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01/12/2008 | México - Calderón: luz y sombra

Ricardo Alemán

A dos años, ni un fracaso total, pero tampoco logros que superen a Zedillo y a Fox

Un triunfo, que haya sobrevivido a la mayor crisis política e institucional.

 

Para los malquerientes de Felipe Calderón —sobre todo los que no superan el trauma del 2 de julio— es un fracaso total el primer trienio del gobierno azul.

En contraste, para los aplaudidores a ultranza, el de Calderón es un gobierno que en sus primeros dos años reportó logros y aciertos superiores incluso —en ese mismo tiempo— a los de Fox y Zedillo.

Claro —con un poco de sensatez y sentido común— que los dos extremos son un exceso por donde se quieran ver. Primero, porque nadie puede hablar de un fracaso a dos años de iniciado un gobierno que —como el de Calderón— arrancó con la más elevada carencia de legitimidad en la historia moderna. Y segundo, porque llega al segundo año en buena forma, sobre todo si se toma en cuenta que eran muchos los que no le auguraban siquiera terminar el primer año de gestión, y al que otros abiertamente se empeñaron en derribar.

Pero además resulta poco realista, si no es que sensacionalista, tratar de comparar el gobierno de Calderón con los de Zedillo y Fox, sobre todo en el primer tercio. ¿Por qué? Porque en el caso del primero los dos primeros años fueron precisamente los peores, a causa de las repercusiones del llamado “error de diciembre”; crisis económica que empobreció a millones y fue el cultivo del fin del priato como gobierno. A la postre, Zedillo terminó como uno de los mejores presidentes, al que por cierto se debe la estabilidad económica que no arrastró a México a una nueva ruina.

Comparar el primer tercio del gobierno de Calderón con el de Fox es como comparar una elección presidencial federal con la elección del presidente de la sociedad de alumnos de una escuela pato. Eso quiere decir que cualquier gobierno será mejor en sus primeros dos años que el de Fox. Pero vamos por partes.

En realidad, si ponemos en contexto el segundo año de gobierno de Calderón con la crisis política, institucional, electoral y social generada luego del 2 de julio de 2006, nadie puede negar que ha sobrevivido con una salud aceptable un gobierno al que no pocos auguraban una corta vida. Más aún, si se realiza un recuento de las reformas alcanzadas —más allá del tamaño y la trascendencia de las reformas—, se puede decir que gobierno y el partido azul alcanzaron logros impensables. Claro, si la pasión no anula la razón.

De igual manera —con la razón por delante, sin que la pasión y el odio nublen la vista—, debemos reconocer que vienen de fuera y de lejos los dos grandes flagelos que tienen postrado al gobierno. ¿Se puede culpar a Calderón por la exacerbada criminalidad organizada, la violencia y el narcotráfico? Está claro que no. A ese clima contribuyeron decisiones equívocas de gobiernos del PRI, la ineficacia y dejadez de Fox y, por supuesto, los graves errores de apreciación de Calderón.

Pero si de reconocer errores y aciertos se trata, se puede decir que el de Calderón es el primer gobierno que verdaderamente enfrenta al crimen y al narcotráfico de manera decidida. Otra cosa es que lo haya hecho mal en los dos primeros años. Aun así, a partir del dato duro, nadie puede negar que a la par de la escalofriante cifra de violencia, el gobierno azul ha logrado los mayores decomisos en la historia y la detención de los más importantes capos en dos años. Sería mezquino no reconocerlo.

Calderón prometió ser el presidente del empleo. Una verdad de a kilo es que fracasó en los dos primeros años. Y, en efecto, se puede hablar de malos colaboradores, deficientes programas y hasta de estrategias fallidas. Cierto. ¿Pero no viene de fuera la crisis económica, con su secuela de recesión, desempleo, crisis financiera, bajas exportaciones... Lo cierto es que frente a un fenómeno como ese, lo mismo les habría ocurrido a los amarillos o a los tricolores. Pero claro, amarillos y tricolores pretenden sacar el mejor provecho, como en su tiempo lo sacaron los azules en gobiernos del PRI.

En el extremo de la simplificación, algunos han dicho que el gobierno de Calderón se ha salvado de la catástrofe gracias a su alianza con el PRI. En su calderofobia olvidan que la democracia es —en una de sus vertientes de privilegio— alianzas. También olvidan los malquerientes de Calderón que desde 1988 se vive una suerte de cogobierno entre PRI y PAN —alianza que nos puede caer en la punta de la lengua—, que no es otra cosa que un acuerdo político legítimo y en no pocos casos saludable para mantener de pie eso que se llama gobernabilidad.

Calderón ganó la candidatura y luego la Presidencia gracias a cambios en el momento preciso. Ya casi acabó con el gabinete de amigos, lo que es otra buena noticia. Falta ver si será capaz del cambio definitivo. Al tiempo.

El Universal (Mexico)

 


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