Nicolas Sarkozy y sus principales mosqueteros se han convertido en destinatarios de una misteriosa campaña de intimidación. Destinatarios en sentido literal, puesto que el presidente, tres ministras y otros exponentes del partido gubernamental (UMP) han recibido amenazas de muerte por carta. Y no sólo de manera textual. El remitente o remitentes han adjuntado una bala dentro del sobre para simbolizar el desafío.

Queda el asunto bajo recaudo de la sección antiterrorista de la brigada criminal de París, obligada y constreñida a actuar de oficio por cuanto las amenazas conciernen al jefe del Estado, Rachida Dati (Justicia), Michèle Alliot-Marie (Interior), Christine Albanel (Cultura), Alain Juppé (alcalde de Burdeos) y una decena de exponentes del UMP.

No se han desvelado todavía oficialmente los pormenores de las cartas, pero el diario Sud Oest ha conseguido hacerse con el párrafo más suculento: «Vosotros creéis disponer de nuestras vidas, pero no es así. Somos nosotros los que disponemos de las vuestras y de las de vuestras familias y vuestros amigos», señalan las extrañas misivas comunes.

La diferencia de las amenazas estriba en el calibre de las balas remitidas. Casi todos los políticos han recibido una de 9 milímetros, mientras que la de Sarkozy es de 38 milímetros. Más o menos como si se tratara de una grotesca distinción jerárquica a favor del presidente.

El Elíseo desmintió ayer inicialmente la noticia, pero al final se avino a confirmarla y reconocer que el nombre y apellido de Nicolas Sarkozy aparecían en la carta junto a una relación de amenazas y exabruptos. «Presidente, ministros, senadores, sois responsables de leyes liberticidas y fascistas. Ahora no sois más que muertos », señala la carta.

Fue el senador y alcalde de Béziers, Raymond Couderc, el primero en sorprenderse con el correo el pasado 9 de febrero. Después se generalizaron las amenazas a otros colegas conservadores del parlamento, aunque la campaña de intimidaciones ha ido ganando objetivos de mayor importancia política en las primeras fechas de marzo.

No están firmadas las misivas ni se hacen particulares reivindicaciones.Tampoco parece que la policía gala vaya a tomarse demasiado en serio las amenazas. De hecho, la hipótesis de mayor verosimilitud consiste en que detrás de la operación postal se esconde un lunático o alguien aburrido.

La prueba está en que el lenguaje de las cartas se alimenta sospechosamente de la ficción mafiosa y de los recursos más prosaicos, es decir, al límite del amateurismo y de la emulación peliculera.

Siempre y cuando el verdadero objetivo no consistiera en dar la nota y en organizarle a Sarkozy un jaleo mediático. Lo habría conseguido el presunto descerebrado, toda vez que los telediarios y las web de los periódicos concedieron ayer a la noticia un destacadísimo lugar.