El responsable de la polÃtica hacia Venezuela de la Casa Blanca va a abandonar su puesto tras una serie de concesiones que no han dado frutos.
Hubo una foto que al grueso de la castigada diáspora
venezolana en Estados Unidos le ha dolido especialmente de la actual
administración norteamericana, por lo que revelaba y por lo que auguraba. Fue
publicada en Instagram el 5 de marzo de 2022, y muestra al aun responsable de
la cartera de asuntos latinoamericanos de la Casa Blanca, en un jet privado,
con gafas de sol y anotando en un cuaderno, en un trayecto entre Caracas y
Washington, con un solo comentario: «Operación Belieber».
Que la primera misión en años de un alto funcionario de
la presidencia estadounidense a verse con el dictador venezolano Nicolás Maduro
fuera descrita en esos términos, con la ligereza de un meme de redes sociales y
haciendo referencia al cantante Justin Bieber, provocó una gran animosidad
hacia Juan González, colombiano de nacimiento y veterano del equipo de Biden
desde sus años en la vicepresidencia. Por entonces la dictadura había provocado
ya con su represión y la miseria el exilio de más de seis millones de
venezolanos.
Este mes de marzo entrante, González se apea finalmente
del cargo de asesor de América Latina en el Consejo de Seguridad de la Casa
Blanca, según ha confirmado la presidencia americana.
El asesor de la Casa Blanca para América Latina deja el
cargo en pleno año electoral
Pedro Burelli, un venezolano que vive en el exilio, una
de las voces más influyentes de la diáspora venezolana en EE.UU. y alguien muy
crítico del giro de la Administración Biden con respecto a Maduro, opina que
González «nunca tuvo la experiencia que se requería para negociar con quienes
se han burlado de un sinfín de equipos negociadores a lo largo de dos décadas».
«Cometió errores garrafales en su primera visita a Venezuela en marzo de 2022
que permitieron al régimen de Caracas venderse como víctima de la falta de
palabra del Gobierno de Washington», añade.
Según dos fuentes conocedoras de aquel viaje, en el que
fue a Venezuela también el enviado especial de EE.UU. para la liberación de
rehenes, Roger Carstens, González se presentó como el funcionario
norteamericano de mayor nivel en visitar Caracas desde que Hugo Chávez tomara
el poder. En el viaje González adquirió, además, una serie de compromisos que
después sus superiores en el Consejo de Seguridad de la Casa Blanca no pudieron
refrendar, lo que llevó a lo que Burelli describe como la interpretación de la
dictadura de que Washington no tenía palabra.
La decisión de González de anunciar su viaje en su perfil
personal de Instagram provocó además aprensión entre el equipo de comunicación
de la Casa Blanca, y la que entonces era portavoz de esta, Jen Psaki, se
molestó profundamente y tuvo que aconsejarle que no volviera a compartir
mensajes de ese tipo en sus perfiles de redes sociales, según una persona con
conocimiento de aquella conversación.
Sucesión de concesiones
Desde aquel primer viaje, los rumores del inminente
despido o dimisión de González llegaban cada vez que Maduro respondía a una
nueva concesión con alguna ofensa aun mayor que la anterior. La deriva
autoritaria, las detenciones arbitrarias y los indicios de que no habría
elecciones libres, no disuadieron a González y su aparente determinación de
darle al botón de 'reset' en las relaciones con el chavismo.
Primero vino la extracción de la lista de sancionados por
EE.UU. de Carlos Erik Malpica Flores, sobrino de la primera dama venezolana,
Cilia Flores. Después, la liberación de sus 'narcosobrinos', Efraín Antonio
Campo Flores y Francisco Flores de Freitas, que cumplían penas de prisión por
tráfico de cocaína. Más adelante el levantamiento paulatino de las sanciones al
oro y al petróleo. Mientras, Washington retiró el reconocimiento a Juan Guaidó,
tras no invitarle a acudir a la cumbre de las Américas de Los Ángeles en verano
de 2022.
Objetivo prioritario: Saab
Ya desde los últimos años de Donald Trump, EE.UU. era
consciente de que Maduro tenía un objetivo prioritario, liberar a Alex Saab, el
testaferro del dictador. No sólo por lo que sabía de Venezuela, sino por la
información que atesora de los negocios con Irán, Rusia y Turquía. Así se lo
trasladó Jorge Rodríguez, presidente de la asamblea venezolana oficialista, a
dos enviados de Trump, Richard Grenell y Erik Prince, en México en 2020.
