El primer decenio del siglo XXI en América Latina estuvo caracterizado por la construcción de nuevos liderazgos y por la búsqueda permanente de nuevos paradigmas políticos.
El primer decenio del siglo XXI en América Latina estuvo caracterizado por la construcción de nuevos liderazgos y por la búsqueda permanente de nuevos paradigmas políticos.
La llegada al poder de un militar nacionalista como Hugo Chávez, cuando expiraba el siglo XX, tuvo lugar sobre las cenizas de los partidos tradicionales de Venezuela. El arribo a la presidencia de Brasil de Luiz Inacio Lula Da Silva, la ruptura que provocó Evo Morales, al convertirse en el primer presidente indígena de Bolivia y el ascenso de Michelle Bachelet, como la primera jefa de Estado en la historia de Chile definieron una nueva era.
El ejemplo irradió a otros países de la región, en la que nunca antes había habido tantos gobiernos progresistas. Alain Toraine, analista de los procesos políticos latinoamericanos, considera que la división entre izquierdas y derechas en esta parte del mundo “pierde total sentido”, ya que en la actualidad por diferentes canales “lo que buscan los gobiernos es hallar una expresión política a sus problemas sociales y darles un marco institucional y democrático”. Y es que con la excepción del caso chileno, o más recientemente del uruguayo, todos los gobiernos con origen en la izquierda son el fruto de “un extenso proceso de asimilación con patrones instituidos en materia económica o política”, explica la socióloga y diputada argentina Alcira Argumedo.
No en vano Lula, fundador del Partido de los Trabajadores (PT) y de la Central de Trabajadores de Brasil (CUT), pudo expresar lo siguiente:. “Nunca antes en la historia de Brasil, los empresarios ganaron tanto dinero como conmigo…”. Decir tal cosa habría sido un anatema en los círculos de la izquierda tradicional de la región hace unos años.
Lo cierto es que ni Lula ni Morales, ni Chávez ni los Kirchner, ni Rafael Correa (Ecuador) o a Tabaré Vázquez (Uruguay), habrían podido llegar al poder si sus países no hubieran experimentado severas crisis económicas (en algunos casos al borde del estallido social como ocurrió en Argentina (2001), Bolivia (2003) y Ecuador (2004), debido a las políticas del Fondo Monetario Internacional y su modelo neoliberal. “Son gobiernos hijos de la crisis”, según el historiador Tulio Halperin Donghi.
Una vez en el poder y con la justicia social como meta, la nueva izquierda gubernamental latinoamericana no se planteó la revolución. Ni Morales ni Lula, ni el uruguayo Fernando Lugo o Correa anclaron alguna vez sus expectativas en el marxismo. Evo, gobernó con las etnias, pero para ser reelecto con más del 60% de los votos “habló de mercados y de captar inversiones”, dijo el politólogo Carlos Vilas. “La izquierda actual interioriza los valores democráticos y asume la necesidad de una política económica responsable”, dijo.