¿Qué nos enseña el desastre que provocó British Petroleum en el Golfo de México?

Son 60 mil barriles diarios, el doble que en el caso del Ixtoc, que se están derramando en un punto no muy lejos de los grandes yacimientos petroleros que compartimos con Estados Unidos y con Cuba.

La gran industria petrolera no tiene intención alguna de abandonar los programas de perforaciones profundas. "No hay peligro alguno de repetir la aberración que cometió la BP", dijeron a sus senadores las cuatro mayores empresas norteamericanas: Chevron, Royal Dutch Shell, Conoco-Phillips y Exxon-Mobil. La explotación en alta mar seguirá todo lo hondo que sea necesario aunque las perforaciones submarinas estén cada vez más cuestionadas.

El petróleo es factor fundamental para la economía mundial. La dependencia de la industria y de la agricultura de los productos petroleros como insumos indispensables o como artículos de uso diario es inevitable. Las alternativas son remotas siempre atadas a que la extracción petrolera se vuelva incosteable. Mientras eso suceda el control de los yacimientos más grandes será el motor de las políticas de los países que más los requieran. El gradual agotamiento de las reservas petroleras ahora en explotación determina la crítica importancia de los yacimientos de Asia Central y de todos los que se encuentren en el fondo de los mares.

El desastre de BP no es otra faceta siniestra que están padeciendo los Estados Unidos al constatar la irresponsabilidad con que las empresas privadas tienen que comportarse para defender sus propios intereses y los de sus accionistas pero en contra de sus obligaciones sociales.

Un ejemplo fue el derrame tóxico de 40 toneladas de metil-isocianato de la planta de insecticidas de Union Carbide en Bhopal, India, en diciembre 1984. La cuenta de muertos fue de inmediato dos mil, después de 12 mil. Hasta 600 mil fueron afectados. Tras de entregar raquíticas indemnizaciones a los deudos, la empresa logró hace unos días, después de todos los años subsiguientes, que se le redujera la condena a sólo dos años de prisión para ocho funcionarios indios y a una multa a la oficina local con ocho mil 900 euros.

Esta semana el presidente Obama se comprometió a obligar a BP a pagar todos los daños humanos, ecológicos y económicos que el derrame está ocasionando a las riberas del Golfo. Para esto la BP ha creado un fondo de 20 mil millones de dólares pero las reclamaciones pueden llegar a 60 mil millones. Ante esta enormidad el primer ministro británico, David Cameron, ya ha pedido al gobierno norteamericano "seguridades de que las deudas no pongan en peligro el futuro de la empresa".

La situación no se detendrá aquí. La extracción del petróleo es imprescindible. Al igual que con el sistema bancario, no es posible imaginar una sociedad moderna sin ella, independientemente de quienes sean sus dueños. Como lo hicieron con las financieras, los gobiernos tendrán que salir garantes de alguna manera de las operaciones petroleras. La quiebra de la BP es una clara posibilidad. Toca ahora ver hasta qué grado el gobierno británico enfrentará su rescate.

Hay una estrecha liga entre los gobiernos y los recursos petroleros aún cuando su explotación esté en manos privadas. México tiene que estar pendiente de todas estas realidades geopolíticas. No hay, empero, indicio alguno de que seamos capaces de decidir la forma más inteligente de aprovechar los yacimientos que aún nos quedan ni mucho menos prevenir el futuro energético del país.

Seguimos tercos en mantener abiertos los expedientes de la modernización de Pemex. ¿No es acaso el momento de ponernos al nivel de los retos que se nos presenta, y aprender por fin a responder a ellos con la madurez que hasta ahora no hemos tenido? ¿Nos tienen siempre que rebasar los hechos?