Alberto de la Fernández inicia su presidencia rodeado del gabinete de ministros que pudo armar. Los condicionamientos de la alianza política que lo sienta hoy en el Sillón de Rivadavia, muchos y fuertes, quedaron claros desde su ruidoso silencio frente a la advertencia del castrista Diosdado Cabello sobre la pertenencia de los votos.
A tono con aquella burda injerencia extranjera, en el
elenco que hace la apertura del primer acto abundan personajes oscuros: Rossi,
Bauer, Donda, De Pedro, Zannini, etc. Y ella, claro. El planteo inicial de esta
obra apenas levantado el telón es para alquilar balcones, porque vemos en
Alberto una máscara como la de Scaramouche; pero ¿cuál es su rostro en
realidad?
Si el espectador de teatro disfruta el drama, el
ciudadano lo padece. No hay nada en la reinstauración del régimen que me
agrade, ni que a pesar del desagrado me despierte esperanzas de mejora real en
tema alguno. De movida el número de ministerios deja en claro que el ajuste
estructural y la reforma funcional del Estado no son entendidos como prioridad.
Así el gobierno entrante, igual que el saliente, elude asumir que la Argentina
necesita una austeridad republicana tal que haga parecer hedonistas a los
espartanos. Y la austeridad no se logra sin Inteligencia.
Si un presidente asume sin definiciones previas sobre
Inteligencia no es un estadista. En este contexto de más de lo mismo, asesorado
por Gustavo Beliz, evalúa opciones para la AFI y aflora la manía refundacional
con propuestas que anteponen rencores y prejuicios ideológicos a los intereses
del país.
Demoler sin siquiera saber qué ni para qué, agitando en
ello el fantasma de Stiuso, es gatopardismo: otratomadura de pelo a la
ciudadanía, como la de Cristina Fernández cuando tras once años de gobierno
descubrió que Stiuso era un malvado. Y al igual que ella, el conjunto de la
casta política pretende exculparse en la diatriba fácil de echarle la culpa de
cualquier mugre a los servicios y olvidar que, por definición, los agentes de
Inteligencia no son autónomos: viven bajo directivas, porque la conducción del
sistema es responsabilidad irrenunciable del gobierno.
EL MEJOR SEÑOR "5"
O sea: La SIDE, luego SI, todavía hoy AFI y mañana quién
sabe qué, es lo que los gobiernos han hecho de ella. Y está claro que después
de Miguel Angel Toma, en mi opinión el mejor Señor 5 que ha servido a la
República en tiempos democráticos, la casta política no ha querido que los
servicios lo fueran de Inteligencia. Han preferido, en cambio, que hicieran de
chicos de los mandados, operadores judiciales, investigadores criminales,
brigadas de calle (cuando los asustó la inseguridad) y hasta policía del
pensamiento disimulando errores de gobierno como conspiraciones ajenas. En el
colmo de la desvirtuación el kirchnerismo, que llevó al colapso al Sistema de
Inteligencia Nacional, se dedicó a desordenar los escombros con Oscar Parrilli,
Juan Martín Mena y Marcelo Saín, un equipo grotesco de incapaces a los que no
se les cruzó una idea.
Lejos de intentar recomponer el sistema, durante el
interregno cambiemita la Inteligencia siguió siendo despreciada, Mauricio Macri
nunca la incorporó como práctica a su toma de decisiones y gobernó
constantemente sorprendido, desgastándose en la incertidumbre de la prueba y
error. En esa tónica, Patricia Bullrich mantuvo acéfala durante cuatro años a
la Dirección Nacional de Inteligencia Criminal. La ridícula pretensión de
combatir al narcotráfico sin Inteligencia Criminal no fue cuestionada por la
generalidad del periodismo (no hay periodismo especializado en seguridad) ni
por las comisiones bicamerales de Seguridad e Inteligencia.
Mientras los legisladores kirchneristas, en lugar de
buscar corregir esas evidentes falencias técnicas, mostraban su vocación
irrefrenable por la mentira queriendo pasar por desaparición forzada la muerte
de Santiago Maldonado, a ningún cambiemita pareció importarle que la República
Argentina se gobernase sin Inteligencia. La postal del país idiotizado se tuvo
en la lastimosa dificultad intelectual de Juan Cabandié al pretender interpelar
a Patricia Bullrich. Decir patético es poco para entender que ocupen bancas
fulanos que repelen la inteligencia en todas sus acepciones.
Lo curioso del presente es que Beliz no viene de ese palo
ideológico ni es ningún idiota, tiene clara conciencia de la necesidad de la
Inteligencia de Estado en la toma de decisiones del gobierno. Algo que tampoco
ignora la nueva ministro de Seguridad Sabina Frederic, quien supo observar que:
"Falta inteligencia e investigación criminal para prevenir el delito, que
es distinto de la AFI, que hace Inteligencia de Estado". Hay en ambos,
Beliz y Frederic, una orientación teórica sobre el rol de la Inteligencia, pero
un enunciado coherente no implica un desarrollo efectivo. Mucho menos en un
espacio político con los turbios antecedentes y personajes del kirchnerismo.
La razón de ser de los servicios de Inteligencia es la
misma en cualquier tiempo y lugar, perfectamente señalada por Sun Tzu al
enseñar que "cada cuestión requiere un conocimiento previo".
En cuestiones de Estado, la complejidad del proceso
racional que antecede la toma de decisiones exige la participación de los
servicios de Inteligencia en forma sistemática y metódica. Para informar
profesionalmente al decisor y no para complacerlo. De allí que los agentes de Inteligencia
no deban ser simpáticos, están para decir lo que se debe escuchar, no lo que se
quiere oír. Especialmente debe ser así en los países democráticos de espíritu
republicano, donde el ejercicio limitado del poder acota el margen de
discrecionalidad por parte del gobernante. En la República no hay lugar para
iluminados, las decisiones deben fundarse y se debe rendir cuentas de ellas,
sin exceder jamás el marco de incumbencia delimitado por la Constitución al
dividir las funciones del Poder. ¿Podrá entenderlo el gobierno de Alberto de la
Fernández?
***Ariel Corbat: Periodista. El lector podrá encontrar
más artículos del señor Corbat en sus dos blogs: plumaderecha.blogspot.com y
unliberalquenohabladeeconomia.blogspot