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04/09/2006 | Sobre el clima como pánico

Juan Velarde Fuertes

La Revolución Industrial, al cambiarlo todo, ha dado a la Humanidad ya dos siglos de bienestar material como ésta jamás se hubiera atrevido a soñar. Pero junto con ese bienestar surgió el temor, casi angustioso, a perder esa nueva y cada vez más espléndida situación.

 

El siglo XIX fue pródigo en esos miedos generalizados. Recordemos el generado por Malthus y su «Ensayo sobre la población», o algo después el planteado por Jevons en «The coal question» acerca de lo que podría suceder cuando se agotasen las minas de carbón.

Pues bien, como señala Luis Balairón Ruiz, en un trabajo publicado en el volumen «El conocimiento científico como referente político del siglo XXI» (Fundación BBVA, 2005) bajo el título de «El cambio climático», fue el famoso químico sueco Svante Arrhenius, en su artículo «Sobre la influencia del ácido carbónico en el aire sobre la temperatura de la superficie», quien en 1896, planteó seriamente otro pánico, el derivado del aumento de los gases que producen el efecto invernadero, fundamentalmente el CO2, que con el vapor de agua, el metano y el N2O, crean las condiciones en la atmósfera para que la temperatura media de la Tierra, en vez de ser de -18ºC, sea de 15ºC.

Esa diferencia es la que hace habitable a nuestro planeta. Pero he aquí que, como dice Balairón, a causa de la Revolución Industrial, la Humanidad «ha llevado a cabo un experimento involuntario sobre el clima de la Tierra, al aumentar progresivamente las emisiones de gases de invernadero diferentes del vapor de agua.

Las concentraciones correspondientes a los gases CO2, CH4 y N2O han crecido hasta alcanzar aumentos de un 30%, un 145% y un 15% respectivamente, para 1990, en relación con los valores preindustriales (1750-1800)». Esta nueva composición de la atmósfera, está provocada muy especialmente por los combustibles fósiles -carbón, hidrocarburos gaseosos y líquidos- en su producción energética y en algunos otros procesos industriales.

Parece ser otra realidad la del aumento de temperatura. Pero he ahí que a lo largo de la Historia de la Humanidad, se han producido cambios climáticos, de calentamiento y de enfriamiento muy notables, y entonces no existía Revolución Industrial. Además, sabemos los economistas y los lógicos que correlación no es causalidad. «Post hoc, ergo propter hoc» -«después de, como consecuencia de»- es un sofisma muy bien conocido. Pero sería imprudente el encogerse de hombros.

Afortunadamente, como señaló ya para siempre Hegel, «cuando el hombre convoca a la técnica, ésta siempre comparece». Ahora ha aparecido la energía nuclear de fisión, como preámbulo casi seguro de la energía de fusión. Gracias a ellas, ese riesgo se liquida, y los otros pánicos sobre la contaminación concreta derivada de la radioactividad, con los reactores de la tercera generación, puede decirse que se han esfumado. Es urgente, pues, acometer una transformación energética hacia lo nuclear

ABC (España)

 



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