Todo fruto de un discurso y una acción de gobierno, la de los Kirchner en sus dos versiones, que ya comenzó a vislumbrar síntomas de agotamiento. Ayer terminó por admitirlo la presidenta cuando en su discurso pidió “por favor... humildemente, levanten el paro para entonces sí dialogar...”

Los sectores del campo evalúan cómo aceptan el forzado convite. Es la primera vez en cinco años que los Kirchner utilizan la palabra diálogo en un discurso, una evidencia de que las cacerolas de estos días marcaron un antes y un después en la administración K.

La bronca del campo se centraliza en los pequeños y medianos empresarios, cuyos ingresos medios anuales no pasan de los 10 mil dólares y a los que la presidenta metió en la misma bolsa que los grandes productores: “Oligarcas y piqueteros de la abundancia”.

Una conducta fiel a un estilo de gobierno que viene del frío santacruceño. Un estilo que ya en aquellas lejanías también utilizaban las pandillas. Otras como estas de ahora, del piquetero Luis D´Elia —quien ayer no dudó en decir que “no tengo problemas en matarlos a todos, lo que me mueve es el odio contra la puta oligarquía”— para expulsar a los manifestantes opositores que no son precisamente representantes oligarcas. Pero esas cacerolas no sólo obedecen a un apoyo al campo, sector que fue el motor de la recuperación argentina, una vez que se abandonó el anclaje del peso en el dólar, sino al hartazgo de un estilo de gobierno basado en la soberbia y en cierto autoritarismo que suele manejar la pareja K.

En lo que al campo respecta, es un sector que representa 44% de los ingresos tributarios del país, emplea a 55.6% de los trabajadores formales y genera 60% de las exportaciones. Las retenciones fiscales a las exportaciones de granos y carnes fueron in crescendo a medida que fue aumentando el gasto público. Tanto para los dueños de grandes extensiones como a los pequeños productores.

Además de 44% de ese gravamen el sector también debe abonar IVA e impuestos a las ganancias, lo que el sector considera confiscatorio.

Pero la falta de una política económica, de un esquema fiscal distributivo y equitativo y de una política coherente para el sector más importante de la economía, pone al gobierno en un callejón sin salida. Si cede en el reclamo, las cuentas fiscales y la inflación corren un serio riesgo de salirse de cauce.

Se necesitan más de 4 mil millones de dólares adicionales en 2008 para cubrir los compromisos más urgentes y se apeló al campo. Los productores ya no quieren seguir cediendo y buscan un tope a las retenciones para que sus campos no terminen en manos de los grandes grupos económicos. Aún no se conoce el final a pesar de la descompresión por parte de la presidenta. Lo cierto es que en estos días ya nada será igual en la relación de los Kirchner con importantes sectores de la sociedad. Las cacerolas ocuparon esos espacios que la pareja del poder no supo o no pudo cubrir con política.