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04/01/2009 | Piel de cocodrilo

Antonio Rosas-Landa Méndez

Desde que en 1788 se ratificó la Constitución de Estados Unidos sólo se le han hecho 27 reformas o enmiendas. A pesar de que algunas de sus disposiciones son causa de gran controversia y confusión, los estadounidenses son reacios a modificar su Carta Magna.

 

Quizá esa actitud se explica porque piensan que su nación es la más exitosa y, entonces, ¿por qué cambiar?

Ahora la falta de apertura a una reforma y la incapacidad política pusieron de rodillas al país. El gobernador de Illinois, Rod Blagojevich, fue acusado de conspiración y corrupción por un fiscal federal; se dice que intentó vender al mejor postor el asiento legislativo que dejó Barack Obama en el Senado federal (los estados también tienen congresos bicamerales).

En este país no existe el concepto de candidato propietario y suplente al elegir legisladores, un sistema que funciona bien en México; esa deficiencia abre la puerta a procesos imperfectos para reemplazar a un congresista que deja el cargo. En Illinois, es el gobernador del estado quien por mandato constitucional nombra discrecionalmente a un senador federal sustituto.

Al caer en desgracia, el demócrata Blagojevich vio que sus correligionarios de partido le daban la espalda. Los líderes del Senado federal horrorizados le advirtieron que no se atreviera a designar el reemplazo de Obama pues no le tomarían juramento.

La mayoría demócrata en la Cámara de Representantes de Illinois anunció que se reuniría para iniciar un proceso de impeachment (una suerte de juicio político que puede acabar en destitución). Pero a lo mínimo que se comprometieron fue a elaborar una reforma constitucional transitoria que evitara que Blagojevich nombrara al senador sustituto. Increíblemente, no hicieron nada.

Si usted cree que los procesos legislativos en los países en vías de desarrollo son tortuosos o inútiles, quizá debe sentirse un poco mejor al conocer qué ocurre en el estado donde hizo su carrera política el próximo presidente de Estados Unidos: Illinois, donde lo que parece políticamente imposible es realidad.

La falla miserable del Congreso estatal para maniatar a Blagojevich le dio la oportunidad a éste de nombrar al nuevo legislador. El presidente del Senado federal, Harry Reid, reiteró su negativa de refrendar esta designación. Tanto el mandatario como su elegido aseguran que sólo pretenden dar plena representación al estado en Washington, DC. Dicen que la gente de Illinois debe tener la presencia legislativa que merece ahora que se discutan asuntos importantes como el millonario paquete de estímulo económico que presentará el futuro presidente para reanimar la economía.

Los demócratas tienen todo que perder con esta situación. El mundo entero no sólo sabe que Blagojevich es un sinvergüenza, sino también que este individuo no escatima en cinismo y que carece por completo de sentido común. Para los republicanos este episodio es oro molido. Pueden resaltar las andanzas ilegales del gobernador o la inmensa incapacidad de los legisladores estatales (de mayoría demócrata) para mantener a raya al deschavetado Blagojevich.

Cuando hay evidencia y/o consenso de que un entramado legal no funciona, no hay otro camino que reformar para mejorar. Los estadounidenses son reacios al cambio y por eso tienen un sistema electoral bizantino en el que eligen a su presidente indirectamente a través de un Colegio Electoral; en las elecciones primarias presidenciales sostienen asambleas dignas del siglo XIX en los llamados caucus; y ahora un diseño terrible para sustituir a un senador federal, que renunció para asumir la Presidencia, generó el caos gracias a un gobernador corrupto, pero sobre todo gracias a la ausencia de un buen diseño institucional para instrumentar el reemplazo.

Es indiscutible que Estados Unidos es una democracia estable, un sistema que ha inspirado al mundo occidental y a los países libres. Pero el talón de Aquiles de esta nación es su poca disposición a renovarse cuando es necesario. Así se exhibe con el caso Blagojevich, como fue evidente en la sórdida negativa a reformar las leyes de inmigración; en ambos ejemplos el statu quo es inaceptable.

Los estadounidenses dicen “si no está roto, no lo arregles”; lo inverosímil es que teniendo reglas inútiles, su piel de cocodrilo les impida modificar lo que no funciona. Blagojevich debería estar preparándose para pasar unas largas vacaciones en la cárcel; no obstante, la incapacidad para reinventase ha puesto al país nuevamente de cabeza.

Alanda@Tribune.com

Jefe de la página editorial del diario ‘Hoy’

20 minutos (España)

 


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