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20/05/2010 | ¡Vamos a Washington!

Jose Luis Valdés Ugalde

Si el gobierno mexicano no viviera —parafraseando al poeta Miguel Hernández— una vida desatenta, tendría que estar considerando seriamente el discurso de Hillary Clinton del pasado 12 de mayo en la Conferencia de las Américas, antes de ponerle punto final al que dará Calderón el 20 de mayo ante el Congreso estadunidense. Clinton afirmó que “la brutalidad, el barbarismo de los traficantes de droga en México”, se encontraba “más allá de la imaginación”.

 

Además juzgó que se necesitaban “estrategias más inteligentes, más efectivas, para afrontar esta amenaza continua a la sociedad civil, a la legitimidad gubernamental, a la autoridad del gobierno en áreas que necesitan estar controladas”. Clinton concluyó con un duro llamado de atención: “Tenemos buenos ejemplos de lo que trabaja, pero no estamos para nada cerca de lo que consideraría una estrategia efectiva.” Se trata, esta última parte sobre todo, de una declaración que hay que saber leer bien y se impone como preámbulo a la visita de Calderón a Washington en esta semana. ¿Nos está diciendo la secretaria de Estado que la estrategia del gobierno mexicano no es efectiva? ¿Se encuentra la diplomacia estadunidense ante un límite impuesto por la incapacidad endógena del sistema de seguridad nacional de México para ser consistente y dar resultados? ¿Será que el enredo es de tal magnitud dentro del gobierno que el embajador Pascual ya no sabe a qué interlocutor creerle y a cuál ofrecerle qué? ¿Es esta una razón para pensar que Washington (en este caso Foggy Bottom) ve con enorme recelo la estrategia puramente militarista de Calderón y está pidiendo, por tanto, políticas “más inteligentes”? ¿O será que, desde su perspectiva, sólo una estrategia integral será creíble y exitosa y, por ende, digna de apoyarse? ¿Estiman Obama y Clinton que EU actuó irremediablemente tarde frente a un antiguo y grave problema?

En todo caso, con esta declaración de Clinton, con la ya histórica decisión de compartir la responsabilidad y el riesgo con México desde el inicio de la administración de Obama y de lanzar una estrategia a cinco años con el propósito de reducir 15% el consumo de estupefacientes, Washington parece estarse preparando con miras al futuro. Está aceitando la maquinaria estatal y afinando el centro racional de toma de decisiones —que, cuando funciona, lo hace bien—, a fin de dar una respuesta efectiva a una amenaza que tiene múltiples aristas y de pasada le estaría dando sustento a las iniciativas de alto nivel que comparte con México para coadyuvar al impulso de una estrategia más realista en el combate al crimen organizado. Todo esto constituye un desafío para el gobierno de Calderón, que ciertamente está lejos de tener éxito mediante la estrategia actual. Falta que comprenda que no hay varios elementos centrales que deben ser incluidos y están enmarcados en las Convenciones de Palermo y Mérida, de la ONU, que nuestro país ha suscrito. De acuerdo a estas convenciones, México está obligado a cumplir con los cuatro fundamentos que ya han consumado naciones como EU, Italia y Colombia, a saber: 1) lograr una eficaz coordinación interinstitucional de los órganos de inteligencia fiscal, aduanal y judicial de los dos países, para desmantelar el poder financiero de los carteles; 2) limitar al mínimo la “inmunidad” de los funcionarios corruptos, es decir, tolerancia cero a la corrupción de cuello azul, blanco, policiaca y militar; 3) un nivel total de cooperación y coordinación con EU y, 4), armar una red nacional de prevención del delito a base de apoyarse también en las organizaciones de la sociedad civil.

Esta podría ser la estrategia “inteligente” a la que Clinton se refirió y de la que parece depender el éxito completo de la política anticrimen de México. Si nuestro país sigue embistiendo en el teatro del enfrentamiento armado, pero falla en el de la estrategia integral que incluya los elementos señalados, no tendrá éxito en la tarea propuesta. Las consecuencias podrían ser el agravamiento del estado de salud del conjunto del sistema, político, judicial, criminal y de seguridad pública, y la conversión de México en una amenaza imparable, no sólo en el caso de los vecinos al norte, sino del continente entero y, sobre todo, para el conjunto de la sociedad civil que padece los efectos inmediatos de una guerra de pronóstico reservado. Ojalá Calderón pueda ser capaz de convencer, en su visita a Washington, que México es un socio viable y con credibilidad.

*Profesor-investigador visitante, División de Estudios Internacionales del CIDE

joseluis.valdes@cide.edu

Excelsior (Mexico)

 


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