

Su pasión, acelerar su ángel negro del 59 hasta los 180 kilómetros por hora cuando era perseguido por la policía y la soldadesca a comienzos de los 70 en perdidas carreteras de Anatolia o Tracia. A esa velocidad, entonces, era imposible cazarlo.

Con clase y gafas de sol, Elmas se convirtió en héroe para muchos turcos el 18 de agosto de 1961, cuando en un asalto tranquilizó a un asustado testigo: "No temas, no me llevaré tu dinero, porque eres obrero". Al final, cuando ya se sabía acorrolado, pidió afeitarse antes de salir de su madriguera para ser retratado a su gusto en las fotos que llevarían las portadas de los periódicos del día siguiente.

Todavía recordado en su país, con el tiempo Elmas incluso se ha convertido en leyenda y en la figura principal de un libro, su biografía, Gangster dicen- a Elvis Presley. Un hombre hecho a sí mismo en la violencia de las calles de la Anatolia profunda antes de pasar a ser uno de los capos más importantes que la mafia turca haya tenido nunca. Hay numerosos libros y webs dedicados a su persona. Culto, respeto, admiración y condena.

Çatli encontró la muerte en un accidente de coche, un Mercedes negro, en 1996 en la localidad que daría nombre a uno de los mayores escándalos de la historia turca: Susurluk. Junto a él, también muertos, una reina de la belleza que había conocido días mejores y el jefe de la lucha antiterrorista estambulí. Aquel día de noviembre plomizo, Çatli era un fugitivo de la justicia por estar vinculado al tráfico de heroína, pero llevaba un pasaporte diplomático con el sello oficial del ministro del Interior, Mehmet Agar.

De este modo, Susurluk reforzó las sospechas de que existían vínculos entre mafiosos y políticos, militares y agentes corruptos de los servicios secretos turcos. En los años que precedieron a Susurluk, varios periodistas turcos que investigaban las relaciones entre traficantes de heroína y altas esferas policiales fueron asesinados por escuadrones de sicarios.

Según el informe final de la comisión parlamentaria que investigó ese suceso en 1998, agencias de la seguridad turca apoyaron a matones de extrema derecha y bandas de narcocriminales que estaban implicados en atentados con bomba, secuestros y otros ataques terroristas, responsables de gran parte de las más de 30.000 muertes que ha causado el conflicto con la población kurda desde que el PKK se levantara en armas en 1984. Según el mismo informe, Çatli estaba colaborando con los servicios secretos turcos desde el golpe de estado en 1980 a pesar de ser un fugitivo de la justicia. También lo hacía cuando, según confesión propia, suministró a Ali Agca la pistola con la que atentó contra el Papa en 1981.

Los investigadores parlamentarios, empero, no llegaron muy lejos. Adujeron que algunos miembros del ejército y agencias de seguridad estaban bloqueando sus investigaciones. Más aún: la mayor parte de los terroristas de extrema derecha que han conmocionado Turquía en las últimas decadas han escapado del castigo por sus crímenes. A pesar de las investigaciones, juicios y condenas, los vínculos más controvertidos nunca fueron esclarecidos.

"Todo comenzó en 1992 con el cambio de estrategia en el combate contra el PKK", piensa Ismet Berkan, redactor jefe del diario Radikal,uno de los periodistas de investigación más conocidos en Turquía. En su opinión, a partir de ese momento comenzó la guerra sucia contra la población kurda. Berkan lleva guardaespaldas, como otra veintena de intelectuales después del asesinato del periodista de origen armenio Hrant Dink en enero.

El Consejo de Seguridad Nacional, formado por líderes civiles y militares, en su "nuevo concepto de contrainsurgencia", apostó por la creación de escuadrones con presencia de destacados miembros de la mafia turca. Así se desprende de documentos remitidos a Berkan por un ex oficial de seguridad turco. Después de la muerte en extrañas circunstancias del entonces presidente, Turgut Özal, que se opuso a esta política, entre los años 1993 y 1995 cientos de kurdos de toda clase y condición fueron asesinados, secuestrados o desaparecidos.

El punto de inflexión lo tuvo paradojicamente el éxito del concepto de "contrainsurgencia". Berkan considera que la avaricia rompió el saco entre 1994 y 1995, cuando las bandas ligadas al Estado se hicieron con los enormes beneficios de las rutas de tráfico de heroína y lavado de dinero, hasta entonces en manos de organizaciones kurdas. El botín ascendía a más de 20 millones de dólares al año y desató una guerra interna entre unidades estatales y organizaciones mafiosas. Y así hasta hoy, dicen muchos.

Entre ellos, Fikri Saglar, uno de los investigadores claves de la comisión parlamentaria que investigó Susurluk. La nefasta herencia de la guerra sucia contra el PKK es "un sistema que se ha ido fuera de la ley, intenta arrinconar a la democracia y cree que la soberanía no reside en a las personas, sino en una estructura militar", conocida como "Estado profundo" (derin devlet).La guerra sucia contra los kurdos facilitó vínculos con policías y militares corruptos

Como regla general, siempre que hay un atentado con dimensiones políticas de gran calado que socava la república no tarda en aparecer su sombra. Para, a continuación, diluirse en la nada. En la línea roja de no poder o querer seguir investigando. Así ha pasado con el asesinato de Hrant Dink, el del sacerdote católico Andrea Santoro o, más recientemente, la tortura y matanza de tres trabajadores de una editorial evangélica en Malatya.

Según se desprende de los interrogatorios realizados a los asesinos, de nuevo jóvenes sin oficio ni beneficio, un oscuro personaje habría asesorado y prometido protección oficial a su cabecilla. "Durante años, Malatya ha sido una ciudad clave en lo que respecta a sucesos sangrientos y actividades ilícitas cuidadosamente planeadas, como el narcotráfico y el contrabando de armas. Personajes involucrados en asesinatos políticos, mafiosos y narcotraficantes como Mehmet Ali Agca; Mehmet Sener, jefe de la gendarmería, o Abuzer Ugurlu, uno de los grandes mafiosos en el periodo de la dictadura militar, iniciaron sus actividades allí o son originarios de la ciudad de Malatya", indica Belma Akçura, experta en la mafia turca y el Estado profundo.

Por todo ello, personas como Akin Birdal, presidente de la Asociación de Derechos Humanos, lo tienen claro: "Si no se reabre el caso Susurluk y se investiga hasta las últimas implicaciones no habrá democracia".

La impunidad de que gozan implicados en el caso Susurluk lo muestra el hecho de que varios sospechosos serán candidatos en las elecciones generales anticipadas a julio. Es el caso del único superviviente, Sedat Bucak, que irá de número uno del Partido Demócrata en Sanliurfa. A Bucak, que trabajaba con Çatli, se le acusa de haber estado a cargo de 2.000 mercenarios kurdos en la guerra contra militantes del PKK. Además, en 1996 era parlamentario del Partido de la Recta Vía. La persona que le ha vuelto a llamar a filas, Mehmet Agar, ex ministro de Interior con Susurluk, será cabeza de lista del Partido Demócrata. "Abrir el caso Susurluk significa retar al sistema - indica Saglar-, por eso Erdogan no desea reabrirlo. No tiene el poder suficiente"

La Vanguardia (España)

 



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