Al margen de valorar los errores o aciertos de la política de Álvaro Uribe, las FARC y Chávez han hecho del drama de los rehenes colombianos un negocio aún más rentable. Habrá que ver cuál será la posición de Sarkozy, de Lula y de los Kirchner, y de los demás actores involucrados en este drama.

Lo que está claro es que las FARC y Chávez han convertido éste en un juego más de su muy particular ajedrez de geopolítica regional, desde que en 2003 Dominique de Villepin abriera la caja de Pandora e iniciara en secreto el juego francés en pos de la liberación de Betancourt. Ha sido un error convertir a los rehenes y a sus familiares en cautivos de la perversa estrategia de una organización catalogada como terrorista por la Unión Europea y de un caudillo cuestionado por sus instintos totalitarios y, según varias versiones, aliado de la dupla narco-guerrilla, que encabezan las FARC. Más aún, el tema se ha convertido en un juego cruel al que los mediadores se han prestado sin considerar las implicaciones de largo plazo que esta crisis tendrá de no remediarse en forma efectiva; todo lo cual representa una expresión del impasse en que se ha sumido el problema.

A la luz del frustrante resultado de año nuevo en Villavicencio, Colombia, a donde los mediadores acudieron de buena fe llamados por Chávez como testigos de la liberación prometida de tres rehenes que nunca se dio, hay algunos aspectos que son dignos de resaltar. En primer lugar, Chávez, que viene de haber perdido por más de tres puntos su referéndum, intentó por un momento recuperar la iniciativa política en la región a expensas de la credibilidad de Uribe, quien ha mantenido durante estos días una diplomacia cautelosa. En este sentido, las FARC y Chávez, con su golpe de efecto —aunque ante las mentiras probadas ya no tanto—, pudieron haberle propinado un severo revés a la política de Uribe. Así, Uribe habría quedado expuesto a una estrategia ajena a su postura tradicional con respecto a los rehenes que, en su relativo éxito, lo haría replegarse y organizar nuevas alianzas regionales e internacionales a fin de recuperar la iniciativa perdida, escenario que aún es factible. Antes del fiasco de la Operación Emmanuel, las FARC contaban y cuentan con tantas cartas como rehenes para seguir negociando su reposicionamiento, lo cual le daría fuerza para seguir en su ofensiva mediática. Ahora, el desprestigio de la guerrilla y de Chávez es aún mayor, pero lo más importante es que pierden legitimidad ante la comunidad internacional, no importa cuál sea la declaración que lea el presidente o lo que declaren sus aliados de las FARC.

Las relaciones peligrosas de Chávez han arriesgado seriamente la vida e integridad de los rehenes, pero, sobre todo, se envileció un problema que es prioritario resolver para el Estado y la sociedad colombianos. Las FARC, con ayuda de Chávez, montaron un operativo de juegos de poder que Chávez le impone a cuanto líder o ciudadano latinoamericano se deja. Dado el tufo demagógico que ha tenido este montaje, bien vale la pena valorar los escenarios de potencial desgaste que supondrán las alianzas con Chávez en estas y otras lides en el futuro. Hoy en día, Argentina, Brasil, Cuba, Bolivia, Francia y Suiza quedaron embarradas con la pantomima chavista. Tanto ellos como la comunidad internacional merecen una explicación que se ahorre las ruindades y pequeñeces de una geopolítica facciosa que en nada contribuye a mejorar el clima sociopolítico de la región. Feliz Año a los lectores.

jlvaldesugalde@gmail.com