En el ataque perecieron 40 milicianos como consecuencia de disparos de más de cien cohetes del ejército real saudí, aunque su intervención ha sido desmentida por el Gobierno del presidente yemení, Ali Abdulah Saleh. Este conflicto armado puede entrañar una internacionalización de la lucha, al apoyar Arabia Saudí a los dirigentes suníes de Saná, la capital yemení, e inclinarse los iraníes por la minoría chií discriminada del norte de Yemen.

Desde agosto los soldados de Yemen, la mítica Arabia Felix de la historia antigua, combaten contra los rebeldes de la comunidad zaidí, una rama de los musulmanes chiíes, en las regiones del norte. En esta guerra olvidada ya ha habido alrededor de diez mil muertos y, según la ONU, cincuenta mil desplazados. El vecino reino de Arabia Saudí, EE. UU. y Suecia han enviado ayuda a la población. De hecho, estos choques, con periodos de diversa intensidad, treguas y altos el fuego, empezaron hace cinco años.

El Gobierno del general Ali Abdulah Saleh, aliado de Washington en su guerra global contra el terrorismo, acusa a los rebeldes de intentar restablecer el antiguo imanato fundado en el año 888 de nuestra era y desmantelado cuando se proclamó en 1962 la República de Yemen. Si bien el Estado es de población mayoritaria suní, la zona del norte está habitada, sobre todo, por chiíes. Los zaidíes - creen que el imán Zaid ben Ali fue el quinto y último imán de los chiíes-impusieron su doctrina sobre las tribus y, desde hace siglos, Saada ha sido su ciudad más importante.

En 1990, cuando se unifica el Yemen del Norte con el Yemen del Sur - un régimen de tendencia marxista, entonces llamado Cuba de Oriente Medio-hay una revitalización de la doctrina zaidí, con la formación de los partidos Hizb al Haq y Shabab al Mumin por el líder religioso Al Huthi, antinorteamericano y radical. El gobierno lo acusó de recibir ayuda de Irán, a través del Hizbulah libanés, y en el 2004 fue asesinado en una masiva acción militar contra los rebeldes.

La lucha antiterrorista dirigida por el presidente Saleh es muy impopular en Yemen por sus métodos de represión sectaria, y ha ahondado las divisiones internas. Este renovado conflicto armado tiene lugar en el ámbito de una sociedad arcaica y tribal, en la que el Estado aún no ha conseguido imponerse completamente. En el reciente aniversario de la fiesta nacional, Saleh declaró su voluntad de continuar los combates "cinco o seis años más, hasta derrotar a los rebeldes".

Arabia Saudí había desmentido su apoyo aéreo a las tropas locales en su ofensiva contra los zaidíes, mientras que los rebeldes ya antes de este ataque afirmaban que está comprometida a fondo en mantener al presidente Saleh, cuyo gobierno hace responsable a Irán de fomentar el activismo chií en las regiones montañosas del norte. Con la rebelión zaidí, la frustración política y social de los sureños - que ponen en tela de juicio su unificación con el norte-y las acciones terroristas de Al Qaeda, Yemen corre el peligro de convertirse en otro Afganistán en una zona estratégica que incluye el Cuerno de África,con la caótica Somalia.