¿Cáncer o sida? Esta dicotomía es un símil electoral del escritor Mario Vargas Llosa, que los peruanos podrían tener ante sí después de la primera vuelta presidencial del domingo. Tanto monta, monta tanto, el cáncer sería el ultranacionalista de izquierdas Ollanta Humala y el sida estaría encarnado por la ultraderechista Keiko Fujimori. 

"No creo que mis compatriotas vayan a ser tan insensatos de ponernos en la disyuntiva de elegir entre el sida y el cáncer terminal". Más o menos afortunado, el comentario del provocador premio Nobel data del 2009 y estos días lo ha ratificado. 

Hace dos años, Humala y Fujimori eran los únicos que todo el mundo daba por sentado que serían candidatos. Después fueron apareciendo otros, dispuestos a romper el dilema patológico.El más inesperado fue el ex presidente centroderechista Alejandro Toledo (2001-2006), que anunció su candidatura a finales del año pasado y que meteóricamente pasó a liderar las encuestas. Parecía que los peruanos apostaban por continuar con la estabilidad política y económica sembrada por Toledo, que había recogido un país en descomposición después de la infame década de gobierno de Alberto Fujimori (1990-2000), y que luego profundizó el actual mandatario, Alan García, sin posibilidad de presentarse a la reelección. 

Sin embargo, en las últimas semanas Humala emergió en los sondeos, que antes no pronosticaban su pase a segunda vuelta. Ahora encabeza, con diferencia, todas las encuestas y sería una sorpresa que el domingo no resultara el candidato más votado. 

Humala, militar retirado, ha logrado ilusionar a los descamisados con su lenguaje populista, aunque ha moderado el discurso radical que mostró durante la campaña del 2006, cuando llegó a la segunda vuelta y fue derrotado por García. 

La posible victoria del ex militar asusta al establishment y a los inversores internacionales. Todos los analistas consultados por este diario coinciden en que, sea quien sea el candidato que pase a segunda vuelta junto al previsible Humala, la clase política tradicional se unirá para evitar su victoria. De hecho, pese a la opinión de Vargas Llosa, si Keiko Fujimori llega a la segunda vuelta, a nadie extrañará que sea apoyada por partidos como el socialdemócrata APRA -que no presenta candidato-del presidente García, que ha alcanzado varios acuerdos con el fujimorismo en el Congreso. 

Keiko es la otra cara de la misma moneda populista que Humala. Su campaña se ha basado sin tapujos en la figura y los supuestos logros de los gobiernos de su padre, Alberto Fujimori, que cumple condena en una cárcel especial de Lima. Obviamente, la candidata se ha desmarcado de los detalles más negativos, como el autogolpe de Estado que protagonizó su progenitor en 1992. "Nunca más va a ocurrir", ha dicho su hija. 

En cambio, Keiko ha explotado al máximo la desarticulación - por métodos poco ortodoxos-de la guerrilla de Sendero Luminoso, lograda por su padre, como ejemplo a seguir para combatir la rampante delincuencia. "Si pudimos derrotar al terrorismo, por supuesto que podremos derrotar a la delincuencia", dijo la actual diputada en el último debate. 

Además de Fujimori y Toledo, otros dos candidatos, también de centroderecha, pugnan por llegar a segunda vuelta. De los dos, el mejor situado es Pedro Pablo Kuczynski, que fue ministro de Economía y primer ministro durante la presidencia de Toledo, y que intenta vender una imagen de tecnócrata eficiente. 

Por su parte, el quinto candidato en discordia es el abogado Luis Castañeda, ex alcalde de Lima (2003-2010), que, con un discurso más centrista, pretende extrapolar al estado su bien valorada gestión en el municipio. 

No obstante, las encuestas indican que los votantes siguen buscando a un político con fórmulas mágicas como las de Humala y Fujimori. Eso demuestra que el gran crecimiento económico de Perú en los últimos años - un n8,8 % enel 2010-sigue sin repercutir en la mayoría de los peruanos, un tercio de los cuales continúa viviendo en la pobreza.