Jorge Domínguez, profesor y vicerrector de la Universidad de Harvard especializado en temas de Cuba (su país de origen), se emocionó y puso un nudo en la garganta a la audiencia de la Semana Católica clausurada ayer en La Habana al relatar una vivencia personal que tomó como ejemplo de actitud positiva para poder saldar la gran asignatura pendiente de los cubanos: la reconciliación.
Ocurrió en 1979, cuando Domínguez regresó a La Habana por primera vez en 19 años. En un rato libre, fue a visitar la que fue la casa de su abuela. La vivienda había pasado a manos de la Federación de Mujeres Cubanas. "Mi abuela - contó el profesor-nunca se quejó cuando, a mi retorno a Estados Unidos, después de un beso, le conté quién ocupaba su casa y le enseñé una fotografía. Al contrario: con un suspiro me indicó que preferiría que siguiera siendo su casa, pero, tras un tercer suspiro más pausado, me dijo que, ya que no podía serlo, no estaba mal que la ocupara esa organización de mujeres. Mi abuela, al expresar su generosidad, con dulzura y elegancia, tenía su cara bañada en lágrimas, lágrimas que también fueron mías", dijo Domínguez antes de detenerse y llorar él mismo. El público, contagiado por la reacción del ponente, se levantó y aplaudió con fuerza.
Diálogo entre cubanos. Reconciliación con la diáspora. Cambios profundos. De todo ello se habló, sin restricciones, durante la Semana Social Católica patrocinada por la Iglesia y presidida por el canciller del Vaticano, Dominique Mamberti. Un soplo de esperanza tras dos años de aparente estancamiento en las esperanzas, así como en la política y la economía de la isla.
No hay que emocionarse más de lo debido: "El camino hacia la reconciliación está plagado de minas y de peligros. Puede ser saboteado", advirtió el politólogo Rafael Hernández en su intervención de ayer sobre el asunto. "Hay profundas cargas emotivas, que son las más difíciles de superar. Llevará tiempo", afirmó el obispo auxiliar de La Habana, Juan de Dios Hernández.
Pero algo ha cambiado desde que el cardenal Jaime Ortega se sentó hace tres semanas con el presidente Raúl Castro para abrir un "proceso gradual" sobre la situación de los presos políticos que de momento ha permitido excarcelar a uno de ellos, Ariel Sigler, y acercar a sus poblaciones a otros doce. Un proceso que ha recibido un empujón con la Semana Social, donde académicos cubanos residentes en la isla han debatido abiertamente - más que nunca, coinciden los participantes-con profesores de la isla, destacados militantes comunistas y representantes de la Iglesia.
"Hemos potenciado un nuevo clima, un espíritu y un hábitat que nos permite seguir adelante", dijo el obispo. "Ahora hay que tener paciencia", subrayó.