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09/10/2006 | La agenda de Defensa y seguridad de Paraguay y los Estados Unidos

Fabian C. Calle

En octubre 2006 la Cancillería paraguaya informó la decisión del gobierno de no conceder inmunidad diplomática a los militares y contratistas del Pentágono que operan o pudieran llegar en un futuro al país.

 

Voceros del Poder Ejecutivo, subrayaron que con esta decisión Asunción busca no quedar aislado de la posición existente en la materia por parte la casi totalidad de los países de la región y en especial del MERCOSUR ampliado. La inmunidad en cuestión es parte de los requisitos establecidos por Washington en los últimos años para resguardar a sus efectivos militares desplegados por el mundo de las eventuales, si bien en la práctica poco probables, acciones a partir de la jurisdicción de la Corte Penal Internacional. En los últimos años, el propio Comando Sur y sectores del Departamento de Estado han criticado la aplicación de sanciones a aquellos países que se niegan a darle inmunidad a las fuerzas militares estadounidenses, dado que argumentan que de esta forma se deterioran las relaciones con países amigos y aliados. En los hechos, es muy probable que nuevamente este año Washington decida aplicar un “waiver” a 30 países (incluyendo a la Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay, etc.) que han aplicado o vienen aplicando una decisión como la anunciada por Asunción.

La decisión gubernamental fue interpretada por sectores de la oposición y aun dentro del Partido Colorado (en especial los sectores más distantes del Presidente Duarte Frutos) como una forma de potenciar la estrategia de acercamiento a la Argentina, Brasil y a sectores centristas y aun de centroizquierda del Paraguay frente al intento de Frutos de avanzar en su reelección. Durante el año 2005 se acentuaron los debates políticos y académicos en la región sobre el supuesto giro de Asunción hacia un alineamiento con Washington. La visita del Secretario de Defensa D. Rumsfeld, del Jefe del FBI, del Jefe del Comando Sur, así como la autorización para que operaran en país al menos 600 efectivos militares estadounidenses desde la pista de Mariscal Estigarribia, reforzaron esta percepción. A ello, también ayudaron los trascendidos sobre la decisión de ambos países de articular una posible Zona de Libre Comercio. Con respecto a ello, las fuertes políticas proteccionistas existentes en los Estados Unidos en sectores primarios como soja, azúcar, cítricos, etc., reducen la viabilidad de un acuerdo bilateral de magnitud. La figura más visible de la estrategia de acercamiento a los Estados Unidos estuvo encarnada por el Vicepresidente Castiglioni. La prensa paraguaya ha venido destacando en los últimos tiempos los contactos fluidos del mismo con figuras como el Vicepresidente estadounidense D. Cheney y figuras políticas y militares ligadas al Pentágono. El mismo, también ha sido un duro crítico del MERCOSUR y ha expresado su interés en ser candidato a presidente en las elecciones del 2008.

De manera contemporánea a esta aproximación a la superpotencia, el gobierno Colorado llevó adelante acuerdos de cooperación petrolera con Venezuela (más concretamente la compra de petróleo venezolano a precio preferencial). En este sentido, Asunción planteó la posibilidad cierta que Caracas aportara ayuda económica en el objetivo de reducir el nivel de endeudamiento de Paraguay con Brasil por la construcción de la represa de Itaipú. A ello se suma que durante el presente año la Cancillería guaraní ratificó la voluntad de votar a Venezuela como postulante a una de las bancas no permanentes en el Consejo de Seguridad de la ONU. Para algunos observadores, la buena sintonía de Frutos con Chávez también responde al intento de moderar el potencial desestabilizador de sectores “campesinos sin tierra” que en diversos casos son considerados afines al movimiento bolivariano impulsado desde Caracas.

A comienzos del 2006, un incidente entre efectivos de fuerzas especiales del Pentágono con delincuentes comunes en Paraguay (que derivó en la muerte de uno de estos) motivó el conocimiento público de una estrategia de despliegue de pequeños grupos de fuerzas especiales militares de los Estados Unidos en Embajadas de al menos una docena de países incluyendo a varios de América Latina. Esta estrategia, coordinada y dirigida desde el Comando de Operaciones Especiales de las FF.AA. de los Estados Unidos (y principal encargado de las acciones encubiertas y de comando contra el terrorismo internacional post 11-9), ha generado críticas de agencias como la CIA la cual hasta el momento se atribuía el control sobre este tipo de acciones. A esto se suma, la decisión de Washington de autorizar a partir del 2006 ayuda militar directa del Pentágono a las FF.AA. de países aliados y amigos y evitar de esta forma el filtro que hasta el momento existía del Departamento de Estado para este tipo de acciones o eventuales designaciones como Aliando Mayor Extra OTAN. El justificativo brindado por la administración Bush ha sido facilitar la cooperación militar con países amigos y aliados en la lucha contra el terrorismo y otras amenazas.

La tan mentada base de Mariscal Estigarribia (en el Chaco Paraguayo, y cercana y más cercana a Bolivia que a la zona de la Triple Frontera) es una pista de aterrizaje de 3800 metros (lo cual le permite recibir aviones de transporte estratégico de largo alcance y gran porte de los Estados Unidos) la cual fue construida con ayuda de los Estados Unidos a fines de la década de los ´80 y comienzos de los ´90. La capacidad de recibir estos medios de transporte hace que en pocas horas pueda recibir una Brigada completa (900 efectivos) del Ejército de los Estados Unidos con su material y una División (10 a 12 mil efectivos) en una semana. A partir del 2005, la misma será el eje de una presencia de 600 efectivos militares estadounidenses que permanecerán en Paraguay hasta fines del 2006 y contarán con grados de inmunidad diplomática. Otra utilidad de la presencia de los Estados Unidos en Paraguay es extender los alcances de sus radares terrestres al Norte y Centro de la Argentina y al Sur del Brasil.

