El escándalo sobre la presunta intervención de Rusia en favor de Donald Trump en las elecciones de 2016 llega mañana a su punto de máxima tensión. El ex director del FBI, James Comey, hizo pública hoy la declaración con la que va a abrir la sesión del Comité de Inteligencia del Senado que investiga su cese por Donald Trump. Son 3.126 palabras que transmiten la idea de que Trump trató de influir al director del FBI de todas las formas posibles: insinuando que iba a ser reemplazado de su cargo, explicándole que "necesito lealtad", cuestionando indirectamente la imparcialidad del 'número dos' de la institución, y pidiéndole que "quitara de encima el nubarrón" que suponía la investigación sobre Rusia.

Pero el momento clave del relato de Comey gira alrededor de sus conversaciones con Trump en torno a la investigación que el FBI estaba llevando a cabo sobre los vínculos entre el ex consejero de Seguridad Nacional, el general retirado Mike Flynn, y Rusia. "No le des más vueltas", dijo Trump a Comey con respecto al caso Flynn, empleando para ello una expresión coloquial "let it go", que también podría traducirse como "olvídalo". Tras el encuentro, Comey escribió que "era muy preocupante, dado el carácter del FBI de agencia de investigación independiente".

Comey empezó a transcribir sus encuentros con el jefe del Estado y del Gobierno en su ordenador portátil el 6 de enero, tras su primer encuentro con el entonces presidente electo en la Torre Trump. Desde las elecciones, ha hablado en 9 ocasiones con Trump a solas: 3 en persona y 6 por teléfono. Con Obamasólo se comunicó a solas en dos ocasiones en 3 años y 3 meses, en las que no sintió que fuera necesario guardar ningún tipo de documento recordando los detalles.

Las 'memorias' de Comey son en cierto sentido previsibles, porque en ellas su autor juega a ser un hombre honesto e incorruptible, un papel en el que el ex director del FBI se siente como pez en el agua. Llegan cuando la Casa Blanca ha creado un gabinete de crisis para hacer frente al testimonio de mañana. Y tras una jornada, este miércoles, en la que el director nacional de Inteligencia, Daniel Coats, el de la Agencia Nacional de Seguridad, Mike Rogers, y el director interino del FBI, Andrew McCabe, se negaron, en una espectacular ruptura de la tradición política de EEUU, a hablar ante el Senado acerca de Rusia, Comey, Trump, y las elecciones.

Con su texto, Comey pone sobre la mesa, de forma evidente, la cuestión de si Donald Trump intentó obstruir o influir la investigación, o incluso llegó a hacerlo, como cuando sugirió que "su gente" se dirigiera al 'número dos' del Departamento de Justicia para que éste hiciera público que el inquilino de la Casa Blanca no estaba siendo investigado por el FBI. Finalmente, Comey deja claro que se dirigió al 'número uno' del Departamento de Justicia, Jeff Sessions, para "implorarle" que "evitara ninguna conversación más entre el presidente y yo. No respondió". Eso anula la crítica a Comey de que debería haber tomado medidas para frenar la presunta intervención presidencial en la investigación, y deja a Sessions, que ya ha tratado de dimitir en las últimas semanas, en una posición políticamente más comprometida.