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10/07/2012 | Corrupción e inversión en Cuba

Alejandro Armengol

El gobierno cubano cambiará la ley que regula las inversiones extranjeras en la isla. Yamila Fernández, directora de Finanzas del Ministerio de Comercio Exterior e Inversión Extranjera (MINCEX), dijo que se trabaja en la modificación, de acuerdo con un informe de la Agencia de Información Nacional (AIN), citado por Efe.

 

Hay que esperar ahora que esa labor de supuesto análisis y estudio no se extienda por años, y el tiempo no se mida por ese reloj medieval que al parecer guía todos los procedimientos en el gabinete de Raúl Castro.


Es muy probable que no, que los cambios ocurran en un tiempo relativamente pequeño y que las inversiones extranjeras cuenten con un marco legal más amplio que el existente hasta el momento. De hecho, el interés de Cuba en ciertas inversiones extranjeras ya ha llevado a modificaciones del sistema legal.


Cuba aprobó en el 2010 la legislación necesaria para desarrollar exclusivos campos de golf en la isla, por los cuales han mostrado interés compañías británicas y canadienses, según trascendidos.


Sin embargo, llama la atención el hecho de que este clima, que en apariencia resulta más favorable a la inversión extranjera, hasta el momento no tenga una respuesta positiva desde el exterior.
“La llegada de nuevos inversores internacionales a la economía cubana se ha frenado casi por completo en los últimos meses, a pesar de la apuesta por dar espacios al sector privado en la economía que, teóricamente, estaría impulsando Raúl Castro”, afirma un artículo de americaeconomica.com.


De acuerdo a la publicación, empresas como Unilever, Repsol y BM Group son ejemplos de esta tendencia de abandonar la Isla.
Según americaeconomica.com, fuentes oficiales citadas por algunos diarios locales cifran en 240 proyectos el número de solicitudes que los inversores internacionales habrían presentado a revisión el año pasado. Quince menos que los 258 del año anterior y un número muy alejado de los 700 proyectos que por término medio se presentaban ante el Ministerio de Inversiones Extranjeras en la década de los noventa del pasado siglo.
No son buenas noticias para un país que en los últimos años ha tratado de recuperar su destruida industria azucarera, y en que los planes para echar a andar una agricultura depauperada solo brinda resultados paupérrimos.


También todo esto ocurre en momentos en que la producción de níquel, otro importante renglón en la economía de la isla, se encuentra por el piso.
La empresa canadiense Sherritt International Corp reportó una caída de la mitad de sus ingresos en el primer trimestre del año, motivada por la disminución de los precios del níquel y el bajo nivel de sus exportaciones.


Durante el primer trimestre de este año, Sherritt tuvo utilidades por $32.9 millones, una suma muy por debajo de los $64.6 millones que obtuvo en igual período del 2011.
El viaje del gobernante cubano a China y Vietnam se enmarca en esta situación. Ahora que la alianza con el presidente venezolano Hugo Chávez es un gran signo de interrogación, no solo hacen falta las inversiones chinas más que nunca, sino que resultan imprescindibles para el futuro de un modelo que permita sobrevivir a la élite gobernante luego del fin de los hermanos Castro.


Tres factores al menos deben haber contribuido a la disminución de las inversiones extranjeras en Cuba.
La crisis mundial es indudablemente uno de ellos, y también el hecho de que, desde hace años, el gobierno cubano viene desarrollando un proceso de eliminar los inversionistas pequeños o relativamente pequeños, ya que prefiere tratar solo con las grandes corporaciones, o lograr acuerdos en que participen o brinden su apoyo países como China, Brasil y Venezuela.


El tercer factor puede ser el más importante. Algunos inversionistas extranjeros han declarado en privado que la campaña de corrupción que se desarrolla en la isla se ha convertido en un factor de inseguridad. Muchos de ellos expresan sus dudas y temores ante el hecho de que al tiempo que el régimen les impone un “gerente cubano”, resulta que dicho “gerente” se ve envuelto en una investigación contra la corrupción, con el consiguiente proceso de congelación de cuentas y paralización de operaciones. Lo peor, sin embargo, es que estos inversionistas ven que esta campaña contra la corrupción es también un ajuste de cuentas, en que ciertos negocios en manos de determinados grupos, familias o miembros de la elite gobernante son favorecidos o perjudicados. Una especie de lucha entre familias mafiosas.


Mientras este panorama no se modifique, hay razones para dudar de la efectividad de cualquier cambio en las leyes para apoyar la inversión extranjera.

Miami Herald (Estados Unidos)

 


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