Finalmente, González consiguió de Biden en diciembre de
2023 el indulto total y completo de Saab, imputado en una trama de lavado de
dinero y robo de fondos públicos venezolanos, al que EE.UU. peleó por
extraditar desde Cabo Verde desde que Interpol le detuvo en 2020. Una vez Saab
regresó a casa, la ilusión de unas elecciones libres se desmontó cual castillo
de arena.
Por eso entre los descontentos de González y la política
de Biden hacia Venezuela hay varios fiscales, según ha podido saber ABC de
fuentes de la judicatura, decepcionados con que su trabajo de años en causas
como la de Saab hayan sido desmontadas con la firma de un presidente que antes
hubo prometido que no interferiría en los asuntos de la justicia, hasta que lo
hizo. Los viajes de González -hubo otro más- a Caracas tampoco sentaron muy
bien en un ministerio público que tenía imputados a Maduro y a su socio
Diosdado Cabello en una gran causa de narcoterrorismo, de la que hoy quedan
apenas los restos: el general Clíver Alcalá se ha declarado culpable y aguarda
sentencia y Hugo 'El Pollo' Carvajal, extraditado desde España, pelea por un
juicio que sólo suma demoras. El juez, lo ha dicho abiertamente, está
exasperado.
En el intrincado y endogámico mundo de Washington, un
despido nunca se presenta como tal. Sólo en los años de Trump el presidente
echaba a alguien a la calle, normalmente con un tuit. La salida de González fue
filtrada subrepticiamente a Bloomberg, un medio de confianza para la Casa
Blanca en asuntos de Venezuela, y después el Consejo de Seguridad Nacional se
limitó a confirmar lo obvio, sin más.
El calendario, sin embargo, es bastante revelador. Unas
semanas antes, Maduro hizo a Biden abrir los ojos: María Corina Machado, que
ganó las primarias opositoras, no se puede presentar a las elecciones porque el
régimen no quiere. La activista a favor de los derechos humanos Rocío San
Miguel fue detenida. Y por si el mensaje no quedara claro, el día después de
que se supiera de la salida de Juan González, Venezuela expulsó del país a la
agencia de derechos humanos de la ONU. No es la de González una salida común
tampoco en plazos, porque se produce cuando casi podía acabar todo el mandato,
a nueve meses de las presidenciales en EE.UU. y antes de las de Venezuela.
Los logros
Entre los logros de González está sobre todo la
liberación de todos los estadounidenses que estaban presos en Venezuela, en
varias tandas, empezado por los ejecutivos de la petrolera Citgo, y acabando
por unos soldados americanos que en 2019 participaron en una chapucera
operación para deponer a Maduro que les llevó al calabozo.
También consiguió que Maduro aceptara vuelos de
repatriación de venezolanos rechazados en la frontera con México. Se trata de
un logro no exento de contradicciones: cuando Biden acabe su primer mandato, un
millón de venezolanos habrá entrado en EE.UU. sin papeles, según las
estimaciones oficiales. Huyen de la miseria y la represión, y gracias a las
negociaciones de González, muchos de ellos son regresados inmediatamente a esa
pesadilla de la que han intentado escapar. Al término de su primer mandato, Biden
ha conseguido priorizar la excarcelación de estadounidenses y la política
migratoria, y dejar de lado el cambio democrático.
Tampoco tenía una misión fácil González cuando llegó al
cargo. Su cartera abarca todo el continente americano, y a los meses de llegar,
el ciclo de protestas y represión volvió a activarse en Cuba. Sin embargo, él
se inmiscuyó directamente en la crisis venezolana y aceptó verse cara a cara
con Maduro, en su terreno.
EE.UU. salía de los cuatro años de Trump, un mandato en
el que Venezuela había sido casi una cuestión de política nacional, con apoyos
a pronunciamientos contra Maduro y reconocimientos oficiales a Juan Guaidó. La
frase más repetida en la Casa Blanca aquellos años había sido «todas las
opciones están sobre a mesa», una advertencia de uso de la fuerza que al final
quedó en palabras, y que no consiguió cambio alguno en la estructura de poder
en Caracas.
Para Carrie Filipetti, que fue subsecretaria de Estado
para América Latina en la diplomacia de EE.UU. con la anterior Administración y
hoy es directora del grupo bipartidista Vandenberg Coalition, es
«decepcionante» que las concesiones de la Casa Blanca se encuentren sólo con
«un empeoramiento de la situación de los venezolanos».
A pesar de las concesiones hechas por EE.UU., el régimen
de Maduro ha intensificado la represión, arrestando activistas y amenazando la
sociedad civil. «La debilidad del régimen de Maduro es evidente, y tanto EE.UU.
como otros aliados deben aprovecharla para promover elecciones libres y justas
en Venezuela, penalizando al régimen por sus abusos y buscando una transición
democrática genuina», dice Filipetti a este diario.