Un tapiz de cenizas queda atrás en el bosque de Katyn, pero una alfombra de flores y velas rodea ahora el palacio del nuevo presidente Komorovski. De las cenizas de Smolensk nacerá sin duda otra Polonia, parecen coincidir un analista polaco y uno ruso, Krzisztof Bobinski y Dmitri Babich.
De inmediato: una nueva presidencia, pero también una nueva clase política y un nuevo ejército. También una nueva historia ha quedado indeleblemente ligada a Katyn y tal vez, de ello, la esperanza de una vital normalización con Rusia: para Varsovia y para la UE.
“Tal vez no hayan muerto en balde”, dice a la corresponsal de BBC el septuagenario Witold Liliental, hijo de uno de los oficiales ejecutados por los soviéticos, “al menos ahora todo el mundo sabe por fin qué sucedió en Katyn”, lo que fue el gran empeño vital de Kaczynski.
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Lech Kaczynski han fallecido varios pesos pesados de su gabinete; dirigentes y diputados de su partido, PiS, van a tener que ser sustituídos por una imberbe generación; un nuevo generalato que no mandó en Irak cubrirá ahora los puestos en la junta de jefes de estado mayor.
Urgencia en multitud de instituciones
Cuando se escruta la lista de decesos en Smolensk, se aprecia la magnitud de la renovación que acaecerá por imperativo de urgencia en multitud de instituciones. La buena noticia es que, a diferencia del minucioso descabezamiento de una nación ordenado por el Kremlin en 1940, o incluso del asesinato del presidente Gabriel Naturovicz en 1922 a manos de un artista anarcóide, ahora Polonia tiene un sistema institucional legalmente asentado.
El siniestro aéreo ha provocado una catástrofe política “sin precedentes en el mundo moderno”, resume el premier Tusk. "Pero no así una catástrofe institucional", matiza el analista Krzisztof Bobinski: de la presidencia abajo, todo el Estado ha encajado la inusitada brutalidad del golpe, pero pese a la semana de duelo ya está funcionando. En breve habrá elecciones: “Serán muy ambivalentes”
Entre la concordia del duelo y el pulso de poder inmediato, observadores consultados y analistas en la prensa se cuestionan ya el nuevo equilibrio, “cuando pase la hora patriótica”. El primer cambio es que las presidenciales de octubre se adelantan ahora alrededor del 20 de junio. Y en la desafiante cohabitación entre presidente y primer ministro, no se escapa que es éste, Tusk, el que sale reforzado.
Todos los analistas anticipaban una campaña durísima
Como pasa entre los sucesores de Solidaridad, sus partidos y gentes -Ley y Justicia (PiS) y la Plataforma Cívica (PO)- tienen un trato cainita. Todos los analistas anticipaban una campaña durísima. Pero ahora el jefe de Estado en funciones, Komorowski, no sólo es del partido de Tusk, sino que tiene que convocar las elecciones en las que él mismo era candidato y ganador más esperado.
¿Komorowski será “interino” o “político” avanzando su campaña? ¿Funcionará como juez y parte de su propia elección? En el siniestro desaparecen dos candidatos, ¿a quién lanzará la perdida y corrupta izquierda? Y, sin Kaczynski, ¿a quién presentará el PiS, tal vez al otro Kaczynski, Jaroslaw?
La novedad no sólo llegará a un ejército, tan unido al sentir popular por el devenir histórico, incluido Katyn, sino también se espera en la a veces altisonante diplomacia polaca. Las prerrogativas diplomáticas de Kaczynski, que usó para tensar la cuerda con Rusia, serán ahora mejor consensuadas al coincidir presidente y ministro de Exteriores de la Plataforma Cívica. Pese a unarusofobia que la idea de un “Katyn 2” sólo podría exacerbar, en Radio Free Europe, Fiodor Lukiánov, director de “Russia in World Affaires”, dice que mientras de Kaczynski “se puede decir todo menos que fuera un amigo de Rusia, Tusk en cambio ha aceptado ir con Putin por primera vez a Katyn y abrazarse”.
