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24/06/2007 | Francia - Sarkozy resucita la autoridad

Lluis Uría

"¡Quiero pasar la página de Mayo del 68 de una vez por todas!", tronó Nicolas Sarkozy el 29 de abril ante los cerca de 40.000 seguidores que acudieron a su gran mitjn de campaña en París. No era la primera vez que el hoy triunfante presidente de la República francesa aludía en términos apocalípticos a la fecha talismán de la izquierda europea.

 

Pero sus palabras parecieron aquella tarde una suerte de amenaza telúrica.

Cualquiera hubiera pensado, escuchando al líder de la derecha francesa, que Mayo del 68 era la raíz de todos los males no ya de Francia sino de Occidente entero, incluidos ¡los escándalos del capitalismo financiero! Una caricatura, sin duda, pero efectista. "1968 nos impuso el relativismo moral y político, el fin de los valores y de la jerarquía, el fin de la autoridad", dijo de forma diáfana. ¿Prohibido prohibir? Se acabó.

La campaña de las elecciones presidenciales francesas y la consecuente victoria de Nicolas Sarkozy, exponente de una derecha desacomplejada, han rescatado los valores tradicionales que habían quedado arrinconados por el viento revolucionario de Mayo del 68, derrotado en las calles pero triunfante en los espíritus. Sarkozy ha venido a cerrar ese paréntesis, que dejó a la derecha ideológicamente desarbolada, haciendo bandera política de la defensa de la autoridad, el orden, la disciplina, el respeto, el esfuerzo y el mérito.

Enérgico y determinado, el presidente francés ha conseguido llegar al corazón de los franceses, desorientados y presos de una vaga desazón ante los vertiginosos cambios del mundo, erigiéndose en un padre protector, firme y severo. Es en este caldo de cultivo en el que ha prendido el discurso de Sarkozy, convertido en una especie de linimento moral para una sociedad deprimida y temerosa del futuro, que busca en las certidumbres antiguas una brújula para navegar en el agitado mar de la globalización. No hay más que ver cómo ha repuntado la confianza de los ciudadanos tras su elección para entenderlo.

Autoridad y responsabilidad, exigencia y respeto, derechos y deberes, forman parte del binomio sarkozysta. Para quien se esfuerce y trabaje, toda la ayuda. Para quien violente la ley, el máximo rigor. El presidente francés no ha podido - no ha querido- desprenderse del aura de "primer policía de Francia" que le acompaña desde que asumiera la dirección del Ministerio del Interior dispuesto a limpiar de chusma (´racaille´) los barrios de la ´banlieue´. No porque sí, una de las primeras medidas de su Gobierno será endurecer las penas de los delincuentes reincidentes. Sarkozy sabe que los ciudadanos, especialmente los que viven en los suburbios - los más expuestos-, reclaman seguridad antes que nada, algo que a los socialistas les ha costado entender y que está en la raíz de la espectacular derrota de Lionel Jospin en 2002, cuando fue apartado de la carrera presidencial por el ultra Jean-Marie Le Pen.

Pero el discurso y la práctica de Sarkozy van más allá del mero reforzamiento de la autoridad policial. Su objetivo es más amplio: rehabilitar la autoridad como concepto. Y, en este sentido, la escuela va a ser el escenario principal de su ofensiva. El presidente francés quiere imponer que los alumnos se levanten en señal de respeto cada vez que entre en el aula el profesor y que el tratamiento de usted se generalice en los centros escolares entre enseñantes y discípulos (algo que, por otra parte, contrasta con el estilo desenfadado que el propio Sarkozy ha introducido en el Consejo de Ministros, donde el tuteo es ahora de rigor).

El resurgimiento de los valores de la autoridad y el orden en la Francia de principios del siglo XXI no es, pese a lo que pueda parecer, un fenómeno ligado exclusivamente a un repunte neoconservador. Sarkozy no ha venido a violentar el sentir de los franceses, sino a darle cauce. Y la demostración palmaria de que esto es así es el éxito obtenido por su rival, la socialista Ségolène Royal.

Heterodoxa e independiente, la ex candidata del PS al Elíseo debe en parte su gran predicamente electoral a la recuperación para la izquierda de valores asociados tradicionalmente a la derecha. Su discurso sobre la seguridad - de una firmeza inédita en sus filas-, su defensa del "orden justo", su reivindicación de la familia y su aureola de madre protectora han conectado con buena parte de las inquietudes de la gente.

Hija de un coronel del ejército religioso y ultraconservador, la presidenciable socialista reivindica el valor de la disciplina. Su defensa del servicio militar, cuya supresión ha lamentado públicamente, y su propuesta de internar a los delicuentes juveniles en centros militares han causado tanto estupor en la izquierda como adhesión entre la población.

Royal no se ha abstenido tampoco de expresar reparos al matrimonio homosexual y ha fustigado con dureza la pornografía, así como la ´tibia´ posición de la izquierda al respecto: "Hay una vieja ideología sesentayochista mal digerida…", ha dicho. Sarkozy no lo diría mejor.

La Vanguardia (España)

 


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