Portugal se desliza hacia el precipicio de la suspensión de pagos; las agencias de calificación le rebajan escalones de dos en dos y el precio de sus títulos se encarece por encima de ese 7% que alerta de insolvencia.
Y sin financiadores el Estado luso no podrá cumplir sus compromisos, necesitará el socorro de sus socios, que impondrán condiciones drásticas de ajuste y ahorro. Y cuando las barbas del vecino vas pelar…
El crédito de España se separó las últimas semanas de las economías periféricas del euro denominadas despectivamente «pigs». Las reformas, parciales aunque reformas, asumidas por Gobierno y Parlamento y, sobre todo, la ejecución presupuestaria del 2010, con tres puntos menos de déficit público (del 12 al 9%) explican ese desacople de la caravana al precipicio.
Pero la historia no ha concluido, el precipicio no se aleja lo suficiente como para no ser una amenaza. Este año el Estado tiene que recortar otros tres puntos de déficit, del 9,3% al 6%. Las cuentas del primer bimestre son poco significativas pero ilustran las dificultades. Para hacer tortillas hay que cascar huevos y para reducir el déficit hay que recortar los gastos, volver a exprimir un limón ya exprimido.
Las cuentas de la Seguridad Social de los dos primeros meses del año dicen que los ingresos crecen menos que los gastos, amenazan déficit. Las nuevas pensiones son más y más caras que las sustituidas y los ingresos bajan con la pérdida de empleo. Y al fondo dos amenazas adicionales: el coste del salvamento de bancos y cajas con problemas, que irá contra el Presupuesto; y las cuentas de las comunidades autónomas, con déficit adicionales cuanto los gobiernos salidos de las urnas el 22 de mayo repasen facturas y cajones.
Desde Hacienda dicen que pondrán orden en el gasto autonómico, pero no concretan cuándo, cómo, cuánto. Cataluña tendrá más déficit del previsto a pesar de un ajuste del 10% del gasto, y no son los únicos.