La carrera electoral, en Austria como en Baviera, es tan ajustada que las cumbres podrían ocultar el paisaje: ya nada será lo que era en el mágico mundo alpino y danubiano, con su combinación cristiano-social de tradición, modernidad, comunidad y saber vivir.
En ambas regiones, ligadas por costumbres, creencias e historia, el panorama político se ha abierto en los últimos años a un sinnúmero de nuevas fuerzas, que forman ya en conjunto un tercer bloque disidente frente al poder de los dos grandes, democristianos y socialdemócratas.
Si en Baviera le crecen los enanos al presidente Beckstein, aunque todo el resto juntos no suman aún lo que su CSU, en Austria los partidos nacidos del radical Jörg Haider de los 90 (FPÖ y BZÖ) juntos ya suman en las encuestas más que cualquiera de los grandes SPÖ y ÖVP, que bordean el 30 por ciento, uno por arriba y otro por abajo. El diario tradicional «Die Presse» reconoce que es «un terremoto anunciado». El más progresista «Standard» editorializa las variantes con Haider como rey de cualquier combinación probable. Las cifras pueden ser tan ajustadas y el voto por correo en Austria tan elevado que los analistas de sondeos no creen que antes del 6 de octubre nadie pueda cantar victoria.
Si la caótica última sesión parlamentaria en Viena es síntoma de algo, se puede decir que Jörg Haider, que regresa desde Carintia, podría ser la bisagra de cualquier opción. Su viejo partido FPÖ, el más nacionalista y derechista, ha votado y puede seguir haciéndolo con el SPÖ. Su nueva formación, la Alianza por el Futuro de Austria (BZÖ), habría tenido tratos con los populares del ÖVP, según el diario más afín a Haider. También esto lo busca Strache y su FPÖ, pero las dos formaciones son irreconciliables entre sí. La vieja gran coalición SPÖ-ÖVP es cada vez menos deseada por nadie, pero no hay suficiente base para que el SPÖ pudiese lograr su soñada alianza con los Verdes.
El atildado líder socialdemócrata Faymann se ha revelado un populista vendedor de humo, que preocupa a los observadores por sus «mercedes norcoreanas hacia el pueblo», como escribe el «Standard», El democristiano Molterer ofrece un rigor financiero acartonado con escasa conexión y seducción. Su ventaja sería que su veteranía en las finanzas le da una vis prudente de servicio público, de que carece el socialdemócrata: «Faymann se dispondrá antes a contentar a sus bases», opina el sociólogo electoral Peter Ulram.
