No debe alarmar este inevitable giro en el discurso bilateral. La cortesía y el buen humor personal que puedan vincular a jefes de Estado, son incongruencias en la inocultable necesidad de decirse las cosas que sus respectivos pueblos piensan y confían en que se expresen con fidelidad.

Si Calderón dijo que no es tolerable desde el punto de vista de los principios más elementales de los derechos humanos, el que Estados Unidos apruebe violaciones a cualquier nivel de gobierno y que tampoco es posible aceptar que se convalide y se adquieran libremente armamentos de asalto y hasta bélico que acaban en manos de las mafias que asesinan a mexicanos, Obama a su vez, respondió al Presidente mexicano con la misma claridad, señalando que no tenía los suficientes votos en su Congreso para modificar la legislación vigente.

Parece claro que tanto Barak Obama como Felipe Calderón coinciden en lo que hay que modificar en la legislación norteamericana. Hasta aquí las realidades sobre el grado en que la reunión Calderón-Obama puede ser eficaz. Los sistemas democráticos que se han perfeccionado al máximo, limitan la acción de los presidentes y primeros ministros democráticamente electos.

De igual manera, los conceptos de derechos humanos y de democracia también perfeccionados con la experiencia de las últimas décadas, hacen que sea cada vez más habitual que “se intervenga” en los asuntos internos de otros países. Hay múltiples ejemplos de esto: El más brutal, la criminal intervención estadunidense en Irak, o, Sarkozy opinando en materia del derecho penal mexicano. Hay un ejemplo “civilizado” como el de la cláusula democrática que la Unión Europea insiste en incluir en los acuerdos económicos con otros países.

Lo anterior exhibe la lamentable hipocresía y rasgaduras de vestimentas de algunos miembros del Partido Republicano criticando el que Calderón hubiera pretendido aleccionarlos sobre cómo legislar en su propio país.

Las relaciones entre México y EU se encuentran, en efecto, en un periodo de alta tensión. No tanto por culpa del actual del jefe del Ejecutivo, sino por el ambiente convulso en que se encuentra Estados Unidos después de la victoria de Obama quien es objeto del revanchismo del Partido Republicano. Esta actitud negativa es precisamente la que empaña gravemente una relación que debiera ser de socios y no antagónica como la pretenden los congresistas fundamentalistas.

No hay que olvidar la enorme contribución que los trabajadores mexicanos dieron a la economía de guerra norteamericana cuando los braceros cultivaron los campos e incluso dieron sus vidas en las trincheras europeas durante la Segunda Guerra Mundial. Hecho que hace necesario revisar la actitud racista que ahora emerge en leyes confesadamente discriminatorias.

Con toda razón los senadores Navarrete y Madero convocaron a los ciudadanos mexicanos hoy estadunidenses, incluso por la vía de la doble nacionalidad, a que participen activamente en las próximas elecciones a fin de añadir su peso a las decisiones legislativas, hecho que puede ser determinante para corregir las políticas migratorias y de tráfico de armas que con toda claridad denunció el Presidente Calderón.

*Consultor

juliofelipefaesler@yahoo.com