Obama eligió Chile para ofrecer un nuevo trato, igualitario, a Latinoamérica. En un esperado discurso, que la Casa Blanca definía desde hace semanas como la actualización de la Alianza para el Progreso de Kennedy en 1961, Obama insistió en que "no existen socios grandes ni pequeños, sólo existen socios iguales".
El presidente estadounidense alabó la transición del continente a la democracia en las últimas décadas y agregó que la región está "preparada para asumir un papel mayor en los asuntos globales". Obama citó el "crecimiento impresionante" de las economías de Perú o Brasil, y elogió la unidad de los mandatarios latinoamericanos para oponerse al golpe de Estado en Honduras.
En su alocución, realizada solemnemente en el Centro Cultural del Palacio de la Moneda, Obama no citó a estados izquierdistas como Venezuela, Bolivia o Nicaragua, que mantienen relaciones tirantes con Washington, pero dejó claro que el único país no democrático de Latinoamérica es Cuba, al que sí mencionó.
"Nunca dejemos de lado nuestro apoyo a los derechos del pueblo de decidir su propio futuro y eso incluye al pueblo cubano", indicó Obama, que añadió que el país caribeño "tiene el mismo derecho a la libertad que cualquier otro en el hemisferio". Además, Obama comparó a las Madres de la plaza de Mayo argentinas con las Damas de Blanco cubanas, "que marchan con dignidad silenciosa".
El mandatario tampoco eludió hablar del problema migratorio estadounidense, que afecta mayoritariamente a la población hispana, y envió un mensaje de esperanza a los sin papeles que viven bajo la espada de Damocles de la expulsión. "No voy a tratar de quebrantar mi decisión de arreglar nuestro sistema de inmigración roto; estoy dedicado a una reforma integral que asegure nuestras fronteras, haga valer nuestras leyes y se ocupe de los millones de trabajadores indocumentados que viven en las sombras en los EE. UU.".
"No se trata de lo que nosotros podamos dar a Chile, sino de lo que Chile puede ofrecernos a nosotros", había dicho Obama poco antes de su discurso, durante una rueda de prensa junto al presidente chileno, Sebastián Piñera, quien pidió al estadounidense que ese nuevo trato no se basara en el "asistencialismo".
Precisamente en el asistencialismo se centró la Alianza para el Progreso, un plan de ayuda que durante los años sesenta repartió 20.000 millones de dólares en Latinoamérica para reducir las desigualdades sociales y contrarrestrar el discurso revolucionario cubano amparado por la URSS.
"El progreso no ha llegado lo suficientemente rápido", insistió Obama ayer, citando como ejemplo las condiciones de pobreza que aún se dan en favelas y villas miseria de todo el continente. "Existen grandes desigualdades", añadió el mandatario, que reconoció que todavía "el poder político y económico está concentrado en las manos de pocos".
En relación con la Alianza para el Progreso, Obama explicó que "ese programa fue apropiado para aquella era", aunque aclaró que "el desafío del presidente Kennedy perdura".
La controversia sobre la energía nuclear estuvo presente durante la visita de Obama a Chile. Pese a la catástrofe de Fukushima, ambos gobiernos no postergaron la firma de un acuerdo de cooperación nuclear para fines civiles.