Basta pasar un par de días en Tamaulipas, en Nuevo León o en Chihuahua para entender hasta qué punto se han descompuesto los instrumentos de seguridad local de esos estados.
En materia de policía, las autoridades de esos estados duermen con el enemigo, frente al cual la mayor parte de esas autoridades son en el mejor de los casos impotentes y en el peor, cómplices.
Es ilusorio suponer que esas autoridades podrán reconstruir a partir de lo que tienen, policías estatales sólidas y confiables, como es el proyecto en marcha.
Sólo una policía nacional, con mando único, independiente del gobierno local y de los gobiernos municipales, puede garantizar el inicio de otra cosa en esa materia.
Podrán rescatarse, desde luego, elementos de las policías estatales y municipales, pero ha de ser bajo principios y reglas distintas, venidas de fuera del estado, no contaminadas por la situación actual que es, simplemente, irremontable desde adentro.
En Un futuro para México, Jorge Castañeda y yo planteamos que la idea de una policía nacional única, que implica la uniformación de los códigos penales, no se ponga en práctica como un diseño parejo venido desde el centro, sino mediante un mecanismo de entrada voluntaria: el gobernador que quiere entra, el que no se mantiene fuera, pero se hace responsable único de la seguridad en su estado.
La realidad es que sólo una parte de los estados del país están en situación crítica, y la Federación no tiene aún efectivos suficientes para cubrir todo el territorio nacional con una corporación policiaca única.
Puede en cambio concentrar sus efectivos en las entidades y ciudades críticas e ir preparando los efectivos nuevos para extender el modelo.
Un cambio fundamental en la estrategia de esta policía es que no dedicará sus esfuerzos a la persecución del narcotráfico, sino a contener la inseguridad que altera la vida cotidiana de la gente, la inseguridad de los delitos del fuero común que pueden o no estar vinculados al narcotráfico: homicidio, robos, secuestro, extorsión, violencia callejera e impunidad pública de los criminales.
¿Cómo dejar de perseguir el narcotráfico sin dejar de aplicar la ley? Sólo hay una manera cabal: despenalizando el tráfico de drogas.