El senador Warnock ganó contra un protegido de Donald Trump, el republicano Herschel Walker, un resultado que fortalece a Biden Que el partido Republicano pierda tres elecciones legislativas a senador en el estado de Georgia solo es comparable a que un equipo que hace doce años era campeón del mundo de fútbol falle tres penaltis consecutivos en un Mundial. Es una señal de que hay que hacérselo mirar. Porque no puede ser que en Georgia todos los cargos locales - gobernador, secretario de Estado, teniente gobernador, fiscal general - sean republicanos, pero que los demócratas ganen dos elecciones al Senado en 2020 y otra más en 2022.
La tercera de esas victorias tuvo lugar anoche (madrugada
de hoy en España). Raphael Warnock, que había ganado el cargo en 2020, pero
solo por dos años (en una elección especial debida a la retirada, por problemas
de salud, de Johny Isakson, que había sido sustituido temporalmente por Kelly
Loeffler), se impuso al republicano Herschel Walker. Con esta victoria, Warnock
estará en su escaño hasta las elecciones de 2028. El mandato de su
correligionario Jon Ossoff, que ganó en 2020 unas elecciones ordinarias, dura
hasta 2026.
Que ninguno de los dos senadores de Georgia sea
republicano es como si ninguno de los 6 diputados de Guipúzcoa en el Congreso
fuera nacionalista. Significa que hay algo raro. Y ese "algo" se
llama 'populismo trumpista', que es una fórmula irresistible para ganar
primarias y, en definitiva, movilizar a los convencidos, pero, también, para
espantar a independientes e indecisos.
Porque Walker era un candidato 'trumpista'. Populista.
Sin experiencia política, como revela su pasado como jugador de fútbol
americano y de blobsleight. Con habilidad para echarle 'morro', algo que quedó
claro con sus secretos familiares - cuatro hijos con otras tantas mujeres y dos
abortos a pesar de sus proclamas de hombre de familia, ley u orden - y hasta
con su pretensión de que había sido agente de policía, algo que resultó ser
totalmente falso. Y, sobre todo, con el apoyo de Donald Trump. Todo ello le
coloca en la misma liga que a Blake Masters y Kari Lake, de Arizona, y a Doug
Mastriano y Mehmet Oz, de Pennsylvania, que también perdieron en las elecciones
del 8 de noviembre. Así que la pregunta es ¿se está agotando el 'trumpismo' en
EEUU?
CON TRUMP, NO SE CONVENCE A UN INDECISO
Ésa va a ser la gran pregunta de las próximas semanas.
Según el 'New York Times', el 82% de los más de 250 candidatos que Donald Trump
apoyó en las elecciones del 8 de noviembre - cuyo último coletazo han sido los
comicios al Senado de Georgia - han ganado. Pero la mayor parte de ellos eran
favoritos. La cuestión está en los que tenían campañas difíciles. Ahí, el
resultado es francamente malo. Walker, Lake, Oz, Mastriano, y Masters son
ejemplos eximios de una tendencia muy marcada. Quien tiene el apoyo de Trump,
gana las primarias republicanas por goleada. Pero, si le toca un electorado que
no es republicano, pierde irremisiblemente. Esto también se aplica a otros
candidatos menos conocidos. Como explica hoy el 'New York Times', Trump apoyó a
cinco candidatos republicanos a la Cámara de Representantes en circunscripciones
complicadas para ese partido. Los cinco perdieron.
La conclusión es clara. Sin Trump, no se ganan las
primarias republicanas. Pero, con Trump, no se convence a un indeciso y, como
ha sucedido en Georgia, Arizona, y Pennsylvania se espanta incluso a algún
republicano. No es una licencia periodística. El teniente de gobernador
republicano de Georgia, Geoff Duncan, no ha votado ni por Walker ni por
Warnock.
Georgia es republicana. De acuerdo, la gran ciudad del
estado, Atlanta, es demócrata, así como algunos centros urbanos, muy
notablemente Savannah, una pintoresca ciudad a la que los estadounidenses
consideran una maravilla arquitectónica colonial hasta que alguien les habla de
cómo son, por ejemplo, la Habana vieja, Cartagena de Indias o Quito (en cuyo
caso callan apesadumbrados). Pero el resto del estado es republicano. Que los
republicanos no controlen la delegación al Senado del estado es un mal síntoma,
no tanto porque suponga un cambio político en el estado - que también, pero eso
va muy lento - sino porque refleja el gran dilema del partido: Trump es su
mayor activo y, también, su mayor lastre. Y lo segundo equilibra a lo primero.
Ron DeSantis, el gobernador de Florida, es visto por muchos republicanos de
Washington como el único que puede acabar con esa dinámica. Pero antes tendrá
que liquidar el tirón de Trump entre las bases. Y eso va a ser muy difícil.
Trump acaso no sea el de 2016 o el de 2020 pero mantiene una popularidad
inmensa entre los votantes del partido.
Encima, con estos comicios, el Partido Demócrata aumenta
su mayoría en el Senado, donde pasa a tener 51 senadores, lo que hace que
influencia del demócrata conservador John Manchin se vaya a disolver como un
azucarillo, aunque eso tampoco va a importar demasiado, puesto que los republicanos
se han hecho con el control de la Cámara de Representantes, así que en los
próximos dos años no se va a aprobar ninguna ley de relevancia en EEUU.
Lo importante del Senado en este momento es que ahí se
nombran los jueces federales, que son vitalicios, y ahí Joe Biden ha puesto en
marcha una cadena de montaje de magistrados que va a marcar con sus sentencias
la vida política, social y económica d EEUU en las próximas décadas. Y, para
eso, da igual tener 50 o 51 senadores. Salvo sorpresas - enfermedades,
fallecimientos, o dimisiones imprevistas - los demócratas mantendrán la mayoría
hasta 2024, cuando lleguen otras elecciones en las que, debido a las veleidades
del calendario, los republicanos lo van a tener relativamente fácil para
recuperar la mayoría. Eso, si Trump no vuelve a escoger a los candidatos.
Porque, además, Trump tiene mal ojo para escoger a los
candidatos. Oz es turco, algo que repele a los republicanos. Masters es un niño
bien cuyo mayor activo político es ser amigo del multimillonario de Silicon
Valley, de simpatías neofascistas, Peter Thiel. Y Walker era un pésimo
candidato. Buena parte de sus defectos los resumió anoche uno de sus múltiples
hijos con múltiples mujeres en un tuit que decía: "No pegues a las
mujeres, no pongas pistolas en la cabeza de la gente, y no pagues por abortos
para decir después que eres provida".
En realidad, Walker, como candidato no es malo, sino, más
bien, lo siguiente. "Una máquina de meter la pata", lo definió el ex
comentarista de la cadena de televisión CNN, Chris Cillizza. Y una máquina de
hacer hijos: durante la campaña, se ha desvelado que Walker tenía tres
vástagos, de los que nunca había hablado, con otras tantas mujeres. Aún así, a
falta de un escrutinio completo, Walker habría perdido por entre dos y tres
puntos, lo que demuestra que, si uno es republicano, en Georgia se le perdona
casi todo. Trump y sus aliados lo tenían fácil para ganar. Y, sin embargo, no
lo han podido conseguir. Ésa es el gran problema republicano para 2024.