Analistas y medios de prensa de la Argentina y Brasil le dieron una amplia cobertura al tema de las instalaciones de Mariscal Estigarribia y su ligazón con el despliegue militar de los Estados Unidos en el Cono Sur: “En América del Sur, el problema de ese interés es que se escuda tras una realidad compleja en la que se mezclan el crimen organizado y el tráfico de drogas, la demonización deliberada de algunas zonas —como la así llamada ‘Triple frontera' que comparten Brasil, Argentina y Paraguay— y el intento por instalar también aquí como prioridad la ‘guerra infinita' de George Bush contra el terrorismo. Esta es un mal negocio, ya se sabe, pero no por eso deja de ser un imán político difícil de resistir para grupos de poder local que ven detrás de aquella guerra la promesa de un orden social severamente controlado. Así las cosas es difícil separar la paja del trigo . Hace una semana, por ejemplo, la Secretaría Nacional Antidrogas de Paraguay inauguró en la ciudad de Pedro Juan Caballero, departamento de Amambay, fronterizo con Brasil, su más moderno cuartel para la lucha antidroga. EE.UU. invirtió en este proyecto casi 500 mil dólares (incluyendo la provisión de helicópteros y una pista de aterrizaje) (1). La zona efectivamente tiene una penetración criminal importante. Hace unos días, el diario Estado do Sao Paulo reveló que el grupo delictivo conocido como ‘Primer Comando de la Capital' —responsable de haber paralizado con atentados a la principal ciudad brasileña hace una semanas— tiene en Pedro Juan Caballero una importante base de operaciones. La Argentina y Paraguay además se han sumado, con el beneplácito de EE.UU., a un Centro Regional de Inteligencia sobre la "Triple frontera" creado por Brasil hace un año. El problema es que las demandas que acompañan siempre a este tipo de asistencia estadounidense suelen no detenerse en la lucha contra el crimen. Seis años y 4.700 millones de dólares después de iniciar el Plan Colombia para combatir el narcotráfico —reveló en un reciente informe The New York Times—, ese programa parece haber servido más para asistir a Bogotá en su guerra civil contra grupos guerrilleros que para detener el flujo de cocaína hacia el mercado estadounidense”.

La cuestión de la presencia militar estadounidense en Paraguay, o más concretamente su potenciación a partir de los últimos años, también se vio reflejado en un relatorio elaborado por el Poder Legislativo de Brasil: A localidade de Mariscal Estigarribia, a 200 quilômetros da fronteira com a Bolívia, povoada por escassos 2 mil camponeses, dispõe de uma pista de aterrissagem muito especial. Construída nos anos 80 (quando o governo paraguaio manejava a hipótese de uma nova guerra com a Bolívia) e reformada na década seguinte, a pista de 3.680 m de comprimento e 75 m de largura tem capacidade para atender aparelhos de grande porte. Mariscal está inserto "no eixo do continente americano" e é, portanto, "um local estratégico" tanto do ponto de vista comercial quanto militar, disse fonte militar paraguaya. (2)

Las crecientes tensiones políticas en Bolivia en el marco de la Constituyente, el acuerdo de La Paz con Venezuela para financiar la construcción de un base militar para las FF.AA. bolivianas por un valor de 22 millones de dólares en el Departamento del Beni, la existencia de un protocolo adicional (que aun debe ser aprobado por el Congreso boliviano) entre La Paz y Caracas para contar con asistencia técnica y humana de las FF.AA. de Venezuela en tareas como “desarme de civiles” (grupos irregulares en la zona de Santa Cruz, Beni y Pando?) y operaciones humanitarias, han acentuado las versiones sobre la supuesta utilidad de esta instalación militar estadounidense localizada en la zona Oeste del Paraguay como eventual sostén logístico de intentos secesionistas en Bolivia. Frente a ello, uno de los factores decisivos a considerar es el nivel de cohesión que podrían presentar las FF.AA. de Bolivia (y en especial el Ejército) frente a intentos separatistas con respaldo interno y externo. Hasta el momento, la mayor parte de los especialistas tienden a destacar la posibilidad cierta que por motivos históricos, de rol y aun de pertenencia étnica de parte sustancial de los miembros y tropa de las FF.AA., la mayoría de sus hombres vean con ojos críticos y alarmantes intentos de fractura. Si esta cohesión es de hecho así, la viabilidad de una rebelión separatista se vería sustancialmente reducida en su viabilidad y con ello los escenarios de ingerencias directas o indirectas de Venezuela, Cuba y los Estados Unidos.

En este escenario, tanto el Presidente Frutos como Evo Morales han demostrado la voluntad política de moderar una escalada de versiones y críticas cruzadas que han tenido a enrarecer el ambiente entre los dos países. Cabe recordar que a la “rivalidad duradera” que subsiste como herencia de la lejana guerra del Chaco, se le suman los condimentos ideológicos y estratégicos de las disputas entre Venezuela y los Estados Unidos (siendo Bolivia un estrecho aliado del primero y, tal como hemos visto, el Paraguay del segundo en cuestión).

A manera de reflexión final, cabría concluir que si en el pasado la estrategia de política exterior del Paraguay era el péndulo o regateo entre la Argentina y Brasil, en especial épocas de rivalidades militares y geopolíticas de estas dos potencias regionales, ahora parece ser la de jugar este juego con al menos tres tableros: el eje Argentina y Brasil, los Estados Unidos y Venezuela.

(1) O. R. Cardoso, “ Un nuevo avance del poder estadounidense”, 29-8-06, Clarín, Argentina.

(2) Folha de São Paulo, 02/10/05

CADAL (Argentina)

 



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