El mundo que viene va a ser un mundo a escote. Sin gorrones. Aunque, claro, gorrones y gorrinos habrá siempre.
LA buena noticia es que la economía norteamericana empieza a recuperarse de la crisis. La mala, que Estados Unidos no está dispuesto a seguir soportando el peso de la hegemonía mundial. Ambas cosas con matices, claro, pues si el recobrarse de la economía USA es lento, parcial y desequilibrado, los Estados Unidos no pueden dejar el peso de la púrpura como la gabardina en el perchero. Pero que ambas corrientes están en marcha se aprecia a simple vista.
En Estados Unidos hay más gente en cines, bares, restaurantes, grandes almacenes y espectáculos deportivos. Pero que esa recuperación no es completa ni mucho menos, general, se aprecia también en las numerosas tiendas aún cerradas, en que las gentes buscan ofertas en los supermercados y en que mientras los restaurantes de gourmetssiguen medio vacíos, los de comida barata están atestados. Los norteamericanos han sufrido un recorte sustancial en su nivel de vida, que se ha hecho más cara, y tardarán años en recobrar el de antes de la crisis. Pero lo han asumido, se han adaptado a ello con su pragmatismo habitual y todo apunta que terminarán saliendo del túnel.
Su gobierno —que no es sólo el ejecutivo, sino también las cámaras y regidores locales— se ha dado cuenta también de ello y ajusta gastos. No pueden seguir gastando como hasta ahora, pues iban a la ruina. Mejor dicho, estaban ya en ella, con déficit astronómicos. No queda otro remedio que ajustar presupuestos. ¿Dónde? Los republicanos dicen que en los gastos sociales. Los demócratas, subiendo los impuestos a los ricos. Unos y otros saben, sin embargo, que habrá que hacer ambas cosas, pues una sola no basta, y Obama ha adoptado esta posición, junto a los republicanos más moderados, con los que sigue ajustando el presupuesto final. Una cosa, sin embargo, está ya decidida: Estados Unidos no seguirá asumiendo el papel de gendarme del planeta. Sus gastos militares no pueden superar a los de los 14 países que le siguen, so pena de romperse el espinazo. Tampoco puede seguir librando dos guerras en Asia y meterse en otra en África. Si los demás —China, India, Rusia, Europa— quieren estabilidad, paz, materias primas y rutas abiertas, tienen que estar dispuestos a pagar por ello. Lo estamos viendo en Libia y lo veremos de modo cada vez más creciente en todas partes. Cada misil Tomahawk cuesta a los norteamericanos un millón de dólares y cada día de envolvimiento en la Operación Odyssey Dawn, cien millones, algo que Washington no puede ni quiere gastárselos. Para ser exactos: no está dispuesto a seguir pidiendo a China, para gastárselo en echar a Gadafi. El mundo que viene va a ser un mundo a escote. Es decir, sin gorrones. Hasta cierto punto, claro, pues gorrones y gorrinos habrá siempre.