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26/08/2015 | Alemania, rica pero no preparada

Ramiro Villapadierna

Una importante crisis migratoria, desconocida desde los Balcanes, se cierne sobre Europa y su punta de lanza busca pinchar en blando en la saneada panza germana.

 

Llamas de pavor iluminan hoy regularmente las noches de Alemania. Casi cada madrugada arde un albergue, o un proyecto de centro, para refugiados. A tener en cuenta: esto no sucede en esa Macedonia aún adolescente, con un 27% de desempleo y sin madre ni padre que la guarde; acontece en esa Alemania asentada como nunca, donde efectivamente no ha existido crisis en estos siete años y con las cifras de paro más bajas que se recuerdan (4,7%, menos de la mitad que Francia).

Constatar el vértigo en las sociedades mejor establecidas, sin embargo, no hace cambiar a nadie automáticamente de opinión: a ninguna sufrida familia española le consuela que en Mauritania estén peor y lo lleven con mejor humor. Y a ningún alemán enfadado le tranquiliza que un español parado no la haya emprendido contra inmigrantes del origen que sean.

El hecho es que algunos alemanes tienen miedo -también otros europeos- y algo habrá que hacer, más allá de rasgarse las vestiduras. No cabe, ni mirar para otro lado, como suele hacer la canciller con sus problemas internos; ni llamar "horda de fanáticos" a quienes protestan, "temiendo por sus salchichas" según expresión alemana, tal como hacen los socialdemócratas.

A falta de razones o ideales convincentes, debe funcionar la política convincente, que es el arte de conferir una visión práctica a lo que se debe hacer. Pero el Berlín de hoy en día no se ha consagrado, en la década de Angela Merkel, por su capacidad para la pedagogía política.

Siempre purgando su vieja deuda con el género humano, Alemania es, sin duda, uno de los países que más asilo político concede a refugiados; y, sea a resultas o no, algunos alemanes no quieren más. Los austriacos, ociosos del hecho de que tampoco a ellos les lastimó la crisis, se han plantado de modo similar. Probablemente además sean los más estruendosos.

Una ola que inunda Centroeuropa

Mas el hecho incontestado es que una importante crisis migratoria, desconocida desde los Balcanes, se cierne sobre Europa y su punta de lanza busca pinchar en blando en la saneada panza germana. Italia, Grecia o España pueden ser la frontera que sufra la sangría, pero el alcance de la ola termina inundando principalmente a Centroeuropa.

Berlín asume ahora que 800.000 personas pedirán asilo este año en Alemania, el cuádruple que el año pasado; un 1% de sus 80 millones de ciudadanos. Con miles de desesperados atravesando cada noche las fronteras de la UE, es obvio que la decisión hace un mes de repartirse 32.000 refugiados entre los socios comunitarios no da ni para dos semanas.

Si la previsión técnica ha fallado, la política no puede hacerlo en el paso siguiente. Y, con seres humanos, ésta sólo puede ser una política de acogida. Pero Merkel, y la cultura local de la media Alemania socialista, donde se producen el mayor número de ataques xenófobos, no han destacado nunca por un sentido solidario; sí lo ha hecho la canciller por su radar electoralista; y los centros de acogida no son un caramelo electoral.

En uno de los países con más asilados, Merkel acaba de pisar, por primera vez en sus 10 años de canciller, unas dependencias para refugiados. Ha hablado de dignidad y tolerancia para los necesitados y, de inmediato, pidió la solidaridad al conjunto de la Unión para ayudar a Alemania a afrontar la avalancha. También el ministro del Interior De Maizière ha llamado a la hora de la solidaridad como cuerpo, frente al mero criterio geográfico que dicta ofrecer asilo en el primer lugar donde una persona pisa la UE.

Esto puede hacer gracia a los griegos o a los melillenses. Si la situación no fuera más que trágica cabría permitirse, por un instante, sentimientos como el de la Schadenfreude, el deleite en la desgracia ajena que dicen haber inventado los alemanes pero es más extendido de lo que parece.

Solidaridad contra el 'tsunami'

Así habrá quien pregunte con sorna "¿Alemania pide solidaridad?" España e Italia llevan tiempo también reclamando la solidaridad comunitaria en el otro tsunami humano ante sus costas, por no citar a una Turquía literalmente desbordada.

Tal vez, sin dejar de ser efectivamente solidaria, la nueva Alemania confianzuda de la canciller Merkel sí ha sido en estos tiempos más maestrilla (el pecadillo de la Schulmeisterei) que familiar para sus socios.

Pero su error mayúsculo ha sido más bien que, la única vez en la historia que Europa, e incluso el mundo, ha pedido el liderazgo de Alemania, ésta se ha revelado incapaz de una visión de gran empresa y se ha retrotraído a la contabilidad de librillo. Y ni así, ni con soldados, se conquista el mundo; ni bien tampoco a los propios conciudadanos del proyecto europeo.

Angela Merkel ha salido reforzada dentro (si bien menos la estatura de Alemania fuera); pero puede que Grecia y el triunfo de la austeridad haya sido un episodio pírrico, y el gobierno de Berlín no salga tan bien parado de este tsunami que está a punto de alcanzarle a la canciller, tal vez, en todo el rostro. Lidiar con personas es más delicado que hacerlo con balances. Berlín puede ser hoy más poderoso, pero resulta un poco más bajo que antes.

Ramiro Villapadierna es director del Instituto Cervantes en Praga y ha sido durante décadas corresponsal en Europa Central.

El Mundo (España)

 



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