La zona de exclusión de vuelo lo único que garantiza a estas alturas es que no habrá una matanza en Bengasi. Los desorganizados rebeldes no parecen capaces aún de tomar el poder. El dictador no ha sorprendido a nadie que conociese su larga ejecutoria y ha actuado como siempre: crueldad ilimitada, obcecación por mantenerse en el poder y astucia para evitar ser localizado por los enemigos.

El coste de la guerra preocupa: los aliados no han previsto recursos para un conflicto dilatado y las potencias más involucradas tienen otras urgencias presupuestarias. En Inglaterra, el conflicto libio coincide con un recorte muy serio de los gastos de defensa y los militares británicos se quejan de que empiezan a depender demasiado de la colaboración con Francia. Por su parte Gadafi tiene todavía una montaña de dinero en efectivo pero sus colaboradores más cercanos intentan desertar y en varias ciudades falla el suministro de petróleo para usos civiles, lo cual afecta a la producción eléctrica y al bombeo de agua. Si Gadafi no cae o no pacta su salida, se alargará el conflicto y puede resultar en una partición en dos países o convertirse en una guerra civil de duración indeterminada, que ganará quien más recursos emplee. Para evitar esta situación a la somalí habría que acordar entonces una segunda resolución de Naciones Unidas que permitiese tropas sobre el terreno, algo que sería difícil de conseguir.