“¿Qué les pasa, tienen tanto miedo de perder que adelantan las elecciones?”.

Esa pregunta, a boca de jarro, la lanzó el ex presidente Néstor Kirchner hace apenas 15 días, en vísperas de las elecciones catamarqueñas. Ahora, su esposa, la presidenta Cristina, es quien decidió adelantar las elecciones legislativas, para las cuales su marido prepara su candidatura por la estratégica provincia de Buenos Aires, donde parece que tendría miedo de perder si las elecciones fueran en octubre, como estaban pautadas hasta el viernes, cuando el gobierno propuso adelantarlas a junio.

El manoseo del cronograma electoral, que comenzó el jueves cuando el jefe de gobierno porteño, Mauricio Macri, adelantó los comicios capitalinos, obedece a que la crisis global, junto con la carencia de medidas de fondo en materia económica durante los cuatro años anteriores, obligan a jugar las cartas electorales antes que los fondos incautados en octubre a los fondos de pensión y las reservas del tesoro se esfumen.

La merma en la recaudación fiscal, la baja en las exportaciones junto con la caída en los precios de los granos, sin olvidar que el conflicto con el sector agropecuario, sigue sin resolverse, perfilan un escenario más que negro para el tercer trimestre del año, coinciden economistas.

Y todo porque los cuatro años previos a esta crisis, tal vez uno de los pocos periodos de bonanza que los argentinos hayan conocido desde los años de posguerra, sólo fueron utilizados por los Kirchner para garantizar su mirada cortoplacista en el manejo del poder, una conducta repetitiva de la que vuelven a hacer gala con estas dos últimas decisiones: el adelanto de los comicios legislativos, en los que se juega la gobernabilidad, y volver a utilizar a uno de los miembros de la pareja como candidato por el territorio bonaerense, cuando su lugar de origen y su domicilio está desde hace décadas en Santa Cruz. Pero en la devaluada democracia gaucha todo es posible, hasta bailar un malambo (zapateo folclórico) sobre el texto de la Constitución.

No obstante las posibilidades concretas de cada uno de los proyectos presidenciales, hay que tener en cuenta la dinámica de la crisis y de los errores del propio gobierno. Antes del 28 de marzo las dos Cámaras deberán aprobar el proyecto para adelantar los comicios al 28 de junio.

En la de Diputados todo parece estar en orden para los planes de la Presidencia, pero en el Senado, el oficialismo estaría en condiciones de una victoria ajustada o a lo sumo de un empate, un panorama similar al que debió enfrentar en julio pasado con el frustrado proyecto del aumento de las retenciones a las exportaciones de granos. En ese caso, y como aquella vez, sería el vapuleado vicepresidente Julio Cobos el que debería desempatar.

A sabiendas de que sube en las encuestas cada vez que el gobierno lo golpea, Cobos ya advirtió que es contrario a adelantar las elecciones. Si ese fuese el escenario, sería un nuevo golpe para el gobierno.

De tal suerte, las últimas dos jugadas urdidas en el laboratorio Kirchner parecen tener el sello de la debilidad y la premura, obligados como están por los agujeros en las arcas del Estado, la aceleración de la crisis, la carencia de ideas que vayan más allá de la próxima elección y el miedo a perderlo todo.