Esta no es la primera vez que McCaffrey nos ofrece el crudo análisis sobre nuestro país, que lo ha caracterizado desde que se hizo cargo de su cátedra en West Point. Tanto en su documento de diciembre pasado como en el de septiembre de este año, el general retirado ofrece un análisis lamentable, pero cierto, sobre nuestra vida pública.

En el documento Desafíos estratégicos que Enfrenta la Administración de Obama y del cual Excélsior informó el domingo pasado, señala que México padece un fracaso económico severo y afronta una violenta guerra contra una fuerza narcocriminal compuesta por 100 mil personas y concluye que esta lucha es central para la seguridad de México y la de EU. Lo más notorio de este reporte es un hecho paradójico, señalado repetidamente en este espacio editorial: a pesar de que el gobierno de Obama se ha comprometido en el apoyo a México, tanto a través de la Iniciativa Mérida (IM) como de otras instancias intergubernamentales ad hoc, creadas desde que recibimos las primeras visitas de funcionarios de alto nivel de Washington, este apoyo está siendo otorgado tardía e ineficientemente. McCaffrey sostiene una evidencia por todos conocida: EU ha proveído un apoyo modesto de 400 millones de dólares previstos en la IM, pero que quedan ya infinitamente chicos frente a lo grave del problema de la inseguridad.

Las explicaciones a esto son diversas y complejas. Por un lado están las presiones de sectores políticos y de opinión estadunidenses para detener y hasta congelar la ayuda, con el argumento de que las nuestras son estructuras políticas y sociales poco confiables y corroídas por la corrupción, argumento al que no le falta razón, pero no es suficiente para abandonar así un asunto de la máxima gravedad para la seguridad de Washington, todo lo cual es antitético con las prioridades expresas de ese gobierno.

La otra razón es que en México no se ve ni se siente una fuerza política y social lo suficientemente fuerte que represente una presión para que EU actúe con más diligencia en esta materia. Esto último es patente en la pasividad del Legislativo para tomar un asunto de esta gravedad en sus manos.

Una última es, lamentablemente, la ineficiencia del Cisen, que no es capaz de producir información veraz y certera de inteligencia que nos lleve a la construcción de una agenda de riesgo comprehensiva, coherente y socializada adecuadamente. Si estos escollos no quedan debidamente salvados y nuestro mandatario no se responsabiliza directa y visiblemente de esto, será muy difícil afirmar que McCaffrey y compañía no tienen razón y coadyuvar así a que a Obama le desaten las manos los sectores más recalcitrantes del establishment que se oponen a una salida decente al embrollo mexicano. Quizás a Obama se le tendría también que informar que, en esta materia y otras fundamentales para la sostenibilidad del país, no avanzamos, porque nuestro sistema está profundamente anquilosado.

Al final de cuentas lo cierto es que, sin reformas multidimensionales, México seguirá siendo identificado en Norteamérica (y esto incluye a Canadá) como un socio cada vez menos creíble y viable de cara a las exigencias de modernización que la región y el globo tienen enfrente.

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