En el Reino Unido acabamos de presenciar en las elecciones de la semana pasada, cómo en “forma civilizada y madura”, se resolvió el problema de que el Partido Conservador, aunque victorioso con 36.1% de los votos, no obtuviera los suficientes escaños para asegurar su mayoría en el Parlamento. El Partido Laborista, de Gordon Brown, con 13 años en el poder, había perdido la confianza de los británicos y cosechó sólo 29.1% del voto, 258 escaños. Resultaba indispensable pactar una coalición con un partido distinto.
El inesperado surgimiento del Partido Liberal Demócrata, con la conquista por primera vez en su historia de 23% de los votos, ofreció la solución. Con sus 57 escaños, sumados a los 306 del Partido Conservador, se alcanzaba la cifra suficiente para controlar la Cámara de los Comunes.
Fue así como David Cameron, líder del Partido Conservador y Nick Clegg del Liberal Demócrata, formaron coalición, prometiendo unir fuerzas para promover la renovación de la política inglesa e impulsar vigorosamente un resurgimiento de la economía británica. Se trata del primer gobierno de colación en 65 años y el primero entre los conservadores y liberales.
Las “coaliciones” que conocemos en México, son sólo alianzas electorales transitorias, no postulan ideologías claras, en ellas impera un fuerte pragmatismo electoral. El Partido Verde se coaliga igual que con el PRI que con el PAN. Se dan alianzas entre partidos tan divergentes como el PRD, PAN, PT y el Convergencia en Oaxaca, Puebla, Zacatecas, Durango, Sinaloa, a nivel de campañas estatales y municipales.
Habremos de analizar cuán sólidas resultan estas mal llamadas “coaliciones” cuando, de triunfar, llegue el momento de implementar programas consensados y de repartir responsabilidades de gobierno.
Aquí no conocemos verdaderas coaliciones como la “cohabitación” francesa, o las que hoy gobiernan Alemania, Italia o Bélgica, donde partidos con diferentes posicionamientos sobre temas cruciales, comparten poder para llevar adelante propuestas que defendieron durante las campañas.
La nueva coalición gubernamental británica no surgió de una alianza electoral previa. Los resultados en las urnas impusieron la necesidad de un cogobierno para lograr entre el Partido Conservador y el Liberal Demócrata la mayoría parlamentaria. En el reparto de funciones, el Partido Conservador retiene el puesto de Primer Ministro y los Ministerios del Interior, Relaciones Exteriores y Defensa. Para el Liberal Demócrata se creó el cargo de Vice-Primer Ministro y se le asignan las carteras del Tesoro, Vivienda, y Energía y Medio Ambiente. Ambos partidos se comprometieron a acabar con “el viejo sistema político”.
El nuevo gobierno promoverá un programa, mezcla de las políticas de los dos partidos. Los Conservadores impondrán reformas fiscales, rescataron su programa de misiles nucleares (Trident), que los liberales querían cancelar. El nuevo gobierno no otorgará amnistía a los inmigrantes ilegales, ni dará pasos hacia una mayor integración del Reino Unido a la Unión Europea. Las propuestas liberales prevalecieron en la redistribución de los impuestos para gravar más a los ricos; cambiar fórmulas financieras para fortalecer los programas de educación y realizar un referéndum para cambiar el sistema de votación a fin de facilitar el acceso al Parlamento a partidos pequeños.
Una coalición existe de verdad si en la función real de gobierno se comparte un plan común. En él se dejan atrás intereses personales y de partido para que imperen sólo los del país con una visión de Estado. Esto es lo que los dos jóvenes líderes, David Cameron y Nick Clegg, se proponen hacer para lanzar al Reino Unido a la modernización política y económica.
Es más fácil montar alianzas para atrapar votos que formar coaliciones con intención de gobernar.
*Consultor
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