Alburquerque- Ratón, Santa Fe, Albuquerque, Las Lunas, Socorro, Truth or consequences (Verdad o consecuencia) o Las Cruces son algunos de los nombres de los lugares que se encuentran cuando se recorre de norte a sur el estado de Nuevo México por la interestatal 25 antes de llegar a El Paso (Texas). Nuevo México fue absorbido en 1912 por Estados Unidos. Antes pertenecía a México, pero la mayoría prefiere recordar su pasado español antes que su posible influencia mexicana, a pesar de hacer frontera con México.
   

Brian Sanderoff, periodista del diario «Albuquerque Journal», remarca el conservadurismo que supuran sus conciudadanos respecto a la cuestión migratoria y las diferencias entre el norte y el sur del Estado. «La población del norte no quiere inmigrantes ilegales, apuestan por la construcción del muro, son más cerrados que en el sur». Conforme se baja en el mapa hacia México, se observa cómo la situación cambia.
   

Un hombre del pueblo de Ratón, justo al norte de Nuevo México, asegura que puede entender «que vengan (en referencia a los inmigrantes ilegales) porque no tienen nada, pero claro, le quitan el trabajo a los ciudadanos estadounidenses. Y así no se puede. Todo es culpa del presidente George W. Bush», explica este hombre que ronda los 80 años, mientras revela con muestras de orgullo su pasado español.
   

A su juicio, todo es culpa del mandatario republicano, del que habla como si fuera el culpable de haber traído a los 12 millones de clandestinos que habitan en Estados Unidos. Está con un amigo en la sede del Partido Demócrata de la candidata Patria Madrid a la Cámara de Representantes del Congreso por Nuevo México. «Ella también es de España, bueno, en realidad sus antepasados eran de allí», matiza. El apellido de la política lo dice todo. Su hijo Giancarlo apunta orgulloso que ha estado en España hace pocos meses. El director del National Hispanic Cultural Center de Albuquerque, Eduardo Díaz, que nació en El Paso, explica que «con todo esto, la influencia de España sobre los que han nacido aquí es evidente, no entiendo cómo algunos no quieren reconocer sus raíces».
   

El diplomático Edward L. Romero, que fue embajador de Estados Unidos en España, lo tiene muy claro. «Yo soy manchego. Mi familia vino de Toledo (en 1598)», explica en un perfecto español. «Y no hay que olvidar que la primera lengua que se habló en este país fue el español y no el inglés».
   

Romero se emociona cuando habla de España. Dice que cuando llegó por primera vez, ya sentía que había estado antes. Y no quiere dejar de recordar los lazos de Albuquerque con España. «Los Príncipes de Asturias estuvieron en Albuquerque el año pasado. Don Felipe y Doña Letizia son nuestros también, no son sólo de España. Aquí, se les quiere mucho».
   

Desde el café Barelas, ubicado en un barrio hispano de Albuquerque, la profesora de Ciencias Políticas Christine Sierra explica que «a nosotros nos bajaron la frontera, siempre estuvimos aquí, llegamos primero». Fue con el Tratado de Guadalupe Hidalgo con el que concluyó la Guerra Mexicano-Americana (1846-1848), cuando México cedió a EE UU Colorado, Arizona, Nuevo México, California, Nevada y Utah, en total 1,36 millones de kilómetros cuadrados.
   

Es en esta zona del sur donde se concentra actualmente la gran mayoría de inmigrantes en situación ilegal. Los datos del Pew Hispanic Center revelan que hay un total de 2,75 millones en el estado de California; 1,6, en Texas; 450.000, en Arizona; 275.000, en Colorado; 200.000, en Nevada; y 75.000, en Nuevo México.
   

En este último, los ciudadanos tienen muy claro que son nuevomexicanos. Y que no se confunda su comida con la mexicana o la texana. Christine pide en el café Barelas el desayuno Burrito Breakfast, que consta de carne con chile y café. Habla con la camarera que le sirve en inglés, pero a la hora de pronunciar las palabras en el menú que hay en español lo hace a las mil maravilas.
   

Su realidad es la bilingüe, la que se siente cuando se está en un lugar de cruce de culturas. En la misma cafetería un antiguo soldado desayuna en compañía de un amigo. El estadounidense que va a votar a los republicanos en las elecciones del próximo martes, donde se renueva la Cámara de Representantes al completo y un tercio del Senado, también hace gala de su dominio de la lengua española.
   

«Lo aprendí cuando estuve en Madrid, en la base militar estadounidense de ¿Torregón?», aquí sí le falla la pronunciación. «No, Torrejón», enfatiza. «Soy republicano, pero no quiero muro. Yo entiendo que quieran venir a buscar un futuro». Los últimos días en Nuevo México los sondeos daban ventaja a los demócratas , era sólo un ejemplo de lo que los analistas auguraban para el resto del país, aunque nadie se atreve a infravalorar la máquina de hacer campaña republicana.