Aécio Neves (Belo Horizonte, 1960) lleva la política en la sangre y su abuelo, Tancredo Neves, no dudó en meterlo en el oficio desde muy joven. Con tan sólo 21 años, le llamó para que le ayudara en la campaña para gobernador del estado de Minas Gerais. Tres años después, le ayudó también en la campaña presidencial con la que Tancredo se convirtió en el primer presidente de la nueva república, que marcaría los pasos de la redemocratización del país y el fin a la dictadura militar.

Tancredo falleció de un cáncer que fue escondido a la opinión pública antes de tomar posesión de su cargo y Aécio, ya licenciado en economía, fue nombrado director de la Caixa Económica Federal (caja pública del estado) con sólo 25 años. Diputado desde el 86, se afilió tres años después al PSDB, Partido de la Socialdemocracia Brasileño que, pese a llamarse socialdemócrata, es más próximo al liberalismo progresista y tiende a rechazar un excesivo proteccionismo del estado en la economía.

Neves representa el tradicional liberalismo social en la línea que marcó Fernando Henrique Cardoso en sus mandatos entre 1995 y 2003, cuando inició importantes políticas sociales con una estrategia económica menos intervencionista que la actual

Esa fue siempre la línea de Aecio, que en 2001 se convirtió en presidente del Congreso y un año después arrasó con un 60% de votos en las elecciones del estado de Minas Gerais. Como gobernador del estado, se bajó el sueldo y llevó a cabo una importante reducción de cargos políticos. Reelegido en 2006 con un 77% de los votos válidos, salió del cargo en 2010 con un alto índice de aprobación, suficiente para encarar desde el senado su carrera a la presidencia, legitimada el pasado año con su elección como presidente del partido por un 97% de los miembros de su formación.

Pragmático y proactivo, Neves empezó la carrera electoral como segundo hasta que Marina, mucho más conocida en el país, abrazó la candidatura del PSB. Hasta hace dos días, parecía claro que la segunda vuelta iba a ser cosa de mujeres. Pero el desvío de los ataques del gobernante PT y de su agresiva y millonaria campaña electoral hacia Marina Silva le han acabado abriendo las puertas de la presidencia.

Eso y una cierta inercia del elector al bipartidismo y el «voto de siempre». Su discurso, centrado en «enjuagar el aparato del Estado» y en una mayor eficacia y honestidad con menos burocracia -eso sí, sin recortes sociales- parece haber acabado calando entre el electorado indeciso.