Es natural que, ante todo, afirme que no son sólo grupos de tendencias islamistas los que constituyen la oposición, y que se desvincule, como el resto de los activistas, de las organizaciones basadas en el extranjero. En Estambul se ha formado un Consejo Nacional por una coalición política en la que destacan los Hermanos Musulmanes –suníes–, pero en la que no participan personalidades de la oposición interior.

Las tres precedentes reuniones de Estambul fracasaron, sobre todo, por el rechazo de los islamistas a un Estado laico.Estas iniciativas, fomentadas por EE.UU. y Turquía, han dividido todavía más a la oposición interior.

Obama, tal como declaró su embajador en Damasco, Robert Ford, ante el Congreso, quiere aprovechar la ocasión para reducir la influencia de Irán y de Hizbulah –chiíes libaneses– en Oriente Medio. Hay un proyecto en este ambiente de confusas especulaciones según el cual EE.UU., Turquía y los Hermanos Musulmanes estarían de acuerdo en formar un Gobierno para derrocar al rais Bashar el Asad.

La caída del coronel Gadafi ha reavivado el debate sobre el futuro del poder baasista. Las sanciones económicas han sido reforzadas y la oposición, más dividida que nunca, ha intentado organizarse bajo los auspicios de Washington y Ankara, pero es en el seno del pueblo sirio donde se decidirá la suerte de esta situación tan estancada. Ni el régimen ni la oposición, si no hay una cambio de relación de fuerzas en el país, no pueden ganar en su enfrentamiento. Quizá el desenlace puede precipitarse por las consecuencias de la crisis económica que se agrava.

"No olvide que Siria –me decía un funcionario– es autosuficiente en harina, en productos agroalimentarios, y tiene gas natural para resistir... Y ni Irán ni Iraq cumplirán las sanciones contra la exportación del petróleo sirio".

Poco a poco los manifestantes se organizan. Son los ciudadanos más pobres, más desheredados, de provincias suníes como Hama, Homs, Deraa, con una historia de reivindicaciones sociales por la falta de viviendas y trabajo y contra la corrupción.

En el diálogo nacional deberían participar delegados del régimen, de los partidos opositores y de los manifestantes. Para empezar a negociar, la oposición exige el cese de la represión armada y la liberación de los detenidos.

Parte de la población cree que hay planes de desestabilización que abriría la caja de Pandora de la sociedad siria, fragmentada en comunidades, y que facilitaría la intervención armada exterior. Es el miedo a una internacionalización del conflicto, a la iraquización de Siria, que se extendería, enfrentando a suníes y chiíes en Oriente Medio.