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24/10/2010 | Alemania - Berlín quiere sancionar a quien no se integre

Ramiro Villapadierna

Dos libros, uno socialista y otro democristiano, animan el debate sobre el fin de la sociedad multicultural en Alemania.Con el documento, la CDU cumple la apuesta de su programa electoral de 2007.Alemania cuenta hoy con unos 16 millones de habitantes con un origen migratorio.

 

Un libro socialdemócrata, crítico con la inercia de algunos musulmanes, y otro democristiano, sobre los principios fundamentales del estado, han desencadenado en Alemania un debate inmigratorio que algunos han visto irresponsable y otros ven necesario y desprejuiciado, cuando seguramente buscaba anticipar la nueva legislación sobre integración del gobierno de Angela Merkel.

La presidencia de la Unión Democristiana se prepara a aprobar el lunes un documento sobre «cultura de referencia» e inmigración, titulado «Responsabilidad con el futuro». «Nuestros valores culturales, marcados por la tradición judeocristiana y a la que la CDU se siente especialmente ligada, así como nuestra experiencia histórica, son los cimientos para la cohesión de nuestra sociedad y forman nuestro referente cultural», dice el texto avanzado a este diario.

Con ello, la CDU cumple una apuesta de su programa electoral de 2007 y se dice determinada a redirigir «la politica de integración hacia nuestros intereses y concluir con la una política de mal comprendida tolerancia». Esto es, «poner fin al proyecto multi-culti» de socialdemócratas y verdes. Alemania, reconoce, «obtiene provecho de inmigrantes que aquí trabajan y nos aportan su vidas» pero «no así de una minoría que no lo quieren e impiden a la educación y ascenso de sus hijos». La cuestión es que tal política entrañaría «consecuentes sanciones» aplicables a «la residencia» entre los vulneradores.

Están para quedarse

Aperitivos no casuales han sido un debate excluyente, abierto por el libro de un político socialdemócrata, y la intervención de la canciller federal, reconociendo con amargura pero sin ambages que, el llamado modelo multicultural, habría resultado en un fracaso. Los responsables de su partido aclaran que a lo que se refiere su jefa es menos al modelo que a la falta de modelo. En su claro estilo, Merkel ha calificado como engañoso el pensar que, simplemente, los trabajadores alemanes y extranjeros habrían de vivir «felizmente unos junto a otros».

Con todos los defectos de una política ingenua o hipócrita, que consideró siempre que los inmigrantes estaban únicamente de paso, la opinión de la canciller parece a algunos exagerada: Alemania no ha sufrido ningun conato de disturbios de o con inmigrantes, al estilo de Francia o Reino Unido, considerados ambos mejores ejemplos de cultura autoreferente, la primera, y de integración, la segunda.

Con ello, la CDU cumple una apuesta de su programa electoral de 2007 y se dice determinada a redirigir «la politica de integración hacia nuestros intereses y concluir con la una política de mal comprendida tolerancia». Esto es, «poner fin al proyecto multi-culti» de socialdemócratas y verdes. Alemania, reconoce, «obtiene provecho de inmigrantes que aquí trabajan y nos aportan su vidas» pero «no así de una minoría que no lo quieren e impiden a la educación y ascenso de sus hijos». La cuestión es que tal política entrañaría «consecuentes sanciones» aplicables a «la residencia» entre los vulneradores.

Están para quedarse

Aperitivos no casuales han sido un debate excluyente, abierto por el libro de un político socialdemócrata, y la intervención de la canciller federal, reconociendo con amargura pero sin ambages que, el llamado modelo multicultural, habría resultado en un fracaso. Los responsables de su partido aclaran que a lo que se refiere su jefa es menos al modelo que a la falta de modelo. En su claro estilo, Merkel ha calificado como engañoso el pensar que, simplemente, los trabajadores alemanes y extranjeros habrían de vivir «felizmente unos junto a otros».

Con todos los defectos de una política ingenua o hipócrita, que consideró siempre que los inmigrantes estaban únicamente de paso, la opinión de la canciller parece a algunos exagerada: Alemania no ha sufrido ningun conato de disturbios de o con inmigrantes, al estilo de Francia o Reino Unido, considerados ambos mejores ejemplos de cultura autoreferente, la primera, y de integración, la segunda.

En medio del álgido debate, el presidente alemán emprendió visita oficial a Turquía, donde no eludió el tema. Los ciudadanos de origen turco «son bienvenidos y son parte de nuestro país», dijo Christian Wulff ante el Parlamento, pero «como el presidente de todos exijo que todo inmigrante se integre de forma activa y con buena voluntad en nuestra sociedad». Y en la paralela presentación del libro «Sin principios no se puede crear un estado», del líder democristiano Roland Koch, Merkel ha admitido que la imagen del islam está marcada negativamente en Alemania y ha pedido que el de Alemania sea un «islam comprometido con nuestros valores».

Las autoridades alemanas no sólo, pues, piden integración a sus extranjeros más aislados, principalmente musulmanes, sino que también están dispuestas a acercarse a ellos; ejemplos presentes son la apertura de la universidad pública para formar imanes, al próximo reconocimiento de los musulmanes en Hamburgo como una comunidad constituyente más. «Es importante que este acuerdo pueda dejar claro que formamos parte de esta sociedad», ha dicho el líder de una de las principales organizaciones turco-alemanas, considerando que estos pasos cooperan a que los musulmanes se sientan aceptados.

No todos están de acuerdo

Mejorar la lengua y acoger los valores humanos y constitucionales es la exigencia a los llegados; facilitar esa integración, en cuanto a tramitación de papeles, permisos de trabajo y residencia, y escolarización, sería la parte del estado acogedor. Pero no todos están de acuerdo y el columnista local Juan Moreno insiste en que «nadie tiene la obligación de integrarse».

El autor nacido en España sugiere que el trasterrado bastante hace con sobrevivir en un medio ajeno y difícil, trabajar de sol a sol y pagar sus impuestos, como para que le vengan con exigencias estéticas o de comportamiento. Tampoco el analista de «Spiegel», Henryk M. Broder, ve mayor problema en la llamada «sociedad paralela», que ayuda a tantos a seguir manteniendo su identidad, como ve en el ejemplo de las comunidades en Israel o EE.UU.

La experta del Centro para Investigaciones Sociales Sociales de Berlin, Ines Michalowski, reconoce que la discusión se lleva entre las élites y de espaldas al interés y necesidades de la gente. Algunos inmigrantes dicen no saber nada del tema: «Nosotros no nos quejamos, nadie nos ha preguntado», dice la familia china Hu, que llegaron sin nada y hoy tienen un restaurante y unos hijos universitarios.

Necesidad de mano de obra cualificada

De otro lado, el problema del idioma y la escolarización no sería cuestión de «debatir sin tabús sino de adelantar el ingreso en las guarderías infantiles», dice criticando a políticos que hacen declaraciones «a lo grande sin tener ni idea». Así critica al socialdemócrata Rudolf Dressler, quien recientemente exigió exámenes obligatorios de alemán «sin saber que ya existen desde 1970 y aún fueron reforzados en 2005». Insiste en que no es un asunto facil, por lo que «tampoco hay que empeorarlo».

Lo irónico es que en estos momentos, más emigrantes se marchan que llegan a Alemania. Y, según los institutos económicos, la economía alemana necesita varias decenas de miles de inmigrantes anuales; la patronal asegura que una carencia de 400.000 trabajadores cualificados le está restando al PIB un punto anual. Todos deberían estar interesados en facilitarles que dejen lo mejor de sí mismos en Alemania.

ABC (España)

 


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